¡ CUIDADO ! REALIDAD TRABAJANDO
¡Cuidado! Realidad trabajando
Por Emilio Ichikawa
Aparentemente son dos programas de la televisión de Miami, pero la gente los percibe como uno solo. Oscar Haza y María Elvira Salazar salen al aire los mismos días de semana, en idéntico horario, disputándose una audiencia similar y con un objetivo fijo: tener la mayor sintonía.
Los productores de A mano limpia y María Elvira confronta llevan su competencia con profesionalismo. Conozco a la mayoría de ellos; jóvenes periodistas, cultos, llenos de energía y con una lealtad muy racional hacia los protagonistas de los espacios. Un desafío profesional les espera hacia fines de año, cuando Manuel Antonio Noriega salga de prisión e intenten llevarlo ante las cámaras. Sólo un equipo lo logrará.
Haza y Salazar parten de una filosofía muy parecida a la de Oriana Fallaci. No hay leyes; la historia es la voluntad de personas con poder y, para conocerla, lo mejor es entrevistarse con ella. El ''tacitismo'' es la filosofía del periodista.
A una escala reducida, el conocimiento del castrismo exigiría un diálogo con el protagonista de su historia; pero mientras eso siga siendo --temporal o definitivamente-- imposible, no hay más remedio que entrevistar a los dirigentes de segundo o tercer orden.
El desfile de funcionarios desertores por la televisión de Miami empieza a provocar un efecto anómalo. Desde el punto de vista del sentido común, si a una persona le traen noticias que se refieren al deterioro del enemigo, la fragilidad de sus instituciones y la hipocresía de su moral, pues lo más normal sería que el adversario cobrara fe, optimismo, al menos que adquiriera la calma de quien sabe que vencerá al final de la jornada.
Sin embargo, últimamente muchos espectadores han empezado a manifestar que las confesiones de los entrevistados les provocan ansiedad, que les quitan el sueño e incluso la esperanza. ¿Por qué ese malestar?
Creo que las entrevistas de los últimos meses empiezan a mostrar que la intensidad de los destapes y el aumento de las deserciones ya no insinúan, como antes, que el castrismo está por terminar, sino todo lo contrario. Ahora parece que la gente se va porque ''aquello'' será eterno, por haber caído en una inercia de muy larga duración. El 31 de julio ya Fidel Castro cumplirá un año de duelo contra su estómago, que es la mitad del tiempo que estuvo alzado contra Batista.
Por otra parte, la creciente extroversión de los invitados prueba que la precariedad moral e institucional del castrismo era mucho mayor de lo que se creía. Como reacción, percibo la apertura de un nuevo proceso emocional: la aceptación de que el daño está consumado y, en consecuencia, la necesidad de enfocar el exilio como una forma definitiva de residencia transinsular; quizás, como una nueva circunstancia, menos trágica, de la ciudadanía global.
Aun las percepciones más negativas sobre el castrismo palidecen cada noche ante las revelaciones de los invitados de A mano limpia y María Elvira confronta. A pesar de irse a comerciales simultáneamente, unos segundos de defasaje permiten superponer confesiones y trocar testimonios como si fuera un solo show. Esos programas corroboran que en el fondo somos ingenuos, que nadie piensa suficientemente mal del totalitarismo. Parece que la realidad es más prostituta que la teoría o, para decirlo en su antípoda genérica, que el ser está más ''partío'' que el concepto.
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