viernes, diciembre 01, 2006

ENTRE LA FIESTA Y EL FUNERAL

Entre la fiesta y el funeral



Por Julio Estorino





Por más que uno trate, es prácticamente imposible escapar de las especulaciones y conjeturas que se tejen sobre los actos que tendrán lugar este sábado en La Habana, si Dios no dispone otra cosa. ¿Estará Fidel Castro presente en la tribuna presidencial? Si allí estuviera, ¿cómo estará?... ¿Cadáver andante?... ¿Enfermo en recuperación?... ¿Será éste el grandioso último acto de su vivísima megalomanía o acaso el principio de un mefistofélico retorno suyo al poder pleno?...

Por otra parte, ¿puede Raúl Castro permitirse el riesgo de no tener a su hermano allí, aunque sea embalsamado?... ¿Resistiría su débil interinatura la conmoción que suscitaría la ausencia del déspota mayor?... ¿Qué pasará?

No es aventurado predecir que, salvo que la muerte se impaciente y se adelante súbitamente a la convocatoria cumpleañera, Fidel Castro estará allí aunque para ello tengan que almidonarlo cuatro veces o amarrarlo a un dos por cuatro y, si en algo ha mejorado su estado de salud, pues con mayor razón. Gritará un “¡Patria o muerte!”, si puede, o alguien le moverá la mano para que haga el pollito, pero allí estará, maquillado e impenitente, para que los cubanos alucinados por el mito crean que es cierto eso de que “yerba mala nunca muere”. Pero, claro está, pudiera ocurrir todo lo contrario.

Los cubanos debiéramos saberlo, pero nunca es ocioso repetir a propios y extraños lo que la experiencia enseña: en Cuba todo es posible. Cualquier situación que pueda aventurarse, no importa cuan descabellada pueda parecer, tiene posibilidades de factibilidad en un lugar donde todo el poder y todo el control se concentran en las inescrupulosas manos de unos pocos. Del fingimiento a la manipulación, del disfraz al veneno, de cualquier puesta en escena a cualquier orquestación de lo aparentemente espontáneo o repentino, todo, repito, todo se puede esperar.

Así pues, no es exagerado decir que a estas alturas del cuento, nadie puede estar completamente seguro de qué es lo que se prepara para este sábado en Cuba: la fiesta, o el funeral; el cumpleaños o la despedida. Quizás la dos cosas, si es que hay tiempo para ambas. Y si bien no sería prudente restarle importancia al ya próximo acontecimiento, no por aparatoso menos patético, tampoco es cosa de sacarlo de proporción, ni de dejarnos arrastrar por las expectativas.

Como indicio del rumbo que pudiera tomar a corto plazo el acontecer cubano, hay que prestarle atención al show cuyos detalles se ultiman ahora. Sin embargo, sería desacertado quedarnos en eso, pues lo que allí se presente no es ni ha de ser el nudo gordiano de la cuestión cubana.

La cuestión cubana va más allá de la vida del tirano cuyo fin ocurrirá más pronto que tarde. Poco importa que Castro muera, si el castrismo sobrevive. Poco importa si enterramos su cadáver, pero no su trágico legado.

Por eso es que tenemos que repetir hasta el cansancio que lo importante no es el tirano, sino la tiranía. Que nuestra lucha no es contra un hombre, sino contra un sistema. Que la sucesión que se va asentando en Cuba no es aceptable, ni de ella puede esperarse nada bueno. Que el continuismo no es la solución, sino la renovación del problema.

Y más que decir todo esto, tenemos que actuar en consecuencia. Insistir en y trabajar a favor del cambio real. Demandar hasta el cansancio la liberación de todos los prisioneros políticos, el respeto a los derechos humanos, la puesta en marcha de un real proceso democrático. Reforzar el apoyo a la disidencia, transmitirle a los militares y funcionarios no comprometidos en actos criminales, que la liberación es también para ellos, extender la mano franca a los que pudieran convertirse en agentes de cambio dentro de la isla, advertir sin tregua a la comunidad internacional de sus responsabilidades en cuanto al destino de los cubanos. Decirle a los castristas y a su comparsa, a los indiferentes y a los oportunistas, a todo el mundo y su tía que a los cubanos no nos interesan la fiesta ni el funeral. Que queremos, simplemente, ser libres y por ello luchamos.

Y que tan justa aspiración merece más atención que el patético espectáculo de este sábado en La Habana, sea fiesta o funeral.