EMBAJADORES CUBANOS: HIJOS DEL ODIO
Embajadores cubanos: Hijos del odio
Por Víctor Llano
"Lo importante es que desde sus oficinas del Paseo de La Habana se recuerda a todas las víctimas del castrismo que la larga mano de su verdugo les tiene a su alcance".
A pesar de que la tiranía castrista robó a cientos de miles de españoles los frutos de muchos años de esfuerzo y de ahorro, jamás los gobiernos de España se han atrevido a romper relaciones diplomáticas con los máximos responsables de la barbarie que causó tanto daño a un buen número de sus compatriotas. Es más, cuando más lo necesitaba, centenares de empresas españoles corrieron en auxilio del régimen que destrozó la existencia y los sueños de los que un día creyeron que en Cuba podrían encontrar lo que no encontraban en su país. Nadie les devolverá lo que fue suyo y ahora pertenece a un grupo de bandoleros expertos en traficar con propiedades robadas y en blanquear dinero ajeno. Lo dan por perdido.
Lo que les cuesta mucho entender es que en Madrid se admita la presencia de un agente del máximo responsable de su ruina. Los embajadores de Castro no están al servicio de los cubanos ni de sus intereses. Están a la orden de sus verdugos y al servicio de sus negocios. ¿Qué se puede esperar de unas embajadas que han negado miles de visas a miles de cubanos que quisieron viajar a su país para despedirse de una madre anciana y enferma? Lo de menos es que el embajador de Castro en Madrid desee que Eduardo Aguirre se pudra en el infierno. Lo importante es que desde sus oficinas del Paseo de La Habana se recuerda a todas las víctimas del castrismo que, aun muy lejos de la Isla-cárcel, la larga mano de su verdugo les tiene a su alcance y puede impedirles que se encuentren con sus hijos o con sus padres.
Fidel Castro no tardará mucho en morir. Si existiera el infierno, allí le recibirían con los honores que corresponden a un asesino en serie. Se equivocó Eduardo Aguirre. Dios no crea monstruos y, aún en el supuesto de que existiera Lucifer, éste no tendría poder para crear. Castro es hijo del odio y de la cobardía de los que aún mantienen relaciones con su barbarie. Por desgracia, no es hijo único. Tiene muchos hermanos. Gran parte de ellos, bastardos que no dudan en justificar sus crímenes.
Cuando desaparezca su verdugo, el exilio cubano en España va a rogar a nuestro Gobierno que rompa todo tipo de relaciones con sus herederos hasta que éstos no se comprometan a permitir elecciones libres en la Isla de los cien mil presos. Por pedir que no quede. No obstante, nos sorprendería que Zapatero le exija democracia a Raúl Castro o a Ramiro Valdés. El presidente por accidente nos ha demostrado que le falta lo que le sobra a María San Gil. Mientras que a los terroristas les ofrece mesas de diálogo y esperanzas, a sus víctimas les niega la verdad, la memoria, la dignidad y la justicia.
¿Por qué en Cuba se va a comportar de otro modo? Nada bueno pueden esperar los cubanos del Gobierno que no muestra el más mínimo interés en saber qué pasó el 11-M. Jamás preguntará por los crímenes del castrismo ni exigirá que se haga justicia. Ni en Cuba ni aquí. Le espanta la verdad. Los españoles lo sabemos. Muy pronto lo comprobarán los cubanos que aún le piden lo que nunca les dará.
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