DENUNCIARÁN A OSMANY CIENFUEGOS EN ESPAÑA
Denunciarán a Osmany Cienfuegos en España
Por Luisa Yañez
The Miami Herald
Capturados en la fracasada invasión de bahía de Cochinos, más de 100 hombres adultos y jóvenes, algunos sangrando por sus heridas de batalla, fueron metidos en un semirremolque herméticamente sellado con rumbo a una cárcel de La Habana.
Dos jóvenes, Humberto Martínez y William Muir, de 16 y 17 años respectivamente, recuerdan las escalofriantes palabras de un sujeto que después supieron era el comandante Osmany Cienfuegos cuando subían al vehículo: ``Si se mueren ahí dentro, está bien; así ahorramos balas''.
Martínez, Muir y los demás pasaron las próximas ocho horas amontonados en la oscuridad, con muy poco aire que respirar. Nueve murieron, tirados en el mugriento piso del camión.
Hoy, la poco conocida historia de lo que ocurrió el 22 de abril de 1961 a un grupo de individuos que sobrevivieron es la base de una demanda que se está preparando contra el comandante cubano que hizo subir a los prisioneros al semirremolque.
Quieren que su caso se escuche en una corte española, que ha afirmado tener jurisdicción retroactiva por abusos de los derechos humanos en todo el mundo. Una corte similar encausó al ex dictador chileno Augusto Pinochet.
Quieren que se formulen cargos contra Cienfuegos, que ahora tiene más de 70 años y es un respetado miembro del círculo íntimo de Raúl Castro, y hermano de un famoso líder rebelde, Camilo Cienfuegos.
''Ha llegado la hora de que Osmany Cienfuegos pague lo que les hizo a esos hombres'', dice Mario Martínez Malo, miembro de la Brigada de Veteranos 2506, que está ayudando al esfuerzo en el extranjero.
Martínez Malo ha contratado a un abogado en Madrid, y recientemente reunieron a sobrevivientes del mortífero viaje para filmar sus testimonios de la experiencia de aquel día y del papel que jugó Cienfuegos.
Entre ellos: Martínez, que ahora tiene 62 años y vive en Kendall y dice que los recuerdos lo atormentan hasta hoy. Todavía siente claustrofobia cuando entra a un ascensor lleno. ''Fue una de las cosas más horribles que he experimentado en mi vida'', dice. Muir, también de 62 años, que trabaja como asesor de computación en Kendall, también planea servir de testigo, aunque rara vez habla de lo ocurrido aquella vez.
''En realidad no les he hablado a mis nietos de eso'', dice.Martínez y Muir eran de familias habaneras acomodadas. Ambos tenían un brillante futuro y estudiaban en la prestigiosa escuela jesuita de Belén.
El padre de Martínez era un conocido arquitecto. El de Muir era maestro y descendía de inmigrantes escoceses que se establecieron en Cuba.
Sin embargo, en mayo de 1960 las dos familias huyeron de Cuba rumbo a Miami. Creían que se quedarían poco tiempo, apenas hasta que el régimen de Castro se acabara.
''En Miami esperábamos regresar a la casa'', dijo Martínez. ``Estábamos únicamente de paso''.
Tres meses después, en agosto de 1960, se corrió la voz en la pequeña comunidad exiliada de Miami de que la CIA estaba planeando una invasión a la isla para derrocar al régimen de Castro. En La Pequeña Habana se abrió una oficina de reclutamiento en la que todos los hombres eran bienvenidos.
Martínez y Muir hablaron con sus padres para que los dejaran participar en la misión. Poco después fueron enviados a un campo de entrenamiento en Guatemala. Dos semanas antes de la planeada operación, a mediados de abril de 1961, se reunieron en Nicaragua, de donde partiría la invasión. Pero la mala suerte siguió a los dos amigos. Martínez y Muir fueron asignados a un barco de transporte, el Houston.
A medida que los hombres se acercaban a la isla y empezar a salir de los botes de desembarco, la fuerza aérea cubana comenzó a atacar. Le dispararon al Houston, hundiéndolo parcialmente, y dejándolo sin armas, municiones y alimentos. El grupo tuvo que nadar hasta la orilla.
Los hombres del Houston --a través de transmisiones de radio-- supieron que la invasión había fracasado. Se habían quedado atrapados en el otro lado de la batalla, entre el mangle y el mar. Durante días, estuvieron escondidos en la maleza.
''No teníamos agua ni comida. Y apenas ropa'', expresó Martínez.
Al anochecer del 21 de abril, recuerda Muir, los hombres decidieron salir del pantano hacia la orilla. No pasó mucho tiempo hasta que fueron capturados por las milicias cubanas.
Al mediodía del día siguiente, todos los hombres capturados fueron llevados juntos a La Habana.
Martínez y Muir permanecieron en la fila esperando subir a un camión en la caravana que los llevaría primero a un estadio deportivo de la capital. Todos fueron interrogados por el comandante Cienfuegos.
lyanes@MiamiHerald.com
2 Comments:
Usted no es un interlocutor serio y ofende con sus expresiones. Usted tiene bastante confusión en lo que es la Libertad de Expresión; nadie está obligado a responderle a usted.
Fidel Castro atacó un cuartel con premeditación, nocturnidad, vestidos con uniformes militares, etc., y mataron a más de 20 militares; sin embargo Fidel y los otros atacantes del Cuartel Moncada fueron tratados a todo lujo en la prisión; eso está reflejado en las Cartas de presidio de Fidel Castro. Ellos cumplieron menos de dos años de prisión y recibieron una amnistía y ellos decidían si se quedaban en Cuba o no; nadie los presionó.
Los invasores de las tropas Castristas que desde FEBRERO de 1959 invadieron a Panamá, Nicaragua, etc.. fueron capturados y devueltos a los pocos meses a Cuba sin haberlos maltratados físicamente y sin haber muerto ninguno después de los capturados.
La Brigada Expedicionaria 2506 compuesta en el más del 99% por cubanos, fueron a combatir a una dictadura impuesta de facto que solamente en 1976 hizo unas elecciones ilegítimas y manipuladas que no respetan ni la misma Ley Electoral que ellos impusieron. La tiranía cubana en sus ¨misiones internacionalistas¨ invadiendo países usaron no pocas veces la logística soviética. También le recuerdo que la URSS le suministraba desde muy temprano de manera gratuita las armas, transporte, etc. a las tropas Castristas, sin ser el régimen Castrista un gobierno elegido democráticamente por el pueblo y democrático en su ejercicio.
nadie está obligado a responderle a usted ni publicarle.
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