lunes, marzo 19, 2007

PRIMAVERAS MUSTIAS

PRIMAVERAS MUSTIAS


Por Jorge Olivera Castillo

18 de marzo de 2007

La Habana – www.PayoLibre.com – Por suerte contaba con la posibilidad de quitarle protagonismo a los grados centígrados. Tenía agua con fango las 24 horas del día para refrescar la torridez que transfiguraba mi celda en un horno de fuego.

Establecía, a diario, un intercambio impuesto por las circunstancias. El líquido proveniente del trozo de tubería salpicado de herrumbre se llevaba mis sudores y ponía sobre mi piel tierra de origen desconocido.

Mi desnudez era parcial. Iba hacia al lado de mi camastro vestido con una fina capa de lodo, después en la toalla quedaba la marca de aquel disfraz hilvanado en los talleres de la humillación.

Con esa agua lubricaba la laringe. Entre el cieno las amebas venían a hospedarse en mis intestinos, después que mi sed le abría las puertas. A los pocos días, los estragos. Yo acuclillado encima de un hueco casi a punto del desmayo por los cólicos y exhausto por el número de evacuaciones.

En esas coordenadas tuve que sobrevivir cerca de 9 meses. Pude percibir los tonos grises de abulia, el filo de la soledad, la esperanza como neblinas auténticas y la lejanía saboreando los últimos átomos de mi paciencia.

En la cárcel de Guantánamo dejé parte de mi vida. Lo saben las paredes rugosas de mi celda número 5, donde otro reo puede estar repasando sus agonías, también los mosquitos y las avispas, ranas y lagartos, ratas y por supuesto Víctor Rolando Arroyo Carmona, Félix Navarro Rodríguez, Reinaldo Labrada Peña, Héctor Raúl Valle Hernández, Ricardo Silva Gual, Omar Ruiz Hernández, Nelson Aguiar Ramirez y Oscar Espinosa Chepe, hombres que estuvieron en esos antros guantanameros entrenándose para la muerte. Aún, excepto Chepe y yo, todos ellos se encuentran en otras instancias no menos letales.

Invito a cualquiera para que vea, ahora mismo, en los ojos de estos seres humanos, la imagen exacta de los balaustres, de su memoria brotar el dolor, la tensión desbordándose cada tarde a causa de las turbaciones producidas por el hacinamiento, la humedad y el comportamiento hostil de los presos comunes.

Ellos son hombres que fueron arrancados de sus casas hace cuatro años y lanzados a la periferia del olvido.

Yo tengo que recordar a Héctor Maseda Gutiérrez, a Ángel Moya Acosta, a Ricardo González Alfonso, a Adolfo Fernández Saínz, a Pedro Argüelles Morán, Normando Hernández González, Pablo Pacheco Ávila, Pedro Pablo Álvarez Ramos y muchos colegas que no merecen permanecer un día más bajo el estigma del encierro.

Fuimos 75 personas a las que quisieron anular con el odio. Todos disentimos sin echar en saco roto el derecho a antagonizar del adversario.

Quisimos y queremos un país sin exclusiones, una nación asentada sobre la tolerancia y la legitimidad del pluralismo.

Por eso ratifico nuestra inocencia y subrayo la puntualidad de las demandas para comenzar las tareas de oxigenar una sociedad al borde de la asfixia.

Transcurre otra primavera sin que se imponga un gesto de buena voluntad por parte del gobierno.

Mustia fue la primavera de 2003. ¿Por qué no impregnar ésta de virtud y lozanía?.

Jorge Olivera Castillo. Periodista independiente del Grupo de los 75, liberado con una Licencia Extrapenal el 6 de Diciembre de 2004.