miércoles, enero 17, 2007

FRAGMENTO DE LAS PALABRAS DEDICADAS A LA PINTURA ¨EL GRAN APAGÓN ¨EN EL HOMENAJE A PEDRO PABLO OLIVA EN EL DÍA DE LA DIGNIDAD PINAREÑA

FRAGMENTO DE LAS PALABRAS DEDICADAS A LA PINTURA ¨EL GRAN APAGÓN ¨EN EL HOMENAJE A PEDRO PABLO OLIVA EN EL DÍA DE LA DIGNIDAD PINAREÑA


Por Dagoberto Valdés Hernández


¨.... Hasta que llegó aquella noche de la década del noventa, en la Galería de la casa de alto puntal de la esquina del Parque de la Independencia; era la presentación en sociedad de una monumental obra que había sido creada, como todo lo grande, desenrollando sobre el escaso suelo de la casa de su madre, esta especie de rollo veterotestamentario pero con entrañas proféticas. Unos decían o callaban que era obra del doliente Jeremías, lamento y rebeldía, incluso contra Dios. Otros, que había salido de la esperanza de Isaías, profeta de la realidad y de la redención venida del mismo tronco retoñado de una aldea como Pinar, o menor. Otros que era obra del profeta Daniel, por supuesto, en el foso de los leones y aún con vida. Yo quise ver al profeta Ezequiel en su capítulo 37, en la visión de aquel campo de huesos secos, que van cubriéndose de tendones y músculos, de piel y color, de vida y resurrección, reunidos en un túnel umbroso, desde la más variopinta y desconcertante realidad de un país en apagón, pero con una luz de quinqué en la palabra y una esperanza inclaudicable en el pecho. Así contemplaba a mi personaje preferido, aquel hombrecito que hace equilibrios entre las antípodas del miedo y la esperanza, entre los lagartos y la altura, al margen superior, como resistiendo ser sacado del lienzo, pero aún de pie.
Aquella noche de 1994, fui con el Obispo Siro, el entonces Padre Manolo y Yenia y Ortiz a la Galería, pude ver el rostro de lo innombrable, el estupor de la evidencia, el secreto gozo de quien ve su vida y la de su pueblo consagrados para siempre en lo que he tenido la convicción de llamar “el Guernica de Cuba”. Nos rodeaban ojos salidos del cuadro que escrutaban las reacciones de la sala, los sentimientos, la complicidad que siempre va de la mano del temor y del gozo de estar viviendo en la verdad… y ojos que salían de sus órbitas en la sala y chocaban en el lienzo, una y otra vez, como los de Tomás el apóstol, incrédulo y creyente, dudoso y perseverante, hombre al fin que necesitaba meter el dedo en la llaga para ver y creer. Y vimos y creímos, y para mayor Gracia vivificante, hoy Pinar del Río cuenta –espero que para siempre- con esa llaga luminosa que es El Gran Apagón, que es la huella de los clavos de este pueblo crucificado y que Pedro Pablo Oliva ha convertido en evidencia de la resurrección de nuestro pueblo para los siempre dudosos Santo Tomás de nuestro tiempo y de los tiempos por venir.
( detalles: Fidel muerto con atributos papales del poder vitalicio, la tribuna vacia, los ¨camaleones¨ que cambian de color según las diferentes situaciones, los ojos vigilantes de la Seguridad del Estado, los ángeles caidos o ¨tronados¨, los cuatro disidentes que escribieron ¨La Patria es de Todos ¨, los que tienen los ojos vendados, el puñal que pende sobre nuestras cabezas, cual espada de Damocles, etc. )
Para todo artista hay siempre dos caminos y dos opciones, como para todo hombre y mujer en el arte de vivir:
- Mientras está en la sombra y la penuria debe escoger entre amargarse y desistir o “clavándose en la sombra, chupando gota a gota el jugo vivo de la sombra”… “hacer para arriba obra noble y perdurable”-como nos dice Dulce María. Pedro Pablo escogió la sombra del apagón para encender el quinqué de lo perdurable. Y acertó.
- Y cuando el artista logra “hacer para arriba” y viene el tiempo de la fama y la bonanza, entonces le toca escoger entre exiliarse en un mundo de oropel, individualismo y falacias, casi siempre cerca de los que pueden y tienen… o encarnarse en el humus de la gente, de su pueblo, y servirlo sin pretensiones de suficiencia ni panfletos mesiánicos. Esto ha hecho Pedro Pablo Oliva, siguió siendo aquel escurridizo joven a ras de suelo, pero puso sus talentos a producir. Y acertó.
Y sin mucho ruido, tanteando, incluyendo, inventando, debatiendo, excusando, promoviendo, se ha convertido en hacedor de puentes, en compañero de camino de tirios y troyanos, en espacio adelantado de lo que Cuba será, si Dios y los cubanos queremos.
Y así vimos surgir, literalmente de las ruinas, el espacio de una Casa-Taller. Verdadera batalla de molinos y permisos, de trabazones y alquitrabes, de infinita paciencia del artista que, a pie enjuto, atravesó el Mar Rojo de salvar, reconstruir, rediseñar los espacios físicos, al mismo tiempo que salvaba, reconstruía, rediseñaba esa otra “casa-taller de la subjetividad cívica” que es el tejido de la sociedad civil de esta pequeña ciudad, capital de lo más occidental y “reserva moral de la nación” como la han calificado el Cardenal de La Habana y el inolvidable Juan Pablo II al sobrevolar la cola del caimán.
(Pedro Pablo Oliva leyendo las palabras de agradecimiento)
He peregrinado personalmente al santuario del Gran Apagón y el inapagable quinqué de nuestra cubanía, unas veces con insignes huéspedes del Centro Cívico y Vitral y otras con entrañables y sencillos conciudadanos que van a encontrarse con el mágico reflejo de su propia existencia iluminada por la humilde luz del alma de un artista que no ha perdido, ni la ingenuidad vigilante y sigilosa de sus ojos sobre Cuba, ni ha abandonado el inseparable terruño pinareño, ni ha dejado que los años lo separen de los vigorosos y reiterados símbolos de la fecundidad, que aparecen en sus obras juntos a lagartos y personajes de nuestro tiempo, como verdaderos signos de vida y virilidad que tiene la misma raíz de la virtud, pero sin machismos ni bajezas. Su obra es un retrato de la Cuba de ahora que anuncia con serena laboriosidad la Cuba por venir. ¨