lunes, noviembre 27, 2006

DEJAD QUE LOS MUERTO DESCANSEN EN PAZ !

Tomado de Cuba en el Mundo.com



DEJAD QUE LOS MUERTO DESCANSEN EN PAZ !


Por Robert A. Solera
ex editor de mesa de El Nuevo Herald

Hay a quien su nombre y apellidos lo persiguen como herencia maldita, sin importar cuál haya sido y sea su posición política sobre la tragedia cubana, según es vista por sus jueces aficionados, cegados por un análisis superficial de lo que son sus raíces históricas.

La revolución cubana es una pesadilla que aún dura más de tres generaciones desde su última etapa iniciada en la década del 50 pero que se remonta aún más atrás a la década de los 30s, pues muchos de sus actores, unos vivos y otros muertos, participaron en la arena política cubana, casi siempre violenta, sangrienta y confusa como el Laberinto del Dédalo y aún hoy, todavía perduran en los rastrojos de lo que fue un sueño hecho pesadilla.

Ese es el caso de Humberto Castelló, actual Director del periódico miamense El Nuevo Herald. Su padre el Comandante Humberto Castelló Aldanás del Directorio Revolucionario Estudiantil “13 de Marzo” fue uno de estos actores connotados.

El Dr. Humberto Castelló --médico—participó ya en 1947 en la fracasada expedición de Cayo Confites, como un soldado más, entre muchos jóvenes, unos idealistas y otros con múltiples tendencias políticas que reflejaban las filosofías de la época, en su mayoría de tendencia socialista –-confusas o claramente de inclinaciones marxistas-- y otras de definiciones democráticas pero que eran ambas sólo un muestrario de lo que se pensaba en Cuba sobre la democracia o las dictaduras de derecha e izquierda –las primeras representadas por los espadones militares a lo Odría, Tiburcio Carias, Anastasio Somoza García –Tacho--, Jorge Ubico, Rafael Leónidas Trujillo –Chapitas--, Juan Vicente Gómez o lideres con inclinaciones confusas hacia el fascismo como Juan Domingo Perón, o seudo nacionalistas como Getulio Vargas y otros, que hacen una lista completa casi imposible; y las segundas que se reflejaban con más fidelidad en los campos de batalla de la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y la Revolucion de Octubre –que ocurrió en noviembre—en Rusia, con secuelas en la República de los Consejos en Hungría o la Liga Espartaco en Alemania, que dieron paso luego al imperio nazi alemán-prusiano y otros del mismo corte en múltiples naciones europeas pre-Guerra Mundial.

En Cuba, no obstante lo que el régimen actual imperante en Cuba diga, el marxismo no tenía arraigo alguno sino en pequeños grupos que se movían en las sombras asomando por circunstancias históricas a la superficie y a acariciar el poder en el gobierno constitucional de Fulgencio Batista Zaldívar, producto del Golpe del 4 de Septiembre quien dominó la arena política cubana desde 1934 –- en que derrocó a Carlos Manuel de Céspedes –hijo— hasta abandonarla en 1944 ante otro producto del 30, el Dr. Ramón Grau San Martín, también de inclinaciones socialistas o populistas que lo derrotó el 1ro. de junio de 1944 en la Jornada Gloriosa, como la calificó Eduardo Chibás Rivas. Batista y Grau mantuvieron una relación amor-odio pues unas veces conjugaron sus esfuerzos políticos y otras se tiraron de los pelos, razón por la cual habían transitado por senderos paralelos en los violentos años de 1930.

En ese ambiente Castelló padre se formó y haciendo honor a su tradición democrática, primero se opuso a Trujillo y más tarde a Fulgencio Batista cuando éste dio el Golpe del 10 de Marzo de 1952.

La posición beligerante de Castelló lo llevó a conspirar, asaltar Palacio el 13 de Marzo de 1957 --más propiamente participando en la toma de la estación de Radio y TV CMQ, donde pereció José Antonio Echevarría-- y luego a alzarse con el Directorio Revolucionario Estudiantil en la Sierra del Escambray. Allí obtuvo su grado de Comandante del Ejército Rebelde –en este caso del Directorio.

Al ocurrir el triunfo y la huída de Batista en 1959 Castelló volvió a La Habana –propiamente a San José de las Lajas donde ejercía su profesión y donde se quedó sin hogar pues su vivienda la había ocupado, en su ausencia, un amigo querido Ricardito. Castelló no quiso desalojarlo de allí por afecto y por tanto comenzó a dar tumbos en su vida personal y en su vida política.

En la primera pues se refugió en una habitación en casa del ex Capitán del Directorio Jorge Martin, logrando luego obtener una vivienda modesta en Marianao pasando luego, al igual que muchos otros rebeldes, a un edificio de propiedad horizontal en el Malecón de La Habana cerca del hotel Habana Riviera.

Dicho así pareciera que su actuación no había sido muy modesta pues se beneficiaba personalmente, aunque aún siendo Comandante no tuviera ni ubicación laboral ni aceptación política, tras haberse afeitado la barba serrana frente a la placa que señala donde murió ametrallado José Antonio Echevarría en la calle Jovellar y la calle L, al lado de la Universidad de La Habana. Su motivación –no estar de acuerdo con la actuación del “aspirante” a tirano Fidel Castro. Luego se marchó a San José de las Lajas apartándose de la revolución aunque más tarde se reincorporó a ella.

Cincuenta años son muchos, sobre todo para un régimen dictatorial y tiránico como el de Fidel Castro y tiempo más que suficiente para que los hombres como Castelló, que participaron en ella acometan acciones -–que sin ser violentas, abusadoras o sangrientas— den motivo a críticas políticas por no haberse exiliado, alzado u opuesto al régimen de Castro.
En Costa Rica dicen: “No es lo mismo verla venir que bailar con ella: y esto es aplicable a los actos de los participantes en un conflicto politico tan contradictorio, tan errático, tan personalizado como el de Cuba.

Castelló padre –públicamente – no se arrepintió de su participación revolucionaria. Se adulteró y en cierto modo se prostituyó al no tomar partido contrario al régimen. Fue embajador de Cuba en Panamá y luego en Rumania, aunque terminó sus días –en el ostracismo, a pie y olvidado en un Políclinico de los que hay en La Habana. Cuando se preparaba para ir a Nicaragua para visitar a un hijo, otro, que alli es abogado y ver a Castello hijo –el Director de El Herald—sufrio un infarto que lo puso a disposicion del Supremo Hacedor.

Es más facil criticar, aunque se vea justificado, que tratar de entender lo complejo de las motivaciones humanas. Todos somos culpables del destrozo de nuestra nacion, en una u otra forma. Todos somos culpables de cobardía manifiesta o encubierta, pero no olvidemos que todos somos humanos, y por tanto hechos de la arcilla de los héroes y los cobardes, de los buenos y los malos. Todos tenemos algo de Luzbel y de Lucifer. Todos somos débiles de carne y de espiritu, y contradictorios en nuestras vidas, sobre todo al pasar el tiempo y alargarse la Hoja del Libro de la Vida de cada uno de nosotros. Pero, quien se considere limpio de culpa que tire la primera piedra y tal vez, al hacerlo, también nos juzguen nuestros congéneres misericordiosamente o injustamente.

No es justo que un hecho o múltiples hechos, indicativos a juicio de los críticos de pusilanimidad o de prudencia, segun sea el cristal con que se mira juzquemos a un hijo por el “delito” de ser “hijo de su padre”.

Yo personalmente discrepo de la actuacion de Humberto Castello, hijo, al igual que lo hice en su oportunidad del padre. El Director de El Nuevo Herald ha tomado decisiones que creo yo no hubiera tomado. Pero no sólo discrepo de él, también lo hago de los múltiples periodistas que dan más importancia a su bienestar personal que a su honor y a su ética periodística, pero bueno …¿quién soy yo? ¡Un simple mortal!

Sólo les recuerdo: dejemos a los muertos que descansen en paz. La Historia se encargará–si acaso—de analizar sus vidas y dictar su fallo, pero no podemos olvidar sus actuaciones “buenas” a nuestro juicio ante las “malas” también a nuestro juicio.

"Humbertico" Castelló no tiene la vocación –al igual que muchos—por el sacrificio y la polémica que hizo crisis con la actuación del caricaturista José Varela no es algo nuevo e inédito, sino de vieja data entre el Herald y los cubanos; si lo sabré yo que estuve muchos años allí en el vientre de su redacción. No obstante, me cuesta mucho trabajo juzgar a otros sin pensar lo que pudieran pensar y decir de mí otros que me juzguen. Ni somos perfectos ni la “revolucion” ha durado un año, sino más de dos generaciones, tiempo más que suficiente para que hayamos hecho cosas de las cuales luego, no nos sintamos orgullosos. No defiendo a Castelló–ni al padre ni al hijo—como creo nadie, si no yo, debe defenderme a mí y a mis acciones.

Los cubanos tenemos que aprender a analizar y no a dictar juicios muy festinadamente, pues todavía la debacle cubana nos nubla el intelecto. Y lo más duro es que ni siquiera sabemos cómo terminará esta tragedia griega en el Caribe.