jueves, noviembre 23, 2006

JUAN GUALBERTO GÓMEZ: UN HÉROE FRENTE A LA CENSURA

Nota delBlogguista

Un artículo que nos ayudaría mucho a ser más tolerantes con los que hoy tienen puntos de vista diferentes a los nuestros en cuanto al camino para llegar a la liberación y a la independencia del pueblo cubano.

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Juan Gualberto Gómez: un héroe frente a la censura






Por Carlos Manuel Estefanía.




Negro, Intelctual e independentista

Difícil es encontrar a un cubano de mediana cultura, que no haya escuchado hablar de Juan Gualberto Gómez (1854-1933). Muchos saben de su amistad con José Martí y del papel jugado como representante en la Isla del Partido Revolucionario Cubano, en el desencadenamiento de la última guerra entre cubanos y españoles (1895-98). Menos se conoce del Juan Gualberto publicista cuyo talento enorme, venció los prejuicios que en la época marginaban a los llamados hombres de color, del mérito de no haber dejado a los suyos en la estacada, de haber luchado, tanto como por la independencia de Cuba, por la igualdad ente afro y euro cubanos. Y quizás aún menos se sepa del coraje cívico con que enfrentó la censura, defendiendo su derecho a promover ,públicamente y por la vía pacifica, la idea de una Cuba Libre.

Debe Juan Gualberto Gómez su primera formación intelectual a la escuela habanera de Nuestra Señora de los Desamparados; estaba dirigida por Antonio Medina, considerado el José de la Luz y Caballero de los negros de Cuba. En 1869 sus padres lo mandaron a Francia para aprendiera el oficio de carruajero, Sin embargo allí torció el camino de obrero convirtiéndose en corresponsal de diarios belgas y suizos. Radicaba en París, el joven cubano cuando conoció e hizo de traductor a los independentistas Francisco Vicente Aguilera y Manuel de Quesada, quienes le convirtieron al independentismo.

La Paz del Zanjón encuentra a Juan Gualberto en México, donde había establecido amistad con el demócrata y abolicionista Nicolás de Azcarate. Ambos regresarán a Cuba y será en el bufete donde de Azcarate donde Juan Gualberto conocerá a José Martí. Entre 1878 y 1880 Juan Gualberto Gómez conjugará la lucha ideológica contra la esclavitud y por la igualdad de los hombres negros, con la conspiración independentista. Es por ello, por sus vínculos con la llamada Guerra Chiquita que terminan Martí y Gómez arrestado.

JGG es deportado a Ceuta en 1880. Allí le encierran en el Castillo del Hacho. Afortunadamente, Azcarate contacta a quien será un verdadero protector para Gómez, Rafael María de Labra Cadrana (1840-1918). Se trata de un ilustre habanero, trasladado a la península de niño, cuya vida política y fama se desarrolló en España, en donde se convirtió uno de los más importantes ideólogos del liberalismo, el anti esclavismo y la autonomía para Cuba y Puerto Rico. Labra, hizo las gestiones necesarias para sacaran al cubano de esa cárcel ampliándose poco a poco su espacio de libertad, primero dentro de Ceuta, luego en toda España, hasta que por fin, en 1890 se le permite a Gómez regresar a Cuba,

Hay que decir que lo mismo en Cuba que en Madrid, Gómez figuró en las redacciones de importantes periódicos. En Cuba fue redactor de La Discusión, bajo el mando de (Adolfo Márquez Sterling), , La Fraternidad y La Igualdad (que él mismo dirigiría), La revista Cubana, de cuya sección política se hizo cargo. En Madrid Juan Gualberto Gómez fue jefe de redacción de El Abolicionista, luego sustituyó a su antiguo mentor, Rafael María de Labra, en la dirección de La Tribuna. Así mismo fue editorialista y cronista parlamentario de El Pueblo y El progreso. Los artículos publicadas en el últinmo aparecerán compilados en su libro La Cuestión de Cuba, publicado en Madrid en 1884.1

La situación política cubana en aquella época estaba marcada por la oposición entre los partidos nacidos tras el Zanjón. Uno de los más importantes era La Unión Constitucional, un partido que buscaba la aplicación íntegra en Cuba de la Constitución de la monarquía, buscando así la asimilación de la isla las demás provincias españolas. Así mismo este partido favorecía tanto la abolición de la esclavitud como una inmigración según las necesidades particulares de braceros que tuvieran los empleadores. El partido tuvo como presidentes, primero al conde José Eugenio Moré, luego, en los años 80 al marqués Julio de Apesteguía

Por su parte el Partido Liberal de la Isla de Cuba, tuvo en su directiva un connotado grupo de intelectuales, entre ellos figuras como Rafael Montoro, Raimundo Cabrera y por un tiempo Enrique José Varona. Poco a poco se fue perfilando y se hizo llamar autonomista. Si bien exigía la pronta emancipación de los esclavos, no estaban exento fuertes tendencias racistas dirigidas de manera manifiesta, tanto contra la población negra como la asiática. Recomendaba el partido una inmigración exclusivamente blanca –lo mismo había pedido Carlos Manuel de Céspedes cuando se alzó en armas-, fundamentalmente familiar. En términos políticos, lo que formalmente se presentaban como liberales cubanos, solicitaba la extensión de todos los derechos constitucionales, a los nacidos en Cuba, a saber libertad de imprenta, de reunión y asociación, inmunidad del domicilio, del individuo, de la correspondencia, la propiedad, libertad religiosa, de ciencia y de enseñanza, así como la admisión de los cubanos a la par que los demás españoles en los cargos públicos. Al mismo tiempo se pedía, que la extensión de las leyes constitucionales, tuviera en cuenta las particularidades de la isla, y que esta se hiciera en sentido de la mayor descentralización posible dentro de lo que se consideraba la unidad nacional española.

Aunque en principio, constituidos sobre bases liberales, estos partidos evolucionaron en diversos sentidos, la Unión Constitucional se hizo mas conservadora, agrupándose en ella elementos decididamente integristas. Por su parte los liberales, orientados a una autonomía similar a la Canadiense, y respetuosos siempre de la ley, se perfilarán como un partido abolicionistas, descentralizador y democrático. La organización, acogió en su seno, tanto a reformistas de toda la vida, como a antiguos revolucionarios desencantados de la guerra, como a separatistas que no encontraban mejor manera de hacer política que dentro de las filas de esta organización, sobre todo en la sección oriental, de la que se decía que era de autonomistas por fuera y separatistas por dentro. Es por ello que al estallar la guerra del 95 se den situaciones tan confusas como el alzamiento militar, no en nombre de la independencia sino del autonomismo. Así ocurrió con José Miró y Argenter en Holguín, y con el jefe de los alzados en Baire, el coronel Jesús Rabí, quien mandó a confeccionar una bandera española con franjas blancas. Era la representación de la autonomía, tal y como la había diseñado el autonomista santiaguero Alfredo Betancourt.

En lo que sí fue consecuente este partido fue en su lucha por la abolición de la esclavitud, aunque no tanto en la demanda de la igualación de derechos entre blancos y negros. Por ejemplo, cuando Juan Gualberto se dirigió a la Junta Central del Partido Liberal autonomista recabando una moción de apoyo al Directorio de la Clase de Color, esta no se recibió. No es que no hubiese habido un debate interno, si lo hubo, entre los liberales que creía en la necesidad de ganar el voto negro y aquellos que consideraban que la integración forzada por la ley entre negros y blancos sería un atentado a la libertad de los segundos.


Por la independencia, sin revolución

Juan Gualberto Gómez vuelve a publicar en Cuba su periódico La Fraternidad, es allí donde pone a prueba, cuan cierta era la libertad de imprenta que formalmente imperaba en Cuba. Lo hace con artículos de claro tiente independentistas, pero en ningún caso promotores de un nuevo alzamiento. El 15 de septiembre de 1890 aparece en el periódico un trabajo de su autoría titulado: “Separatistas . Sí; Revolucionarios, no”. En este trabajo el redactor comienza señalando el fracaso de las políticas presentadas en Cuba tanto por el partido conservador como el liberal. Luego se defiende de la imagen de “revolucionario sistemático” , “demoledor de oficio”, y partidarios de la guerra inmediata entre los cubanos y los españoles, que sus oponentes habían divulgado en la prensa. Juan Gualberto Gómez, sin la menor intención de retractarse por lo que haya podido haber escrito o decir en otro momento, plantea que no cree –sin dudas en ese tiempo- que se hayan agotado las posibilidades del método pacifico. Así mismo reconoce que aunque se quisiera, no podría realizársela guerra con seguridades de éxito. Esto no quiere decir en la opinión del redactor, no haya en la isla el odio suficiente como para que aparezca un caudillo capaz de desatar un levantamiento, mas o menos prolongado, bajo el grito de Libertad.

A diferencia del Juan Gualberto Gómez, que conspiró con Martí antes y que volverá a hacerlo después, el Juan Gualberto Gómez de ahora es capaz de diferencia separatismo de revolución. Considera que no se llega a la independencia sólo a través de la guerra sino que existen posibilidades para el separatismo, utilizando la legislación vigente:

“ No pedimos a nadie que empuñe las armas. que procure derrocar por la fuerza el orden legal establecido. Nada de eso, que es lo que la Constitución proscribe y el Código y el Código penal castiga, lo hacemos ni intentamos.
Amparándonos en nuestro derecho de ciudadanos españoles, podemos desear y hasta peticionar, para que las Cortes con el Rey, como marca el precepto constitucional decreten el abandono de la Isla, por venta o cesión, o de cualquier otro modo.
Amparándonos en la ley de imprenta, podemos tratar de convencer a los habitantes de la isla y a los de la metrópoli que ese debe ser el término de la evolución colonizadora de España en Cuba.
Amparándonos en la ley de asociaciones, podemos procurar constituir un grupo que accionen en análogo sentido, que centralice las adhesiones y encause los esfuerzos que en pro de esa acción se realicen.”

Y más adelante señala las garantías que merecen los cubanos, en su condición de ciudadanos españoles” para abogar, pacíficamente, por la independencia:

“”a quienes se puede encarcelar y fusilar cuando conspiremos y nos sublevemos; pero a quienes no se puede, sin evidente atropello, impedir como al resto de los españoles, manifestemos, por medios legales, nuestra voluntad y nuestras aspiraciones, siquiera éstas sean la separación de Cuba de España”2

Juan Gualberto Gómez también advierte lo que ocurriría si cambiasen las circunstancias, si fueran cerradas las vías legales; entonces la revolución se impondría como solución inevitable. En ese sentido había una coincidencia entre Gómez y Montoro, quien también fue partidario de la más absoluta libertad de prensa, en el caso del autonomista, como una manera de conocer precisamente donde estaban los peligros contra la sociedad.

Una vez expuesto su derecho a defender las ideas del separatismo, Juan Gualberto Gómez, pasará a explicar a sus lectores, el sentido del independentismo preconizado, lo hizo en un artículo publicado en de La Fraternidad el 23 de septiembre de 1890 bajo el título de ¿Por qué somos separatistas? Será este trabajo el que podrá en evidencia la disposición que tenían las autoridades de la isla para atropellar la libertad de pensamiento. En el segundo artículo, el periodista cubano comienza refutando a quienes ven en el odio a España la causa del separatismo. Gómez explica que no se trata, ni si quiera, de que los cubanos hayan dejado de amar la nación peninsular, sino de los antagonismos radicados objetivos causados por las diferencias morales, políticas, sociales y económicas existentes entre la metrópolis y su colonia caribeña. La primera diferencia, según el publicista, radica en el carácter europeo de España, así como los hábitos guerreros de su pueblo adquiridos en la lucha contra cartagineses, romanos y moros, en resumen, en un pueblo que lejos de encontrar en la religión el contrapeso a su belicosidad, degeneró con ella en un oscurantismo que atrofia la inteligencia. Cuba por el contrario, tiene un pueblo americano en el que nada favorece ni el instinto guerrero, ni el fanatismo religioso. Esta nación de curas y soldados poco tiene que ver con la que se ha gestado en Cuba, donde ni el hijo de español se siente “español”, ni el hijo del africano, africano” sino que ambos se identifican a sí mismos y frente a sus padres, como cubanos. Por otra parte, afirma el independentista, la vida económica, social y jurídica de la metrópolis está marcada por la tradición y la costumbre, allí apenas hay espacio para la innovación. Cuba en cambio, dado lo poco que recibía de la península, aprendió a tomar del extranjero enseñanzas y ejemplos. La isla, liberada de obstáculos que existen en España, pudo adelantársele en la adquisición de progresos técnicos, tales como las vías férreas y la electricidad, por no hablar de las buenas maneras traídas por los franceses. Hasta en el campo intelectual marca Juan Gualberto Gómez la diferencia, considerando que el movimiento científico, literario y filosófico de los cubanos no tiene nada de español:


“Aquí, hasta estos últimos treinta años, nada o poco nos trajo [España] Siendo consecuencia de ello que nuestros literatos, nuestros pensadores, nuestros hombres de ciencias, han tenido que pedir también al extranjero los elementos de su saber y la fuente de sus inspiraciones, bien es verdad que en ese orden poco podía darnos; porque vivía, gracias a sus guerras, así civiles como internacionales, en atraso lamentable. Nuestro Don Pepe [El maestro José de la Luz y Caballero] disertaba con genial acierto sobre Filosofía alemana mucho antes de que Sanz del Río empezara a introducirla en España. Y cuando todavía la península Santo Tomás era un oráculo y Balmes el vademécum de los que estudiaban materias filosóficas, aquí era corriente analizar a Cousin, leer a Augusto Comte, y a Stuart Mill, y comparar el métodos de Krause con el de Kant”3.

Otra contraposición que señala Juan Gualberto Gómez es la del monarquismo presente en la savia española frente al ideal republicano que con fuerza prendía en Cuba, recuerda que se trata la isla de un país sin auténticos aristócratas, ya que los que aquí tienen abolengo no tienen dinero, mientras que aquellos que son opulentos, en realidad se ha hecho del titulo nobiliario comprándolo en Castilla, después de haber ganado millones con el tráfico y el comercio:

“ Una nobleza que gana sus pergaminos en los campos de batalla o en las grandes faenas administrativas puede ser útil apoyo para el poder real, porque impone siempre respeto. Pero la que lo alcanza como la que en la actualidad poseemos en Cuba, poco servicio puede prestar, porque empieza ella misma por no tener fe en la virtualidad del principio aristocrático”4

Tras resumir las grandes diferencias entre cubanos y españoles, el periodista asegura que ha llegado la hora de la separación y que esta debe ser con un “cordial abrazo de despedida”.
Al cierre de este trabajo, Juan Gualberto promete demostrar, en un nuevo artículo, como hasta los peninsulares radicados en Cuba estarían interesados en la solución que él propone para todos.

Ya fuera por las verdades dichas, por la altivez con que lo hizo, o por el hecho de que un ambiente de medias libertades, la de prensa puede resultar demasiando subversiva, lo cierto es que ¿Por qué somos separatistas? no fue pasado por alto por las autoridades de la isla, entonces encabezadas por el General Polavieja, gobernador de la Isla. Un día después de su publicación, el Celador del barrio del Templete se apareció en la redacción de La Fraternidad con un mandato judicial ordenando el secuestro del número de en que apareció el articulo separatista, llevándose además a Juan Gualberto Gómez para que compareciera ante el Juzgado de Guardia. Allí conoce Juan Gualberto de la acusación en su contra por el delito de proposición de rebelión. El director de la Fraternidad defenderá su inocencia desde las paginas del mismo periódico, lo hace con el artículo, publicado el 27 de septiembre bajo el título de “ Las torpezas del adversario”. La rúbrica fue tomada por Gómez de una frase de su amigo y valedor Rafael María de Labra, quien solía decir que en los asuntos políticos hay que contar un poco con la torpeza del adversario, y sin duda alguna los enemigos del separatismo cometían una gran torpeza al encarcelar al publicista por decir lo que pensaba. No le será difícil pues al cubano, demostrar lo improcedente del proceso que se le seguía, sin que en realidad hubiera el propuesto a nadie, ni en publico ni en privado, que se alzara contra el gobierno alguno, proclamado como hecho la independencia de Cuba, y mucho menos intentado destronar al Rey, los actos que entonces eran tomados por rebelión. De todos modos y pese a su inocencia, Gómez fue reducido a prisión, negándosele la libertad bajo fianza.

Ocho meses debió pasar en la cárcel el separatista, a pesar de la honesta defensa realizada por Antonio San Miguel y Segala. Gómez apeló la sentencia pronunciada por la audiencia de La Habana, llevando su caso de “provocación a la Rebelión” al tribunal supremo de España Allí una vez mas apareció como un ángel salvador Rafael María de Labra quien lo defendió con tanto éxito que el 21 de noviembre de 1891 el tribunal declaró con lugar el recurso de casación impuesto contra la sentencia pronunciada contra Gómez en la Sala Criminal de la Audiencia de la Habana. La nueva sentencia quedó firmada por Emilio Bravo, Mateo de Alcocer, José de Aldecoa, Miguel de Castells, Diego Montero de espinosa, Rafael Solís de Liébana y Luis Lamas. Con ella no sólo se logró la libertad de Juan Gualberto Gómez sino incluso que se declarara, abiertamente, la consideración de que la defensas de las ideas separatistas era perfectamente legal, siempre y cuando la excitación a realizarla no se dirigiera a los Poderes, sino a un partido o a las masa. Hay que reconocer que los jueces de aquella monarquía al declarar lícita la exposición publica de ideas políticas tan “perjudiciales” daban una lección, una clase de respeto por la libertad de expresión, que ni la Cuba republicana, ni la socialista, han sido capaces de asimilado hasta los días de hoy.

En cuanto al riesgo y el sacrificio de Juan Gualberto Gómez. Debemos decir que este no fue en vano. Al amparo de la sentencia dictada sobre su caso en Madrid, la isla se llenó de periódicos separatistas, y los independentistas, cubanos, amparados en el presente sentado Gómez pudieron declarar libremente sus ideas, siempre que no apelaran a la violencia para realizarlas.




1 Remos, Juan J) La literatura, en Historia de la Nación Cubana, Libro Sexto, La Habana, 1952, Editorial Hisotira de la Nación Cubana S. A pp. 357-359]
2 Gómez Juan Gualberto, “Por Cuba Libre, La Habana, 1954, oficina del historiador de la Ciudad. p 245
3 Gómez Juan Gualberto, Porqué somos separatistas, en Machín Anna Núñez, Clásicos del Periodismo Cubano, editorial de Ciencias Sociales de La Habana pa 124,
4 Gómez Juan Gualberto, Porqué somos separatistas, en Machín Anna Núñez, Clásicos del Periodismo Cubano, editorial de Ciencias Sociales de La Habana pa 125