CUBA, EL CAPITALISMO SALVAJE Y LA NUEVA CLASE
Por Jorge Olivera Castillo
Cubanet
La Habana
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José F. Sánchez
Analista
Jefe de Buró
Cuba
Dept de Investigaciones
La Nueva Cuba
Marzo 15, 2007
LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - Continuar proclamando la vía socialista en Cuba no deja de ser una aberración. En los flancos de la connotación semántica se sitúan como cuchillos la desigualdad, el carácter crónico de la ineficiencia, la incongruencia en el empleo de los recursos y la falsa premisa de que no existe la desocupación en la esfera laboral.
El socialismo intenta erigirse como la escalera para subir al cielo, pero la mayoría cae -con estrépito- sobre la dura realidad. Otros, los menos, consiguen rozar las nubes con artimañas de malabaristas profesionales.
No hace falta destreza profesional, un título universitario, las inventivas que hagan de la productividad un medio para recibir mayores retribuciones salariales. Tampoco son pertinentes alianzas con la honestidad, la ética y cuanto intervenga en la conformación de un individuo capaz, eficiente y sujeto a reglas mínimas de civilidad.
El ambiente es propicio para el desparpajo, la sustracciones ilícitas, las truhanerías practicadas como un ritual, la indiferencia en virtud de modelar la psiquis de adultos y jóvenes, la grosería como estilo de vida y el deseo de abandonar el país en plena convivencia con la angustia de
sobrevivir a la manera de una náufrago.
Un antiguo colega de estudios durante mi adolescencia ha logrado forjarse una parcela capitalista dentro del socialismo. "Mi socio, a esto hay que cogerle el ritmo y meterse en la orquesta", me asegura con su veta de humor criollo.
A través del fraude y el soborno cuenta con un buen apartamento, amueblado con piezas de óptima facturación, aire acondicionado, computadora, conexión ilegal a Internet, televisión por cable y otras facilidades que lo excluyen
de la igualdad pregonada a diestra y siniestra en discursos y mensajes propagandísticos.
Él se dedica al arte culinario en una dependencia de la Habana Vieja, posee una cultura mediocre y le sobran habilidades para llevarse, por métodos poco honestos, 30 o 40 pesos convertibles (24 o 32 dólares) a diario. Es experto en corromper inspectores, darles a los clientes "gato por liebre",
manipular la báscula a su favor.
"Generalmente los extranjeros no protestan, si lo hacen todo se resuelve", me dice con resolución. Como parte de la nueva clase puede evitar un encontronazo con la pobreza. Un monstruo que mantiene a millones de personas en permanente zozobra. Para muchos coterráneos es una especie endémica que muerde más que un enjambre de pirañas.
Valga la ilustración, porque no es raro que un sinnúmero de familias apenas desayune y su almuerzo sea un par de vasos con zumo de caña de azúcar junto al pan de 80 gramos que le pertenece por la cartilla de racionamiento. Ni hablar de la posibilidad de calzar un buen par de zapatos, mantener las
axilas a salvo del mal olor o planificar un paseo gratificante.
Ellos son las bajas de una guerra entre las ilusiones de la retórica oficial y las realidades de cada día. Son personas que pugnan por un lugar en las trincheras de la sobre vivencia y que solo alcanzan victorias pírricas. El combate es arduo en un escenario que se crispa por la tozudez de oponerse a una reforma estructural del sistema.
En Cuba, el socialismo se desplaza por el siglo XXI herido de muerte. En sus entrañas se divisan la polarización y el palpitar de la decadencia. El capital ejercita sus tentáculos y extiende sus dominios en un mercado que cada vez se tiñe más de negro. La sociedad ha cambiado. Ya no somos iguales. Hay fraccionamientos y traumas que requieren terapias urgentes.
Pienso en esto cuando mi vecino-el cocinero- pudo realizarse un chequeo médico en un hospital solo para extranjeros y excepcionalmente accesible a cubanos con influencias o muy solventes. Obtuvo los resultados en breve tiempo, lo trataron como en un hotel cinco estrellas y los métodos de diagnóstico eran ultramodernos. Por todo esto pagó-por la izquierda 50
pesos convertibles (40 dólares).
En cambio, Manolo, un desgraciado obrero metalúrgico me contaba que hace unos meses no le que quedó más remedio que aguardar varias semanas para efectuarse un examen relacionado con sus padecimientos circulatorios. Vive en un cuartucho con grietas y mugre. A causa de su existencia miserable ya casi es un alcohólico. En sus ratos de sobriedad me pregunta: ¿Adónde fue a parar el socialismo?
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