jueves, marzo 15, 2007

TRES NUEVOS FANTASMAS

TRES NUEVOS FANTASMAS


Por Jorge Olivera Castillo

14 de marzo de 2007

La Habana – www.PayoLibre.com – El gobierno me inscribió en el libro de los fantasmas. Desde entonces soy un resumen del aire y la neblina. Alguien sembrado en el anonimato a merced de bocinazos que exhalan recriminaciones y verbos que conforman un decreto de muerte.

Sólo puse cristales de aumento sobre la fecha de caducidad del socialismo. Leí en alta voz algunos párrafos de mi inventario de vivencias. Le puse letras a mi disconformidad. Mencioné la palabra reconciliación y repetí con marcialidad de un monje el término tolerancia.

Es por tales excesos que soy un tumulto de sombras. Lo determinaron en los talleres del Partido Comunista, unos ámbitos donde impera el fundamentalismo y se glorifica el garrote, el arma idónea para triturar herejes.

Pueden ser golpes reales. Existe la impunidad y el estímulo para canalizar el odio. Basta una orden para que se abran los diques del maltrato y el terror.

Son conocidos los expertos en empellones, los diseñadores de puñetazos, quienes saben darle el tono ideal a la descortesía y aquellos que –palo en mano– hacen una imitación insuperable del Cromagnon del siglo XXI.

Afortunadamente no me cuento entre las víctimas de estas hordas dadas en convertir la violencia en un apéndice de sus vidas.

Mi cuerpo no evidencia impactos, no presenta magulladuras, ni luxaciones, aunque es imposible anunciar una exención definitiva de estas recreaciones cavernícolas.

¿Es sensato apalear a un fantasma?. Sí , en esas coordenadas me veo obligado a resistir en este país transformado en una eficiente factoría de exclusiones.

Tengo una nutrida red de inquilinos que algo hicieron al margen de las reglas. Todos somos parte de los tachados como simples números de una ecuación que culmina en la terquedad y el desastre.

Artistas, deportistas, intelectuales viven o vivieron en esos mundos de vapor, olvidados en las agonías del castigo.

Ninguno eligió perderse en los laberintos de la fantasmagoría. Simplemente discreparon con denuedo y firmeza, trataron de anular su contrato con la doble moral o aprovechando un viaje al exterior decidieron echar a la basura el boleto de regreso.

Detallar el número de fantasmas a causa de la desafección es una labor que me abstengo de realizar. Han sido 48 años de totalitarismo, suficientes para desistir del proyecto.

Por suerte hay espectros que no se dan por vencidos, todavía luchan con los humos de la desmemoria. Están aquí, en Cuba o fuera de ella, para o hasta que termine la discriminación y la unanimidad que huele a carroña.

Optar por la diversidad es un acto sublime, decir que el sistema actual es inviable es por lo menos una verdad entre muchas otras, incluso antagónicas.

La sana confrontación de ideas es una necesidad que va más allá de un deseo. Digo esto porque acabo de darle la bienvenida a tres nuevos fantasmas. Puedo leer en sus entre sus efluvios epítetos que los maldicen: apartidas, traidores, contrarrevolucionarios.

Ellos son Oldanier Solís, Yan Bartelemí y Yuriorquis Gamboa, tres boxeadores cubanos campeones olímpicos que desertaron recientemente.

De Venezuela a Colombia y de ahí a Miami. Un periplo que les devuelve la esperanza y los libra de las cadenas ideológicas que los limitaban en sus aspiraciones deportivas.

Prefirieron ser fantasmas en su tierra natal. Seres crucificados en los altares del poder absoluto.

Aquí los vestirán con el crepúsculo. No les importará mucho porque desde otros cuadriláteros podrán experimentar la luz de la libertad.