CHAVEZ, CHAVIANDO EN LA HABANA // EL SÍNDROME DE LA HABANA
CHAVEZ, CHAVIANDO EN LA HABANA
La Habana
Cubanet
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José F. Sánchez
Analista
Jefe de Buró
Cuba
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Febrero 4, 2007
Cuando el diario El País, de España, destapó la caja de Pandora con informaciones referentes a la salud del ex gobernante de Cuba, Fidel Castro, el 16 de enero, aquello, tal vez porque nunca ha dejado de ser de los de abajo en esta isla, me pareció absurdo.
A los muertos hay que dejar que los entierren, y si son muertos malos que los entierren por más de mil años. Ya eso ocurrió en otra época de la creación. ¿Por qué tiene que ser diferente en estos tiempos?
Ahora el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, vino a La Habana, sacó nuevamente a su amigo Castro a la luz pública, y dio el parte sobre la salud del ex gobernante: "Buen humor, buen rostro, buen ánimo, una claridad -como siempre- en las ideas. Ahí está Fidel de pie, completo, y pido a Dios que se siga recuperando".
Chávez, en buena medida, rompió el secreto de estado que el gobierno había declarado en relación con la salud de Castro. Si estas no fueran cuestiones de la casta gobernante, pudiéramos decir que Chávez se está inmiscuyendo en los asuntos internos de Cuba.
Aunque eso es mejor verlo dentro del contexto de lo que sabe hacer Chávez: chaviar. Claro, también puede ser que él se haya creído lo que dijo no hace tanto uno de los voceros de la casta, Carlos Lage, en Caracas, quien festinadamente declaró que Chávez también es presidente de Cuba.
De todas formas, las claverías de Chávez en La Habana no están entre las cosas que tienen algún matiz de trascendencia en la Isla. Lo más importante que ha ocurrido a nivel del país en estos días fue la protesta de un grupo de intelectuales por la aparición en TV de tres personas que ellos califican como máximos exponentes del "quinquenio gris" dentro de la cultura, porque aunque no señalaron a los verdaderos inquisidores, que se decidieran a protestar es algo encomiástico.
Lo otro de interés, esto a nivel de gobierno, es la poca participación en actividades propias de su cargo que ha tenido Felipe Pérez Roque. No estuvo en la toma de posesión de los presidentes de Ecuador y Nicaragua, ni en la reunión del Caribbean Community and Common Market (CARICOM).
Sí estuvo Pérez Roque en el recibimiento a Hugo Chávez, pero en la foto publicada en el periódico Granma, no aparece. En la que publicó el otro diario nacional, Juventud Rebelde, el ministro aparece de espalda.
Todo indica que el "mejor intérprete del pensamiento de Fidel Castro" no está pasando por una etapa de gloria. Creo que ese señor, en su momento, no tuvo la visión ni siquiera para darse cuenta que el verdadero poder, después de Castro, lo tenía la vieja guardia. Y no olvidemos que después del discurso que hizo el ex gobernante en noviembre de 2005 en la Universidad de La Habana llamando a poner coto a la corrupción, Pérez Roque también emitió su regaño público.
No es por gusto que Ramiro Valdés haya sido nombrado nuevamente ministro, y que hiciera un discurso el 30 de noviembre en Santiago de Cuba, ni que Oscar Fernández Mell saliera en Juventud Rebelde diciendo que Ché Guevara no había tomado la fortaleza de La Cabaña. Ni fue para que los intelectuales se supusieran bravos porque Jorge Serguera y Luis Pavón aparecieran en televisión. Ellos forman parte de la vieja historia que era nueva en 1959.
Quien parece evidente que no forma parte ya del corto futuro, a pesar de los buenos deseos de Chávez al respecto, es su amigo Castro. Su tiempo se agotó. Penosamente siempre habrá que lamentar que destruyó el tiempo de muchas otras personas, y como bien se sabe, el tiempo de cada cual es la propia vida.
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Tomado de El Nuevo Herald.com
Por Gina Montaner
Ricardo Alarcón lo había avisado con expresiones de chulo de barrio: al que no quiera caldo le vamos a dar tres tazas. Unos días después reapareció Castro con su formato habitual desde que se le explotaran el intestino y el ano: video clip muy editado y con planos cerrados. El anciano dictador, que ha sustituido la bata de hospital por un chándal de poliéster, aparece de pie o sentado. Y Chávez, que es su agente de relaciones públicas, suelta algunas de sus interjecciones ampulosas. Esta vez hay una variante de la pantomima. A Caperucita Roja la acompaña su hermano Adán, que pone cara de desconcierto. Ahora el lobo feroz es un cordero convaleciente.
Que la dictadura castrista se dedique a estas paparruchadas es de esperar. Se trata de un régimen que no tiene que rendir cuentas de su ineptitud a los ciudadanos que lo padecen desde hace casi medio siglo. Ahora bien, lo que me tiene sin vivir en mí es la mal disimulada alegría de quienes, en el exilio, cada vez que la momia resurge no pierden tiempo para restregarlo: ''Chincha rabiña, Fidel se recupera'' y sueltan una risilla que no sé si es ominosa o simplemente repugnante.
Que quede claro que pertenezco al grupo de los que desea su desaparición cuanto antes. Para no pensar más en él. Por ejemplo. Para que de una vez concluya el funesto ciclo de su mandato de caudillo. Bueno, y por aquellas pequeñas cosas de los derechos humanos y la libertad. Detalles sin importancia que a los de las risotadillas se les escapan por las comisuras de los labios. Lo que no quiere decir que me interesen las celebraciones masivas. Las alegrías y tristezas las digiero a solas cuando llegue el momento íntimo tras el anuncio de su muerte.
Puedo comprender la inquina de los profesionales de la insidia que pululan en el corazón de la diáspora cubana. Porque son los compañeros de viaje de la dictadura. Los agazapados que escriben informes. Los que portan carnés de espías. Los que difaman desde alcantarillas mediáticas. Los doble agentes. Los que destilan veneno desde la narcisista bitácora. Los que fingen ser amigos pero no lo son. Los que abiertamente son tus enemigos y ambos lo sabemos. Los que no te pueden mirar a los ojos y mientras leen esto se preguntan ''¿Acaso se refiere a mí?'' Esos no, porque el tiempo y los archivos desempolvados los pondrán en su sitio.
He de aclarar que los del comentario con la boca de lado y el chascarrillo en la punta de la lengua suele ser gente que supuestamente fueron víctimas del régimen cubano. Muchos de ellos escaparon como pudieron. O son quedaditos que se fueron quedando del todo. O creyeron en la revolución, pero luego no. O se debatieron entre la suavidad del exilio de terciopelo y la aspereza del asilo político. Sin embargo, cuando sale uno de estos video clips amañados y con música de culebrón se acercan socarrones: ''Oye, ya te dije que el Caballo llega a los cien años''. Y resuman una suerte de orgullo al ver que el jamelgo resiste los embates de un abdomen estrangulado y el saco de heces que le cuelga bajo el pantalón.
Yo sabía que el síndrome de Estocolmo hace referencia a los secuestrados que se identifican con sus secuestradores. Por aquellos cuatro individuos que en 1973 fueron tomados como rehenes en un banco de la capital sueca y cuando salieron de su cautiverio defendieron a los asaltantes. Pero las sintomatologías viajan y se adaptan a los paisajes. Cuando los de la sonrisa ladeada ejercen el sarcasmo a costa del dolor de otros, pienso que lo suyo se llama síndrome de La Habana. No pueden evitar la admiración por el tipo abusador que durante años les dio pau pau en el trasero. Mutilados de la sensación de libertad plena. Sus bocas son muñones zurcidos. ¿O será que estoy senil y ya no sé leer entre labios?
© Firmas Press
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