lunes, septiembre 11, 2006

PRESENTADOS LOS TRES RASCACIELOS QUE COMPLETAR'AN LA RECONSTRUCCIÓN DEL WORLD TRADE CENTER

Tomado de Cuba Democracia y Vida.org




Cinco años después, EEUU es aún vulnerable a un ataque
LARA JAKES JORDAN / AP
WASHINGTON

DOUG KANTER / AFP / Getty Images

PERSONAS CORREN por las calles de Nueva York tras el atentado contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001.La amenaza del terrorismo contra Estados Unidos sigue siendo estremecedoramente letal cinco años después del 11 de septiembre del 2001, de modo que autoridades y especialistas no se preguntan si va a ocurrir un nuevo ataque, sino cuándo.

Pese a la reestructuración gubernamental y a más de $250,000 millones gastados para reforzar la seguridad en aerolíneas, fronteras y puertos marítimos, pocos dudan de la intención de la red terrorista Al Qaida de atacar otra vez a Estados Unidos. El hecho de que el país no haya sido golpeado desde los atentados del 11 de septiembre del 2001 puede decir mucho tanto de la paciencia de los terroristas como de las medidas adoptadas para contener al terrorismo.

''No sé de nadie en el terreno de la inteligencia que no crea que habrá otro ataque'', señaló Thomas Kean, ex gobernador de Nueva Jersey y presidente de la Comisión del 9/11, que investigó las fallas gubernamentales en la seguridad que incidieron en el secuestro de los aviones y su posterior impacto en edificios emblemáticos de Estados Unidos en el 2001.

''Va a haber otro ataque'', enfatizó Kean. ``Simplemente (los servicios de inteligencia) no pueden decir cuándo''.

En la nueva etapa de rápidas y amplias revisiones de los documentos de identificación personal, de cabinas de pilotos con cerradura y a prueba de bala en los aviones comerciales, de pilotos armados, del rastreo de las visas de extranjeros y de seguimiento a las comunidades musulmanas y árabes, pocos esperan una repetición exacta de la conjura del 2001 en que se secuestraron aviones para estrellarlos en edificios grandes.

La inquietante realidad del terrorismo, sin embargo, es que siempre está en busca de nuevos mecanismos para causar muerte y destrucción en gran escala. Y siempre a la caza del eslabón más débil.

Las autoridades han desarticulado diversas conjuras significativas, incluido el plan para derribar con bombas hasta 10 vuelos comerciales de Gran Bretaña a Estados Unidos, descubierto el mes pasado.

La CIA ha ayudado a atrapar unos 5,000 presuntos terroristas en el mundo.

Y el gobierno ha establecido centenares de medidas de seguridad para visitantes extranjeros y residentes estadounidenses por igual, desde obligar a los pasajeros a quitarse sus zapatos en aeropuertos hasta intervenir conversaciones telefónicas y correos electrónicos.

Pero persisten huecos evidentes en la red de seguridad.

Policías disfrazados de civil para probar el sistema de seguridad en Estados Unidos han introducido una y otra vez armas en forma subrepticia en los puestos de revisión en aeropuertos, han ingresado al país con identificaciones falsas y han burlado los detectores que perciben rastros de radiación en arena para gatos y en bananas, pero que no siempre logran captar material nuclear.

Los equipos destinados a descubrir agentes biológicos en el aire tienden a volverse obsoletos. Y no toda la carga en terminales aéreas y marítimas es rigurosamente inspeccionada.

Además, como demostró el huracán Katrina el año pasado, los sistemas de respuesta ante desastres en todos los niveles del gobierno están muy mal preparados para una catástrofe.

''Hágase lo que se haga, no es suficiente'', dijo la representante Carolyn Maloney, una demócrata de Nueva York que presidió el grupo legislativo sobre el 11 de septiembre. ''Pero los sistemas en los que hemos trabajado arduamente para dejarlos listos no están funcionando'', reconoció.

El secretario de Seguridad Interior, Michael Chertoff, cuyo departamento fue creado en el 2003 a consecuencia de los atentados del 11 de septiembre, considera que los grandes pasos dados al compartir información de inteligencia y revisar pasajeros y carga en puertos aéreos y marítimos, son la prueba de que ha mejorado la seguridad en el país sin interrumpir el comercio.

Sin embargo, reconoce que se requiere hacer más en su agencia, que principalmente lidia con la manera de reaccionar ante crisis y analiza las posibles iniciativas de los terroristas.

''Viviremos con algunas expresiones de este problema durante un tiempo muy largo'', dijo Chertoff el mes pasado.

Varios grupos establecidos por el gobierno, incluida la Comisión del 9/11, han concluido en los últimos cinco años que Estados Unidos estaba en gran medida desprevenido para los sangrientos atentados.

Esas conclusiones desencadenaron una extensa reestructuración en las misiones antiterroristas del gobierno, la más grande desde la creación del Departamento de Defensa en 1947. Además de unificar 22 agencias en el nuevo Departamento de Seguridad Interior, fue establecido el nuevo cargo de director de inteligencia que supervisa a las 16 agencias de espionaje de Estados Unidos.

El Congreso aprobó medidas como la Ley Patriota, que amplía la vigilancia en las investigaciones antiterroristas. La inversión federal en programas de seguridad interna se ha más que triplicado desde el 2001 a $55,000 millones este año, casi la misma cantidad destinada a la educación.

En tanto, la otrora peor amenaza del gobierno en la guerra contra el terrorismo --Osama bin Laden-- sigue libre.

Con o sin Bin Laden, las autoridades no esperan que la amenaza de Al Qaida disminuya en los años venideros.

''Estoy convencido de que (los terroristas) están preparados para esperar siglos'', expresó el ex secretario de Seguridad Interior, Tom Ridge. ''Tienen en mente un plazo más largo que nosotros. Así que tenemos que armonizar su paciencia con nuestra persistencia y nuestra concentración sostenida. Nunca podemos bajar la guardia'', advirtió.

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Presentados los tres rascacielos que completarán la reconstrucción del World Trade Center.

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Presentados los tres rascacielos que completarán la reconstrucción del World Trade Center.
El coste del proyecto, cuya realización se anuncia para 2012, rondará los 4.500 millones de dólares
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EL MUNDO.
ROBERTO ARNAZ (EFE)

NUEVA YORK.- Tres rascacielos diseñados por los arquitectos Norman Foster, Richard Rogers y Fumihiko Maki completarán la reconstrucción del World Trade Center y dibujarán, junto a la Torre de la Libertad, el nuevo perfil del bajo Manhattan.


El aspecto final de los tres edificios, que acompañarán a la terminal de transporte bosquejada por el arquitecto español Santiago Calatrava en la zona este del futuro centro financiero, fue presentado el jueves en la recién inaugurada Torre 7.

El evento contó con la presencia del gobernador del estado, George Pataki, quien quiso agradecer a los arquitectos su "brillante trabajo" en el diseño de tres de los rascacielos "más increíbles que se podrán ver en el mundo".

"No sólo se integran en el plan urbanístico diseñado para la zona, sino que además respetan la memoria y sirven de homenaje a los casi 3.000 héroes que perdieron la vida el 11 de septiembre" de 2001, aseguró.

Larry Silverstein, promotor del nuevo World Trade Center, se mostró orgulloso de haber contado con "algunos de los mejores arquitectos del mundo" para este proyecto, cuyo coste rondará los 4.500 millones de dólares.

Los tres edificios, que se prevé que estarán finalizados en 2012, junto al resto del complejo, proporcionarán 558.000 metros cuadrados de espacio para oficinas, además de 45.000 metros cuadrados de superficie comercial.

El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, de visita en Washington, aseguró en un comunicado que "las nuevas torres son una enorme suma al renacimiento del bajo Manhattan y lo convertirán en uno de los lugares más excepcionales de la tierra".

Cada una de las torres responde a las inquietudes arquitectónicas de sus creadores, pero a su vez se integran en el plan urbanístico diseñado por el arquitecto Daniel Libeskind para el nuevo World Trade Center. Libeskind explicó que su idea recoge la creación de un espacio donde rendir tributo a las víctimas, "un lugar espiritual", y la resurrección de este área de la ciudad, una enorme zona comercial en permanente bullicio hasta hace cinco años.

"Demostraremos que la democracia y la libertad son los verdaderos edificios de Nueva York y las vidas de sus habitantes", afirmó. Por esta razón, según la concepción de Libeskind, Foster, Rogers y Maki han diseñado sus torres para que la altura del conjunto cree una espiral descendente que dirigirá la vista hacia el "memorial" que se construirá donde se levantaban las Torres Gemelas.

Las 78 plantas de la Torre 2, diseñada por el arquitecto Británico Norman Foster, la convertirán en el segundo edificio más alto de la ciudad con 388 metros de altura, sólo superado por la Torre de la Libertad con 542 metros. Entre las peculiaridades del rascacielos destaca la forma de sus últimos 20 pisos, cortados en un ángulo tal que reflejarán la luz solar incidente en sus ventanas sobre las piscinas reflectantes que se colocarán en el lugar donde se situaban las Torres Gemelas. Según Foster, su proyecto "simboliza el renacimiento del 'skyline' de Nueva York. El techo de cristal se inclina hacia el memorial para conmemorar los trágicos acontecimientos que allí sucedieron, pero además es un símbolo de esperanza para el futuro".

Los últimos 20 pisos de la Torre 2 estarán cortados en un ángulo tal que reflejarán la luz solar sobre unas piscinas
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El estudio de Richard Rogers ha sido el encargado de dar vida a la Torre 3, un esbelto rascacielos de 71 plantas, cuyos primeros pisos forman un podium dedicado a superficie comercial sobre el que se elevarán 54 plantas destinadas a oficinas. "Creemos que hemos diseñado un edificio que responde tanto al contexto arquitectónico como social de la zona", señaló Rogers.

Por último, la Torre 4, obra del arquitecto japonés Fumihiko Maki y su equipo, es la que, a simple vista, cuanta con un diseño más simple de los tres rascacielos. "Se trata de un edificio minimalista, que se convertirá en un homenaje al memorial y en un catalizador de la actividad del entorno urbanístico, y contribuirá a la revitalización del sur de Manhattan", afirmó Maki durante la presentación.

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9/11: el día en que la muerte tomó la calle
FRANCIS X. DONNELLY / NYT
DETROIT

GULNARA SAMOILOVA / AP
SOBREVIVIENTES DEL World Trade Center se abren paso el 11 de septiembre del 2001.La familia de Margaret Mattic tiene en sus vidas un hueco tan grande como el que hay en el downtown de Nueva York.

Ella era una hija consentida, la menor de cuatro hermanas que se llevaban muy poca edad, una mujer tímida que soñaba con ser actriz.

Mattic, de 51 años, está

desaparecida desde el 11 de septiembre del 2001, una más entre 1,721 víctimas de los ataques terroristas cuyos cadáveres nunca se encontraron.

En cambio, la hermana de Mattic, Jean Neal de Detroit, tiene recuerdos. En lugar de haber cerrado sus heridas, lleva ya cinco años de añoranza, vacío y pesar.

''Es triste, es triste'', dijo Neal. ``Era nuestra bebé''.

Cinco septiembres después, los estremecimientos de una mañana trágica continúan reverberando en lugares tan remotos como Detroit.

Generaron por igual cambios grandes y pequeños,

emocionales y sociales, que es probable que sean parte de Estados Unidos por mucho tiempo, según han dicho los sociólogos.

Un mayor control en la seguridad significa esperas más prolongadas para abordar aviones y cruzar fronteras.

La ampliación de los poderes para hacer cumplir las leyes ha conducido a una pérdida

de la privacidad y otras

libertades.

Los miembros de la Reserva y de la Guardia Nacional de Michigan se

han convertido en soldados

de tiempo completo en una guerra sin fin contra el

terrorismo.

En la enorme comunidad árabe de la zona metropolitana de Detroit, se ha acusado en forma equivocada a sus habitantes e, incluso, se les ha declarado culpables de integrar células terroristas en espera de entrar en acción, así como de comprar demasiados teléfonos celulares.

Entre aquellos que se muestran cautelosos de los árabe estadounidenses está Thelma Tomlinson, de 69 años, quien cuida niños en Taylor.

Aún Tomlinson se inquieta por aquella ocasión en que hace cuatro años un hombre de piel oscura estaba adelante de ella en la fila para pagar en una tienda Ecorse con su carrito lleno de envases de propano.

''Da un miedo del c. . . , y disculpe mi lenguaje'', dijo sobre la posibilidad de otro ataque terrorista.

El costo emocional del 11 de septiembre es menos visible.

Aparentemente, Michigan ya ha retornado a sus viejas costumbres, ya que las diferencias políticas han vuelto

a caer en las viejas líneas y

los habitantes se centran

de nuevo en la familia y la

economía.

Sin embargo, algo fundamental se perdió cuando los aviones se estrellaron en el Pentágono y el World Trade Center.

Los ciudadanos dicen que ya no tienen el sentido de seguridad que provenía del hecho de que un océano los separaba de sus enemigos.

El temor que sintieron ese día está latente en su mente, donde se ha convertido en una preocupación molesta.

''Podría volver a suceder cualquier día'', dijo Pamela Curtis, de 49 años, una técnica en computación de Trenton. ``En este mismo instante somos vulnerables. No sé cuándo seremos menos vulnerables''.

Su temor se desborda con facilidad.

Vio una caja vacía a un lado de una calzada y se preguntó si contendría una bomba. En otra ocasión, llamó al 911 porque pasó un camión cerca del Palace of Auburn Hills en la noche con las luces apagadas.

Se encontró en una encuesta de opinión levantada a nivel nacional la semana pasada que la mayoría del electorado estadounidense cree que el ataque terrorista es un evento más significativo que el bombardeo contra Pearl Harbor en 1941.

La encuesta mostró divisiones agudas entre los grupos de edad, pero incluso los encuestados que vivieron la Segunda Guerra Mundial opinaron que es más importante el terrorismo.

En conjunto, 56 por ciento de los encuestados clasificó el 11 de septiembre en el primer lugar; de éstos, 72 por ciento tenía entre 18 y 34 años, y 42 por ciento era mayor de 65 años, según la encuesta realizada por la Universidad Quinnipiac en Hamden, Connecticut, entre 1,080 votantes.

Mientras que los estadounidenses dicen que septiembre fue algo más grande que Pearl Harbor, no actúan en consecuencia.

El ataque japonés sumergió a Estados Unidos en una guerra que acabó por transformar la sociedad.

Alrededor de 15 millones de hombres se unieron al ejército, las mujeres los sustituyeron en las fábricas y las plantas automotrices fabricaron tanques y aviones. La gente compró bonos de guerra en lugar de ropa, realizó campañas de recolección de desechos metálicos y vivió con menos gas, mantequilla y café.

El 11 de septiembre también nos reunió bajo una causa común, al menos por

un rato.

La repetición de imágenes en la televisión -- los aviones que se incrustaban en las torres gemelas, los edificios que colapsaban, la avalancha de tierra y polvo que perseguía a la gente por las calles de Nueva York -- generó sentimientos y pronunciamientos intensos.

Había muerto la ironía. Era irrelevante la cultura pop. Nada volvería a ser lo mismo.

Armados con una renovada determinación, más estadounidenses se convirtieron en voluntarios, fueron a la iglesia, donaron sangre, donaron dinero a beneficencias, apoyaron al Presidente George W. Bush y fueron más amables unos con otros.

''El 11 de septiembre cambió todo'', dijo Bryan Lambaugh de 42 años, un vendedor de coches en la municipalidad de Macomb. ``A mí no me afectó en lo personal, pero afectó a mi país''.

Lambaugh se conmovió tanto con los ataques que construyó una réplica de ocho pies del World Trade Center y la coloca frente a su casa en cada aniversario.

Cada año, la réplica se vuelve más rebuscada. Espera que al final pueda poner tres mil banderas estadounidenses, una por cada víctima del ataque.

Sin embargo, Lambaugh reconoce que finalmente se ha disipado la influencia del 11 de septiembre en la conducta de la gente.

Su patriotismo, dedicación y generosidad ha retornado a los mismos niveles que tenían antes de los ataques, según las encuestas. La gente apoya menos al Presidente y a la guerra en Irak.

También ha perdido el temor a volar y asistir a actos públicos multitudinarios.

Incluso en Nueva York, los 16 acres donde alguna vez estuvieron asentadas las torres gemelas apenas si recibían una mirada de los miles de personas que pasaban por ahí, como lo hacen cotidianamente, una mañana soleada de hace un mes.

''Cuando miro alrededor, me pregunto qué es lo que realmente ha cambiado'', dijo Mike Wickerham, de 43 años, asesor financiero del ayuntamiento de Macomb.

Recuerda lo placentero que era conducir 90 minutos al trabajo después del 11 de septiembre. Los conductores eran corteses unos con otros.

Desde entonces, ya retornó la forma de conducir pegado al automóvil delante, así como las encerronas.

La nueva normalidad, resulta ser, se parece mucho a la vieja.

Mientras que la mayoría recordará el 11 de septiembre por un corto período, algunos nunca lo podrán desprenderse de sus consecuencias.

El ejército y los familiares de la gente que murió en los ataques no sólo fueron espectadores en la tragedia. Son parte de ella.

El teniente coronel Doug Champagne, piloto de la Guardia Nacional Aérea de Michigan, fue movilizado a Irak en cuatro ocasiones.

No obstante, fue una misión más cercana a su hogar la más horrenda.

Cuando uno de los cuatro aviones secuestrados por los terroristas llegó a las afueras de Cleveland, el ejército consideró por un instante usar el jet de combate de Champagne para que chocara contra el vuelo suicida.

Pero el vuelo 93 de United Airlines, tema de una película estrenada a principios de este año, se alejó de Michigan para estrellarse después en un escampado en Pensilvania.

''La gente recurre a nosotros en busca de seguridad'', dijo Champagne, de 42 años, padre de tres hijos y estacionado en la base Selfridge de la Guardia Nacional Aérea en la municipalidad de Harrison.

La vida de los ciudadanos en la Reserva y la Guardia Nacional se altera al abandonar empleos y familias para ir a combatir en Irak. Cuando regresan, tienen problemas para volver a aclimatarse a uan existencia donde todo lo que no sea el combate parece trivial.

En Irak, añoran los nacimientos y primeros pasos de sus hijos.

En Michigan, temen que sólo una llamada telefónica los separe de la siguiente misión en el extranjero.

Para Jean Neal, de Detroit, ya se derrumbó el cielo.

La mañana del 11 de septiembre, miraba la televisión mientras se preparaba para una feria de empleos cuando un boletín informativo mostró el humo que salía del World Trade Center.

Después, colapsó una de sus torres gemelas. Su hermana, Margaret Mattic, trabajaba como representante de servicios al cliente en el piso 83 de la torre norte.

Llamó a una amistad de Mattic para preguntar si estaba en el edificio que se cayó. No estaba.

Gracias a Dios, pensó.

Mientras Neal, de 61 años, corría a la casa de su madre en el este de la ciudad, escuchó en el radio el anuncio del colapso del segundo edificio. Gritó durante el resto del camino.

''Mi madre nunca ha vuelto a ser la misma'', dijo.

Katie Mattic nunca quiso una ceremonia para su hija hasta no tener alguna prueba de su muerte.

Sin embargo, los investigadores no encontraron nada entre los escombros.

Dos meses después, en lugar de una prueba, Mattic recibió 10 copias del certificado de defunción de su hija. Las copias fueron para los trámites del seguro y de otro tipo.

Margaret Mattic, quien se había mudado a Nueva York con la esperanza de ser actriz, siempre quiso producir y protagonizar una obra de teatro que había escrito.

Así es que, en el quinto aniversario de su muerte, eso es lo que le dará su familia.

Van a presentar el lunes la lectura de una de sus obras en el Teatro de Bellas Artes de Detroit.