miércoles, febrero 14, 2007

FIN DE CICLO // VITRAL MUEVE IDEAS

Nota del Blogguista.

Monseñor Pedro Claro Meurice Estiú y Monseñor José Siro González Bacallao han sido las dos figuras del Episcopado cubano más firmes y decididos a abordar la problemática cubana. José Siro es menos conocido: firmante también de El Amor Todo lo Espera, al igual que los demás obispos cubanos que pastoreaban a la grey de las diferentes diócesis de la Isla en aquella fecha, desarrolló una muy relevante gestión pastoral en todos los aspectos. Un ejemplo: la labor pastoral constante, valiente y creativa de José Siro en la Diócesis de Pinar del Río ha sido fundamental, en el aspecto social, para la creación, desarrollo y consolidación del Centro de Formación Cívica y Religiosa de Pinar del Río y de la revista Vitral pese a las inumerables presiones que durante más de una década el régimen cubano ha empleado contra ellos por los contenidos informativos y formativos que llevan a cabo para la reconstrucción de las Sociedad Civil cubana. La importancia de dicho Centro y de la revista Vitral puede valorarse visitando el sitio http://www.vitral.org .

( En la foto, de pie, Monseñor Pedro Meurice y sentado, con el solideo en la cabeza, Monseñor José Siro González Bacallao en una actividad del Centro de Formación Cívica y Religiosa de la Diócesis de Pinar del Río. )

Después del artículo de Michel Suárez publicaré un artíclo de Raúl Rivero escrito hace varios años para el diario español El País. También incluyo las memorables palabras de bienvenisa de Monseñor Meurice al Papa Juan Pablo II

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Tomado de Cuba Encuentro.com

Fin de ciclo

El retiro del arzobispo de Santiago de Cuba, Pedro Meurice, cierra una etapa épica en la Iglesia cubana.

Por Michel Suárez, Madrid
martes 13 de febrero de 2007 6:00:00

Benedicto XVI acaba de aceptar la renuncia de Pedro Claro Meurice Estiú como arzobispo de Santiago de Cuba. Su retiro, que entra dentro de la normalidad del Derecho Canónico, trasciende con mucho la burocracia vaticana y reinstala el debate sobre el papel de la Iglesia cubana en la situación actual. Para muchos, con la retirada del "horcón político" del catolicismo nacional, termina un ciclo marcado por su impronta, pero comienza otro cuyos referentes aún están por encontrarse.

A este hombre, conservador en los aspectos morales y dogmáticos de la Iglesia —como no podía ser de otro modo— y al mismo tiempo temerario defensor de la libertad y los derechos humanos, no puede evaluársele cabalmente si no se añade al análisis un complemento de su personalidad: Meurice es una persona tímida y austera, huidizo de la publicidad y de los periodistas, amante de la tranquilidad y del segundo plano; aunque en un clima nacional especialmente insípido y uniforme parezca justamente lo contrario.
( Nota del Blogguista: Pedro Meurice y James Carter; el nuevo obispo de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba, que fue propuesto por el propio Meurice, es Mons. Dionisio García Ibáñez que es la persona canosa que está sentada en la mesa y tiene un saco gris )
De otro modo no puede entenderse su rechazo a ocupar la Arquidiócesis de La Habana en 1981, según cuentan, de la cual ya era administrador apostólico desde el año anterior. Luego vendría desde Pinar del Río Jaime Ortega y Alamino.

Con todo, la imagen y el sonido del 24 de enero de 1998 frente a Juan Pablo II, en la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, forma parte de su historia personal, pero también de la historia de la Iglesia local, críticos y admiradores de por medio.

"Le presento, además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología (…) Santo Padre, durante años este pueblo ha defendido la soberanía de sus fronteras geográficas con verdadera dignidad, pero hemos olvidado un tanto que esa independencia debe brotar de una soberanía de la persona humana que sostiene desde abajo todo proyecto como nación…".
Primero el rebaño
Meurice comenzó el gobierno de la arquidiócesis de Santiago de Cuba el 9 de septiembre de 1970, aunque desde 1967 se desempeñaba como obispo auxiliar de la misma. Sustituyó a otro puntal de la Iglesia cubana, Enrique Pérez Serantes. Con su retirada quedan en la memoria dos momentos significativos: su papel en la redacción de la carta pastoral El amor todo lo espera, de 1993, y el ya citado polémico discurso de bienvenida al papa Juan Pablo II en 1998. Seguramente tuvo muchos más, pero ninguno como los anteriores traspasó la frontera de lo estrictamente religioso para llegar incluso a un público no creyente, a pesar del bloqueo informativo del gobierno.

Será difícil olvidar su paso por la Catedral Metropolitana de Santiago de Cuba. Sobre todo, porque antepuso su derecho a la libertad de expresión y a denunciar el deterioro político, económico y social de la Isla —en resumen, la defensa literal de su rebaño—, el malabarismo de sobrevivir sorteando y callando. Apostó primero por los parroquianos y luego por la supervivencia de la parroquia; no al revés, como lastimosamente ha ocurrido en más de un caso.

Pero, ¿quién dice que haciendo lo primero también no garantizaba al mismo tiempo lo segundo?

Cuando el castrismo no sea más que un largo capítulo de cualquier libro de historia, los juicios sobre el papel de la Iglesia serán colectivos e individuales. De la percepción que se desprenda de esta correlación quedará dilucidado su prestigio. Siendo la única organización realmente independiente en los últimos 50 años, no es poca la ayuda prestada a los ciudadanos. Ha sido la farmacia del pueblo, el sitio de acogida para las minorías, la única voz que les ha defendido públicamente.

Es cierto que en sus 2000 años de historia la Iglesia Católica ha demostrado cómo sobrevivir a los peores tiempos. Unas veces con mucho valor y estrategias diplomáticas; otras con espeluznantes pactos de aprobación y silencio.

¿Pérdida o ganancia?

La actitud del hoy arzobispo emérito ha sido, lamentablemente, minoritaria. Su duro discurso de 1998 ante el Papa y Raúl Castro le supuso varias situaciones embarazosas. Pocos días después de aquella misa, el partido comunista le citó para un análisis sobre el cual el propio Meurice ha evitado referencia alguna desde entonces.

Años después, durante la teatral Celebración Ecuménica Cubana, auspiciada por el Consejo de Iglesias (protestantes), los representantes del partido comunista dejaron escapar, en privado, su confianza en la "responsabilidad" de los oradores, porque "todo el mundo sabe las consecuencias que trajo para el obispo Meurice aquel agresivo discurso cuando el viaje del Papa".

Como se conoce, Santiago de Cuba es una de las pocas diócesis del país en las que no se celebran procesiones públicas (ni siquiera en el Santuario Nacional de El Cobre), ni mucho menos se autorizan mensajes radiofónicos en fechas señaladas. (Por cierto, el nuevo arzobispo es uno de los "autorizados" en este sentido por la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido Comunista).

Si dichas prohibiciones (que se relajaron para otros, pero se recrudecieron en el caso santiaguero) se analizan literalmente, pudiera inferirse de ellas que la posición vertical de Meurice representó un coste para la labor evangelizadora de la Iglesia. De hecho, así se le valoró en no pocos círculos eclesiales, dentro y fuera de la Isla.

Pero ante lo que han "ganado" algunos por mirar hacia otro lado, mientras iban y venían palizas contra ciudadanos cubanos —muchos de ellos laicos, fieles y activistas católicos—, dicha evangelización no se sustenta bajo ningún criterio cristiano. Habrá que ver cómo la historia y los ciudadanos recordarán a Meurice dentro de 50 años: si como el hombre que actuó en correspondencia con el período que le tocó vivir y casi se hace mártir, o el que puso en peligro la continuidad de la Iglesia en Santiago de Cuba. ¿Habrá acaso un término medio?
Un hombre exhausto

En el año 2003, durante su homilía de Navidad, Meurice retomó algunas de las ideas de su discurso ante Juan Pablo II, demostrando que a pesar de la guerra abierta en su contra por propios y extraños, no estaba dispuesto a transigir:

"Cuando el falso mesianismo se mete en la cabeza de un pueblo, se pretende potenciar a ese pueblo para que tome conciencia de ser un pueblo mesiánico (…) Eso lo pretendieron a sangre y fuego los nazis y también lo intentaron después los comunistas. Esta no es historia ajena, es historia nuestra. Ahora con sus matices lo estamos viviendo, ese mesianismo, lo estamos viviendo. Basta con leer la prensa, oír la radio o ver la televisión (…) Los mesianismos, los falsos mesianismos. ¿Qué quiere decir esto? Tiene que ver con la vida y tiene que ver con la muerte; pues el que da un patinazo en esto pierde la vida, y el pueblo que juega con esto pierde la vida…".

Sin embargo, su maltrecha salud, la falta de apoyos y la inmovilidad de la situación del país terminaron por agotarlo en los últimos cuatro años. Fieles cercanos hablaban de un cansancio secular, de un sentimiento de impotencia.

Aunque estaba obligado a hacerlo por límite de edad, no lo pensó dos veces para solicitar su renuncia al Papa. Estaba exhausto.

Su obra religiosa no ha sido poca: 52 años de sacerdocio, 40 como obispo —de ellos, 37 al frente de una demarcación compleja—. Bajo su administración se erigieron las diócesis sufragáneas de Holguín (1979), Bayamo-Manzanillo (1995) y Guantánamo-Baracoa (1998), territorios que antes pertenecían a la arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Mucho tendrá que trabajar el nuevo arzobispo, Dionisio García Ibáñez, para igualar o superar el listón dejado por Pérez Serantes y Pedro Meurice. Santiago de Cuba es una plaza difícil. Cualquiera que sea la política del nuevo prelado, los referentes históricos están a la mano.

De momento, Meurice se retirará de la administración pero no de la vida pública, ni de su dignidad arzobispal. En la Basílica de El Cobre, junto a la Patrona, le espera su nueva casa.

Referencias: 1998: Saludo de Pedro Meurice al Papa Juan Pablo II

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VITRAL MUEVE IDEAS

Por Raúl Rivero

El totalitarismo adora las credenciales. Sus conspicuos y fosforescentes funcionarios llegan al llanto y a la ternura por los solapines, los autorizos, los pases, las tarjetas (blanca, de menor, del comedor obrero) y los carnets.
A veces, esa obsesión policial y sus muros de papel, cifras, edades, nombres del padre y de la madre, profesión y actitud ante las tareas revolucionarias, deben convivir con documentos de otro fulgor y otras esencias.
Son fichas que tienen sus estrías en dimensiones que la burocracia no alcanza a encerrar en sus gavetas. Papeles de identificación que circulan, en esta sociedad ajada y enferma, en tránsito hacia puntos que empiezan a iluminarse.
En un país donde la propuesta oficial no es el cambio positivo y enriquecedor, sino arduas peripecias para durar, la aparición de esos fenómenos es siempre una sorpresa.
Nadie esperaba hace siete años la salida de la revista Vitral.
Ahora que está viva en la república y en el mundo es, para muchos cubanos, un pasaporte decente para presentarse en el porvenir.
Comenzó en nuestro occidente cotidiano y aunque le han puesto traspiés y le han volcado el velocípedo, consigue una infancia saludable, relativamente feliz y rodeada de una libertad sin límites que, como se sabe, es la que tiene su límite en la responsabilidad.
El periodismo criollo halló, dentro de nuestras fronteras,en esa publicación un traje de fervor y alpaca con que vestirse para asistir a la resurrección.
Sus editores abrieron las páginas a todos, sin tener en cuenta los signos políticos y temas que se extraviaron o se sepultaron por décadas, encontraron, encuentran allí espacios y anchuras.
Conocedores como son del entorno en el que se mueve la revista, presumo que sus conductores desdeñaron los manuales y cierta cosmética del oficio para dejar crecer una floresta copiosa y desbordada de la que está necesitado el lector.
No hay artículos largos o cortos. Hay artículos buenos y malos.
Tampoco se propone darle absolución definitiva al pecadillo del descuido formal. Me parece estar ante la voluntad de permitir a quienes han callado tanto tiempo, el ejercicio de pensar y expresarse a mano suelta.
Vitral refleja la vida y convida a la meditación. Nos recuerda en cada número quiénes somos. Mueve ideas y ese movimiento funda un murmullo que puede ayudar a salir de la gran siesta nacional que arrulla, en clave de propaganda, la prensa oficialista.
La academia enseña a podar un artículo y a equilibrar una entrega, pero a ser libre se aprende solo, aunque en Vitral tienen la ayuda de Dios.
Muchos amigos ven ya esa publicación como uno de los documentos que alumbra el futuro que, por lo menos en materia de periodismo, sabemos que comienza en Pinar del Río.

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En http://www.cubancenter.org/uploads/991008rivero.html Raúl Rivero escribió:

" No se puede hablar de periodismo en Cuba sin mencionar la revista "Vitral". Esa publicación es resultado de la escritura en libertad en un ámbito de la sociedad civil cubana, que es, de hecho, el único que ha legalizado el gobierno. "Vitral" es la revista más plural, ecuménica y abierta desde la etapa republicana y es, hasta el momento, nuestro vínculo más directo con las tradiciones del periodismo que queremos retomar para la Cuba que se avecina. A pesar de que la revista tiene su centro en el mundo del catolicismo, nada cubano le es ajeno y es el gesto libre de sus editores lo que enriquece nuestra esperanza. Claro que hay otras publicaciones de la iglesia que merecen especial atención. ¨"

El Bogguista apunta:
Realmente el régimen no la ha legalizado, pues no le da el códigp ISBN que tienen las publicaciones legalizadas.
Yo diría que el régimen, a regañadientes, soporta o tolera al Centro Cívico y a su revista VITRAL.

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1998: Saludo de Pedro Meurice al Papa Juan Pablo II
Texto leído por el arzobispo de Santiago de Cuba en la Plaza Antonio Maceo, durante la misa de Su Santidad el 24 de enero de 1998.

Santísimo Padre:

En nombre de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba y de todos los hombres de buena voluntad de estas provincias orientales le doy la más cordial bienvenida.

Esta es una tierra indómita y hospitalaria, cuna de libertad y hogar de corazón abierto.

Lo recibimos como a un Padre en esta tierra que custodia, con entrañas de dignidad y raíces de cubanía, la campana de la Demajagüa y la bendita imagen de la Virgen de la Caridad de El Cobre.

El calor de Oriente, el alma indomable de Santiago y el amor filial de los católicos de esta diócesis primada proclaman: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Quiero presentarle, Santo Padre, a este pueblo que me ha sido confiado. Quiero que Su Santidad conozca nuestros logros en educación, salud, deportes..., nuestras grandes potencialidades y virtudes, los anhelos y las angustias de esta porción del pueblo cubano.

Santidad, este es un pueblo noble y es también un pueblo que sufre.

Este es un pueblo que tiene la riqueza de la alegría y la pobreza material que lo entristece y agobia casi hasta no dejarlo ver más allá de la inmediata subsistencia.

Este es un pueblo que tiene vocación de universalidad y es hacedor de puentes de vecindad y afecto, pero cada vez está más bloqueado por intereses foráneos y padece una cultura del egoísmo debido a la dura crisis económica y moral que sufrimos

Nuestro pueblo es respetuoso de la autoridad y le gusta el orden pero necesita aprender a desmitificar los falsos mesianismos.

Este es un pueblo que ha luchado largos siglos por la justicia social y ahora se encuentra, al final de una de esas etapas, buscando otra vez cómo superar las desigualdades y la falta de participación.

Santo Padre: Cuba es un pueblo que tiene una entrañable vocación a la solidaridad, pero a lo largo de su historia, ha visto desarticulado o encallados los espacios de asociación y participación de la sociedad civil, de modo que le presento el alma de una nación que anhela reconstruir la fraternidad a base de libertad y solidaridad.

Quiero que sepa, Beatísimo Padre, que toda Cuba ha aprendido a mirar en la pequeñez de la imagen de esta Virgen Bendita, que será coronada hoy por su Santidad, que la grandeza no está en las dimensiones de las cosas y las estructuras sino en la estatura moral del espíritu humano.

Deseo presentar en esta Eucaristía a todos aquellos cubanos y santiagueros que no encuentran sentido a sus vidas, que no han podido optar y desarrollar un proyecto de vida por causa de un camino de despersonalización que es fruto del paternalismo.

Le presento además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología. Son cubanos que, al rechazar todo de una vez sin discernir, se sienten desarraigados, rechazan lo de aquí y sobrevaloran todo lo extranjero. Algunos consideran esta como una de las causas más profundas del exilio interno y externo.

Santo Padre: Durante años este pueblo ha defendido la soberanía de sus fronteras geográficas con verdadera dignidad, pero hemos olvidado un tanto que esa independencia debe brotar de una soberanía de la persona humana que sostiene desde abajo todo proyecto como nación.

Le presentamos la época gloriosa del P. Varela, del Seminario San Carlos en La Habana y de San Antonio María Claret en Santiago, pero también los años oscuros en que, por el desgobierno del patronato, la Iglesia fue diezmada a principios del siglo XIX y así atravesó el umbral de esta centuria tratando de recuperarse hasta que, en la década del 50, encontró su máximo esplendor y cubanía. Luego, fruto de la confrontación ideológica con el marxismo-leninismo, estatalmente inducido, volvió a ser empobrecida de medios y agentes de pastoral pero no de mociones del Espíritu, como fue el Encuentro Nacional Eclesial Cubano.

Su Santidad encuentra a esta Iglesia en una etapa de franco crecimiento y de sufrida credibilidad que brota de la cruz vivida y compartida. Algunos quizás puedan confundir este despertar religioso con un culto pietista o con una falsa paz interior que escapa del compromiso.

Hay otra realidad que debo presentarle: la nación vive aquí y vive en la diáspora. El cubano sufre, vive y espera aquí y también sufre, vive y espera allá fuera. Somos un único pueblo que, navegando a trancos sobre todos los mares, seguimos buscando la unidad que no será nunca fruto de la uniformidad sino de un alma común y compartida a partir de la diversidad.

Por esos mares vino también esta Virgen, mestiza como nuestro pueblo. Ella es la esperanza de todos los cubanos. Ella es la Madre cuyo manto tiene cobija para todos los cubanos sin distinción de raza, credo, opción política o lugar donde viva.

La Iglesia en América Latina hizo en Puebla la opción por los pobres, y los más pobres entre nosotros son aquellos que no tienen el don preciado de la libertad.

Ore, Santidad, por los enfermos, por los presos, por los ancianos y por los niños.

Santo Padre: Los cubanos suplicamos humildemente a su Santidad que ofrezca sobre el altar, junto al Cordero Inmaculado que se hace para nosotros Pan de Vida, todas estas luchas y azares del pueblo cubano, tejiendo sobre la frente de la Madre del Cielo, esta diadema de realidades, sufrimientos, alegrías y esperanzas, de modo que, al coronar con ella esta imagen de Santa María, la Virgen Madre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cuba llamamos bajo el incomparable título de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, la declare como Reina de la República de Cuba.

Así todas las generaciones de cubanos podremos continuar dirigiéndonos a Ella, pero con mayor audacia apostólica y serenidad de espíritu, con las bellas estrofas de su himno:

"Y tu Nombre será nuestro escudo,

nuestro amparo tus gracias serán".

Amén.