COMPARACIÓN IGNOMINOSA
Comparación ignominiosa
Por Nicolás Aguila
No suena afortunada la comparación entre el Muro de Berlín y la valla fronteriza que se proyecta construir entre Estados Unidos y México.
Recordemos que el primero fue construido para evitar la fuga a Occidente de los alemanes orientales, prisioneros en su 'paraíso comunista', mientras que la muralla en la frontera sur norteamericana busca impedir la entrada de inmigrantes ilegales y posibles terroristas. No es poca la diferencia.
Aun cuando las autoridades mexicanas no se muestren nada tolerantes con los ilegales que ingresan a su país (a los cubanos, por ejemplo, los persiguen y deportan sin compasión), podría entenderse su indignada reacción ante la firma de la llamada Ley del Muro, puesto que les limita la exportación diaria de miles de indocumentados hacia el vecino del norte. Las remesas enviadas por sus nacionales en Estados Unidos son un importante rubro en la economía de México.
Más difícil de entender resulta la siguiente declaración de Felipe Calderón, formulada días atrás durante una visita a Canadá: "La humanidad cometió un error con el muro de Berlín y Estados Unidos comete el mismo gran error al erigir un muro entre nuestros dos países."
A la demagogia trivializadora, el presidente electo añade una buena dosis de ignorancia histórica. No fue la humanidad la que erigió el Muro de Berlín, sino el sistema oprobioso impuesto desde fuera en la antigua RDA.
Más que un error de los soviéticos, ésa fue la mejor solución que encontraron para que el sector este de Berlín no se les convirtiera en una ciudad fantasma y eventualmente llegara a despoblarse toda la Alemania Oriental. Hubieran sentado un precedente muy extraño gobernando un país deshabitado, de ahí que optaran por la infamia de partir en dos la urbe separando familiares y amigos durante casi 30 años.
En realidad, el error se le puede atribuir con más razón al presidente Kennedy, por haber proyectado inicialmente una imagen de debilidad y por no haber reaccionado a tiempo ante la política de hechos consumados. Su apocamiento en Bahía de Cochinos en 1961, más su titubeo meses después en la reunión de Viena con el premier ruso Nikita Jruschov, fue lo que preparó el terreno ese mismo año para la erección del funesto muro.
Como corolario, la actitud pasiva ante la imposición soviética en Berlín condujo posteriormente a la Crisis de los Misiles. Jruschov era un perro viejo de la Guerra Fría y tenía buen olfato para percibir la indecisión y el miedo. Fue por eso que se atrevió a instalar sus cohetes en Cuba en 1962, en un intento por modificar el statu quo y alterar el equilibrio de fuerzas que puso el mundo al borde de la hecatombe nuclear.
A la larga, sin embargo, la división de Berlín resultó. Estratégicamente, evitó las peligrosas tensiones producidas por el roce continuo entre el este y el oeste, además de definir la competencia entre los dos sistemas a favor de Occidente. El Muro de la Infamia se convirtió en un monumento a la ineficiencia y la opresión del 'socialismo real'. El hecho de que los comunistas levantaran un muro para que no se les escaparan sus súbditos y que encima muchos se arriesgaran a saltarlo en fugas espectaculares, lo decía todo.
De ahí que Ronald Reagan --desoyendo el consejo de sus asesores en su histórico discurso ante la Puerta de Brandenburgo en 1987-- no vaciló en retar a Gorbachov a echar abajo el muro. El entonces presidente de Estados Unidos estaba dándole el primer mandarriazo al símbolo más visible y grosero de la Cortina de Hierro que mantenía cautiva a media humanidad.
Llamarle ‘Muro de la Infamia’ al que durante décadas impidió a los berlineses del este visitar a familiares del otro lado de la ciudad, no era un simple recurso de la propaganda anticomunista. Era la justa denominación de una barrera contra la libertad y la dignidad del ser humano.
Llamarle así a una muralla que construya una estado soberano en su frontera con el fin de evitar la entrada de ilegales o terroristas, constituye una banalización de esa tragedia.
Si los judíos rechazan de plano todas las comparaciones banales con el Holocausto, los que hemos vivido bajo la tiranía estalinista tampoco debemos permitir que se trivialicen los horrores del comunismo.
Comparar el Muro de Berlín con la proyectada valla fronteriza entre México y Estados Unidos es mucho más que un ejercicio de desinformación. Es una verdadera ignominia.
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