LA VIRTUD DE GUSTAVO ARCOS BERGNES
Este artículo es similar a la mayoría de los artículos de Armengol: el 70% de su contenido es para hablar de los extremistas e intolerantes del exilio, que indudablemente los hay, y prácticamente no hay ninguna crítica a la tiranía que impera en Cuba: triste balance.
Es cierto que en Miami, y en otras partes también, hay personas que se exaltan cuando oyen la palabra diálogo, sin esperar a oir el resto y aún cuando hablamos del Diálogo entre todos los cubanos y no un Diálogo con el régimen y aquellos que tengan sus manos ensangrentadas por crímenes cometidos contra el pueblo.
Pero sabemos que el exilio no se caracteriza por esas posiciones pese a que son el leiv motiv de los artículos de Armengol desde hace un tiempo para acá. En este casi medio siglo de dictadura totalitaria y dada la sólida permanencia del régimen en el poder, ERA necesario, al menos en determinado momento, mostrarle a la comunidad internacional que el violento e intransigente ha sido siempre el desgobierno castrista, y más aún, cuando al conocer la esencia del régimen, se sabia de antemano la respuesta de la dictadura. Por caminos similares se ha demostrado a la comunidad mundial, que la dictadura no respeta ni siquiera sus ilegítimas leyes, incluyendo la Constitución.
Por otra parte, los que deseamos verdaderamente un régimen legitimamente democrático para Cuba, y observamos lo ocurrido en otros países, estamos seguro que aún cuando ese estado democrático este instalado en nuestro país y los Castro ya no existan, existirá el Castrismo. Al menos lo que debemoa y podemos hacer mientras tratamos de que esa sociedad pluralista y democrática llegue y se instaure en nuestra Patria, es utilizar para su descrédito los errores y horrores que ha cometido y comete el Castrismo, de tal manera que lo anule como una futura opción política de peso.
Gustavo Arcos Bergnes, una persona profundamente democrática, conocía de todo esto.
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Por Alejandro Armengol
A Gustavo Arcos Bergnes lo condenaron por sus virtudes en Cuba, escribió Guillermo Cabrera Infante en 1988, luego de años de abogar por la libertad del héroe de la lucha revolucionaria. Iguales virtudes fueron las que poco después, en junio de 1990, le ganaron ser repudiado por buena parte del exilio intransigente de Miami.
Arcos Bergnes --quien nunca fue un político y siempre un hombre digno, que vivió presa de una labor que no le pertenecía por vocación y carácter-- no dejó que la prisión ni la incomprensión lo vencieran, y continuó su lucha ajeno a las rencillas y los odios en ambas costas del estrecho de la Florida.
Católico activo, participó en el asalto al cuartel Moncada y fue el primer combatiente que mató a un soldado de la guarnición batistiana durante el encuentro. Esta muerte, la única de la que fue responsable durante toda su vida, debió perseguirle siempre. El hecho agravado por su renuencia inicial a participar en un acto bélico al que no había sido invitado: su presencia en Santiago obedecía a una convocatoria para realizar un acto público en medio de los carnavales. Sólo la noche antes supo, como la mayoría de los participantes, que la llamada a la manifestación había sido un pretexto y que se trataba de una acción de guerra. Tras su negativa inicial a tomar parte en un evento sangriento, cambió de opinión --quizá por solidaridad con sus compañeros, porque era joven o porque en resumidas cuentas ya estaba allí y sabía que era necesario acabar con Batista-- y acompañó a Fidel Castro en el segundo automóvil.
No es que Arcos Bergnes renunciara a la violencia tras esa acción que por poco le cuesta la vida, le dejó la pierna izquierda inutilizada y lo condujo a la cárcel. Tras el indulto a los asaltantes marchó al exilio y no participó en el desembarco del Granma porque cayó enfermo de varicela, pero se dedicó a conseguir armas para enviarlas a la Sierra Maestra. Fue después del triunfo revolucionario, de ser embajador en Bélgica y de regresar a Cuba para no poder abandonar el país nunca más que debe haber comprendido la inutilidad de tanta muerte cercana o ajena.
Fue uno de los fundadores del Comité Cubano Pro Derechos Humanos. Sin embargo, su importancia para la historia de Cuba trasciende este hecho de por sí meritorio y alcanza su momento más polémico en junio de 1990, cuando en La Habana propone convocar un diálogo nacional, que incluyera al régimen castrista y al exilio. El primero se limitó a desoír el llamado y el segundo respondió airado.
Gustavo Arcos Bergnes --->
Aunque sectores dentro del exilio apoyaron o al menos aceptaron la tesis como una alternativa poco probable pero honrada, lo que se impuso fue el sector más vocinglero, radical y poderoso. Quienes lo integraban e integran no sólo descartaron como algo imposible la realización de ''un encuentro racional e incondicional de todas las partes del abanico cubano'' con el fin de iniciar un proceso de democratización en la isla. Esto hubiera sido normal y en resumidas cuentas al poco tiempo se demostró que el régimen no tenía el menor interés en la propuesta. Lo que se repitió hasta al cansancio, principalmente por las emisoras de radio, fueron las acusaciones de ''traición'' y los insultos contra Arcos Bergnes.
Los años transcurridos han demostrado lo equivocado de las posiciones radicales. No porque La Habana haya mostrado o muestre interés en el ''diálogo'', palabra que sigue siendo un anatema en Miami. El triunfo de Arcos Bergnes no radica en su intento frustrado de conversar con el gobierno de Castro, sino en mostrar que la alternativa de la lucha armada, la vía violenta y los actos terroristas, está agotada para bien de todos.
Basta mirar hacia la única oposición al régimen que existe en Cuba, y comprobar que en la amplia y dividida disidencia imperan matices diversos, alianzas múltiples y puntos de vistas diferentes, pero todos comparten y declaran enfáticamente que han optado por la vía pacífica. Lo demás queda a la encomiable labor terapéutica que realizan algunos programas radiales, responsables del entretenimiento y el delirio controlado de quienes añoran las actitudes bélicas. Todas las iniciativas para promover una transición política pacífica dentro de Cuba son en buena parte deudoras de la labor paciente y modesta de Gustavo Arcos Bergnes, su hermano Sebastián y sus compañeros.
Lástima que quienes lo criticaron con tanta furia hace apenas 16 años no tengan ahora la dignidad de reconocer los méritos de este hombre ejemplar que acaba de morir. Su pudor al menos hubiera servido para dudar por un momento que el destino de Cuba parece condenado al error y la infamia.
aarmengol@herald.com
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Tomado de
http://armengol.blogspot.com/
Por Alejandro Armengol
Bueno, ya los cubanos tenemos lo que nunca imaginamos: un Fidel Castro convertido en ciudadano privado, hombre de familia y agradecido de los amigos con los cuales cuenta, vestido con ropa deportiva y con un periódico.
El texto y las imágenes aparecidas hoy domingo en Juventud Rebelde tratan por todos los medios de reforzarnos esta percepción del hombre y no del jefe de Estado, el deportista de viejas glorias antes que el estadista con una labor aguardando por él. Son ya los testimonios del retiro del guerrero.
Pero toda esta elaboración cuidadosa de un Castro convaleciente, publicada por el diario dominical, choca contra un hecho que no se puede pasar por alto. Quien nos interesa es el Castro con el poder, no el del retiro. Y aquí es donde viene el engaño del régimen: Cuba está viviendo una situación en que el país ha sido colocado “entre paréntesis”, en un compás de espera en que nadie se atreve a dar un primer paso y donde hasta el momento (no sé mañana) la mejor estrategia para la disidencia es la cautela.
Este paréntesis en la vida de los cubanos ha sido posible porque quienes viven en la Isla están acostumbrados a esperar, demasiados años de un gobierno totalitario los ha dotado de una paciencia que desde el exterior puede parecer exagerada, pero que se justifica por un historial de desaliento.
Sin embargo, la espera no puede alargarse demasiado. Castro lo sabe y pese a lo reducido de la información publicada, hay varios elementos que merecen destacarse:
-Castro está vivo. Las dudas al respecto fueron válidas. Las aseveraciones a raja tabla de su muerte no. Estas sólo sirvieron para alimentar la radio miamense. Un nuevo cubo de agua fría para aquéllos que se empeñan en vivir en el pasado de una ilusión.
-La foto en que el gobernante cubano sostiene el periódico, para no dejar duda de la fecha en que fue tomada, demuestra la necesidad de convencer a todos, y no sólo fuera de la Isla. Castro prisionero de su propia trama. Esta es la fotografía de un cautivo.
-El mensaje enfatiza que su contenido es verdadero. No basta con la fe, hay que asegurarle al pueblo que no se le está engañando. De hecho el mensaje y la foto validan hasta cierto punto las informaciones anteriores, dadas por funcionarios del régimen.
-Digo hasta cierto punto porque también el limitarse a la publicación de cuatro fotos (dos casi iguales) pone en evidencia de que el mandatario no está en condiciones de enviar un mensaje en video y tampoco existe la posibilidad de mostrarlo más allá de un espacio extremadamente reducido: los encuadres fotográficos destinados a excluir lo más posible.
-El mensaje mezcla un comentario que aspira a ser objetivo con un pronóstico reservado. Esa ha sido la tónica desde el principio. Ni éste ni los textos anteriores muestran optimismo.
-Las palabras de Castro no son las del estadista ni las del guerrillero, es un mensaje mucho más personal que los anteriores y puede incluso interpretarse como un mensaje de despedida. Pero este mismo tono puede encontrarse en los anteriores. Lo importante aquí no es considerar el texto como una despedida en sí mismo, sino percatarse de que Castro ha empezado a despedirse.
-El problema con todos estos mensajes es que el enfermo se ha convertido en el portavoz de su enfermedad.
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