domingo, abril 29, 2007

CABEZA DE MEDUSA

Cabeza de Medusa


Por Vicente Echerri

En el coro de los apaciguadores, que es notable en los medios de prensa de este país, no faltan los que insisten en resaltar que el régimen castrista ha dejado de ser peligroso para la integridad y seguridad de Estados Unidos. Estas opiniones --que han encontrado eco en algunos cubanos del exilio-- sostienen que cualquier advertencia sobre la amenaza de Cuba no es más que un sonsonete inútil de alarmistas tradicionales que el gobierno de este país no ha atendido ni está en capacidad ni en disposición de atender. En el mejor de los casos no pasa de ser un argumento burdo de exiliados oportunistas que siguen reciclando viejos e infundados temores para lucrar con ellos. La supervivencia misma del castrismo es prueba de su falta de peligrosidad.

A otros, con acceso a más y mejor información, esa supervivencia puede llevarlos a la conclusión opuesta. No hace tanto le oí decir en privado a un alto oficial retirado de las Fuerzas Armadas de este país que la tolerancia de los norteamericanos hacia el castrismo se debía a la certeza de que Cuba disponía de armas bacteriológicas con las cuales no dudaría en agredir a Estados Unidos si se llegara a una confrontación militar. No estoy haciendo mía esta opinión; la saco a relucir para demostrar que un mismo fenómeno puede tener más de una explicación y que la amenaza de la Cuba castrista no es una conseja que empieza y termina en la denostada Calle Ocho de Miami.

El castrismo ha sido --con diversos grados de intensidad-- una constante amenaza y un peligro no sólo para Estados Unidos, sino para los intereses de este país en el mundo, desde aquel nefasto 1 de enero de 1959 hasta el presente, aunque esa amenaza sólo contara con armas de destrucción masiva durante el breve período en que los soviéticos emplazaron sus misiles en Cuba. La existencia misma del castrismo --no importa cuán gigantesco haya sido el fracaso de su gestión política de puertas adentro-- y su colaboración activa con el populismo de izquierda que recicla sus sofismas en la actual política latinoamericana son evidencias de esa amenaza que se quiere desconocer o desmentir. Hoy por hoy, e independientemente de los contextos particulares de países como Venezuela, Bolivia o Ecuador, el perfil de esos nuevos gobiernos en abierto desafío a Estados Unidos sólo puede explicarse como metástasis de la malignidad castrista.

Ahora bien, ¿qué puede llevar a algunos miembros de nuestro exilio a defender el carácter inofensivo del castrismo y, de alguna manera, la legitimidad que le ha otorgado el tiempo? Me atrevería a decir que la fatiga y la vanidad. Se han cansado de esta espera y de este papel de exiliados; aspiran a ser profetas en su tierra, aunque no vuelvan a asentarse definitivamente en ella; si escriben o pintan, sueñan con ser reconocidos en lo que sería su mercado natural donde, además, volverían (algunos ya lo han hecho) con el dinero y la libertad que no tienen sus obsecuentes compatriotas que han de servirles en cama y mesa. Sabedores de esas nostalgias y de esas apetencias, de allá los tientan con espurios reconocimientos que funcionarios menores insinúan a los tránsfugas que regresan entre mojitos y palmadas en el hombro. Unos y otros juegan a engañadores y engañados. Este engaño es más patético, más obsceno y más barato que el que supuestamente intentan vender los exiliados recalcitrantes al gobierno norteamericano de turno.

Pese a su visible decrepitud, yo creo, por el contrario, que el régimen cubano sigue siendo un verdadero núcleo de peligrosidad desde el cual se conspira activamente contra el sistema interamericano; un centro de irradiación que procura sin escrúpulos el descarrilamiento de la democracia en América Latina, en tanto fomenta, valiéndose de todas las razones demagógicas de la izquierda tradicional, la aglutinación de ejes regionales en odiosa oposición al liderazgo mundial de Estados Unidos.

Sin contar la opresión que la dictadura de Cuba les ha impuesto a sus nacionales y su responsabilidad en la ruina material y moral de ese país; sobran razones para seguir resaltando la amenaza del castrismo así como la pertinencia de su destrucción. El régimen cubano es una maléfica cabeza de Medusa que precisa, como en el mito griego, un Perseo dispuesto a cercenarla. Las víctimas del monstruo, que no nos resignamos con su insolente impunidad, insistiremos --como el que apuesta a una evasiva lotería-- en que Estados Unidos asuma ese protagonismo redentor.

© Echerri 2007
****************
Nota del Blogguista
Armengol, ¿ Por qué omites que algunos de esos personajes han sido acribillados a balazos en esta ciudad de Miami ? ¿ es muy raro que no te acuerdes del caso de la persona que diseñó el complejo de Biotecnología en Ciudad de La Habana ? ¿Dudas del exCoronel Roberto Ortega Morales ?
************************
La espía de La Habana

En su artículo titulado Una nueva amenaza cada noche [Perspectiva, 23 de abril], Alejandro Armengol se empeña tanto en demostrar su tesis de que la dictadura estalinista cubana no constituye una amenaza para Estados Unidos, que omite completamente el caso de la espía Ana Belén Montes, quien cumple 25 años de cárcel por espiar para el régimen cubano, y no precisamente desde la Calle Ocho para reportar las actividades de la gente de la Pequeña Habana, sino desde una de las posiciones más elevadas dentro del Pentágono.

( Ana Belén Montes, quien trataba de convencer al Gobierno de EEUU de lo mismo que trata de convencernos Armengol: la tiranía cubana no es un peligro para los EEUU )

¿Cómo justifica la dictadura de la isla que haya tenido a una espía en una de las posiciones claves dentro del sistema de defensa y seguridad de Estados Unidos, y no precisamente para espiar en la casa de un ciudadano común?

Lo curioso es que la espía confesa y convicta Ana Belén Montes precisamente tenía como principal tarea demostrar que la dictadura cubana no constituye una amenaza contra el gobierno de Estados Unidos. Y la culpabilidad de la espía no es una opinión publicada en el Herald, sino un hecho comprobado y acompañado con una sentencia de 25 años por los tribunales de justicia de Estados Unidos.

Damián Dubrocq

Fort Worth, Texas
************************
Una nueva amenaza cada noche

Por Alejandro Armengol

De las diversas tácticas que el llamado ''exilio vertical'' ha utilizado a través de los años para tratar de lograr el derrocamiento de Fidel Castro, pocas hay más vulnerables que el señalar que en la actualidad Cuba representa una amenaza para Estados Unidos.

Aunque algunos exiliados llevan tiempo empeñados en esta tarea, poco han logrado al respecto. Es más, han surgido nuevos factores en la arena internacional que hacen aún más difícil que se pueda alcanzar algún resultado con argumentos tan burdos.

Los exiliados iraquíes repitieron una y otra vez informaciones falsas, que ayudaron a Washington en sus intentos de justificar la invasión contra Saddam Hussein. Pero esta invasión estaba acordada desde antes y respondió a intereses de la Casa Blanca. Quienes brindaron cifras alarmantes y pregonaron oportunas teorías conspiradoras se limitaron al papel de comparsas.

No hay que pensar que el gabinete de George W. Bush, y principalmente la oficina del vicepresidente Dick Cheney, aceptó como válidos los datos adulterados presentados por los exiliados iraquíes, sino que simplemente usaron la información para apoyar su caso.

Cuando se demostró que las acusaciones de que el dictador iraquí tenía armas nucleares --o estaba a punto de obtenerlas-- eran falsas, el gobierno norteamericano quedó en entredicho, pero Bush ha seguido actuando de la misma forma irresponsable que al inicio de la contienda. Sin importarle la pérdida de vidas y empeñado en una batalla sin fin.

Junto a Bush, y ahora ignorados por él, los exiliados iraquíes quedaron frente a la opinión pública mundial --y ante su pueblo-- como un hatajo de irresponsables que sólo deseaban que los estadounidenses le hicieran el favor de quitar a Saddam del medio.

Bastan un par de preguntas simples: ¿Alguien ha oído hablar del papel del exilio iraquí en los últimos meses? ¿Influye éste en algo sobre el futuro de esa nación? No es mencionar a uno o dos funcionarios del nuevo gobierno iraquí que partieron al exilio y ahora ocupan algún cargo. Estamos hablando de organizaciones y grupos que antes del derrocamiento de Saddam celebraban congresos en el extranjero, recibían fondos de la CIA y contaban con una prensa internacional dispuesta a recoger sus declaraciones. ¿Dónde están ahora?

El ejemplo debía servir de lección a los exiliados cubanos.

Sin embargo, quizá lo que impera en estos casos es aprovechar el momento, recoger alguna ganancia si está disponible y buscar algún apoyo momentáneo.

Quienes proclaman la supuesta amenaza que representa para EEUU el régimen castrista chocan contra dos realidades. Una es que no existe esa amenaza. El régimen de La Habana no está interesado en agredir la nación norteamericana. Tampoco la Casa Blanca tiene en marcha planes para invadir la isla. La segunda es que tanto Washington como La Habana han tomado las medidas necesarias para evitar que surja una situación de confrontación --real o a partir de supuestos falsos--, y que ésta degenere en una crisis: inestabilidad política a 90 millas de las costas de la Florida y un éxodo masivo.

El gobierno norteamericano no muestra la menor disposición de oír los gritos de alarma, que con frecuencia y ligereza se escuchan aquí en Miami. Todo lo contrario. No se cansa de mandar mensajes para asegurar a quienes están en los cuarteles de invierno de la Plaza de la Revolución que no hay nada que temer.

Ciertos exiliados persisten en esta tarea poco provechosa. Tienen todo su derecho desde el punto de vista de la libre expresión. No dejan de resultar risibles en ocasiones y taimados en otras.

La astucia radica en lograr que sigan llegando las contribuciones económicas necesarias a su labor, y así no tener que dedicarse a otras tareas.

Más picardía aún es la de aquéllos que llegan a esta ciudad y sin quitarse el polvo castrista del camino, luego de preguntar dónde se cena bien y se duerme mejor, se presentan ante cualquier estación de radio y televisión para contar lo que dicen que vieron y oyeron, sin escatimar relatos terroríficos y advertencias infundadas. Mercaderes del miedo, que aprenden pronto la lección de vender cualquier exageración. Farsantes al afirmar que conocen planes secretos --que por lo general elaboraron ellos mismos por el camino--, los cuales no pasan de ser un engaño socorrido para ganar algunos dólares.

( Excoronel y exJefe de los Servicios Médicos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba quien le dio a la CIA, con lujos de detalles, a su llegada a Miami la ubicación y planes de laboratorios de armas biológicas en Cuba; nota del Blogguista )

En otros casos el empeño no tiene un fin económico. Sirve para hacer más soportable una frustración de años o de recurso socorrido para ser llamado con frecuencia a cualquier programa de televisión que compite por acaparar una audiencia de exiliados.

Uno de los problemas que enfrentan quienes propagan estos peligros inexistentes o mal formulados es que sus acusaciones carecen de alcance. Si fueran serias, provocarían reuniones al más alto nivel de cualquier gobierno norteamericano, sea demócrata o republicano.

Pero por encima de cualquier otra consideración, la realidad es que Washington está empeñado en una guerra demasiado costosa, desde todo punto de vista, y enfrenta una compleja situación en toda la zona del Levante, para detenerse por un momento a escuchar a estos alarmistas.

Este año el Pentágono gastará unos $10,000 millones por mes en Irak, o aproximadamente $250,000 cada minuto. Ante estas cifras, y una lista creciente de muertes a diario, las charlas sobre mosquitos invasores, amenazas cibernéticas y supuestas instalaciones dedicadas al bioterrorismo --a las que cada ''experto'' atribuye una localización distinta-- no cuentan con muchos oídos receptores más allá de la Calle Ocho.

aarmengol@herald.com