EL AMOR SÍ ES ETERNO
El amor sí es eterno
Por Shelyn Rojas
24 de abril de 2007
La Habana – www.PayoLibre.com – Ernesto Roque comenzó a ejercer como periodista independiente en el año 1999. Colaboró junto a su esposa Anna Rosa Veitía en el Grupo de Trabajo Decoro. Decidieron emigrar cuando el acoso de la policía política se les hizo insoportable.
Durante años esperaron el permiso de salida (tarjeta blanca) que expide el gobierno para poder abandonar el país. Una suerte de carta de libertad.
Luego de tanta expectativa, llegó la tarjeta de su esposa y sus tres hijos. Ernesto, al ver que la de él no llegó, decidió no dilatar más el asunto de la salida del país de su familia. Anna no quería dejar a su esposo. Roque lo había decidido, su familia debía salvarse. Su hijo mayor, Ernestico, no quiso irse.
En el aeropuerto, se despidió de sus dos hijos menores y su esposa. Cuando vio el avión levantar el vuelo, se tiró en el césped del aeropuerto. Sabía que su vida se iba en aquel avión.
Cerró sus ojos, y en la confusión, sintió alegría porque su familia respiraría en pocos minutos aires de libertad. Eso compensaría la tristeza de ser separado de gran parte de lo que más quería, su esposa y sus hijos menores.
Llegó a su casa del brazo de su hijo adolescente. No podía llorar. Tampoco había motivos para reír. El muchacho encendió la grabadora e intentó oír las canciones de Marco Antonio Solís, que tanto gustaban a su mamá. Pensó que sería como tenerla entre ellos. Fue peor el remedio que la enfermedad. No han intentado más oír esas canciones. Tampoco las de Michael Bolton.
Este gobierno, hijo del odio y la maldad, una vez más separaba a una familia, sin piedad. Ellos estaban en deuda con el régimen. Se habían atrevido a desafiarlo con sus informaciones, sin permiso, sobre Cuba.
Él quedaba preso en la isla hasta que un milagro caprichoso le diera su carta de libertad. La policía política lo ha visitado para advertirle que si sigue escribiendo no le darán el permiso de salida; que de él depende que pueda reunirse con su familia.
A Ernesto Roque y su hijo sólo les queda rezar y esperar cada semana la llamada de Anna. Son sólo 15 minutos. Hablan de prisa, con un nudo en la garganta y siempre quedan cosas por decir. Sólo queda claro, y la policía política lo oye por el teléfono pinchado, que nada logrará separarlos. Ellos esperarán. La dictadura no será eterna. El amor sí.
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