LA ENFERMEDAD MORAL TOTALITARIA // CUBA, TRISTE ASIGNATURA PENDIENTE
LA ENFERMEDAD MORAL TOTALITARIA
Por Rosa Montero, Madrid
El País Semanal, Abril 08, 2007
La oscarizada película alemana La vida de los otros, del principiante Florian Henkel Donnersmerck, debería ser proyectada en los colegios. Es una obra maravillosa capaz de reflejar el horror de una dictadura totalitaria, en este caso la República Democrática Alemana. Y ese horror está explicado sin excesos, sin torturas, sin recurrir a los trazos gruesos, con la mera exposición de la perversión del sistema, de la absoluta falta de libertad. Con el agravante de que todo eso, toda esa aberración social y esa pena negra, se enmascaraba bajo un mentiroso manto de bellísimas palabras e intenciones, bajo la excusa de la revolución, del bienestar de los pobres y de la justicia.
( Hermann Tertsch, María Werlau, Antonio Guedes y Rosa Montero durante la presentación en Madrid del Archivo Cuba )
El totalitarismo de izquierdas es una repugnante enfermedad moral. El de derechas también, naturalmente, pero eso es algo mundialmente admitido: nadie discute el carácter patólogico del nazismo. Y, sin embargo, ¡cuántos izquierdistas siguen añorando, disculpando y mitificando los infiernos de las dictaduras populares!
El perfecto ejemplo de esta ofuscación ética es el caso de Cuba. La verdad es que no consigo entender cómo personas que en todo lo demás se muestran sensatas, y que parece que son buena gente, y que denuncian con vigor los abusos que se cometen en otras partes del mundo, son capaces de perder de repente todo criterio y de ponerse a justificar los mismos abusos si suceden en Cuba ¿Qué se están jugando para cegarse así? ¿El narcisismo de dividir el mundo entre buenos y malos y de adjudicarse a perpetuidad un puesto entre los primeros?
Hará cosa de un mes se presentó en Madrid Archivo Cuba, una fundación independiente con sede en Nueva York y dirigida por María Werlau, experta en relaciones internacionales. Como bien contó Maite Rico en un estupendo artículo en este periódico, Archivo Cuba está intentando hacer un registro fiable de todas las víctimas de la dictadura cubana, independientemente de su ideología, desde el principio mismo de la revolución en 1959. Es un trabajo riguroso basado en todo tipo de datos, desde recopilaciones bibliográficas y periodísticas a informes de la OEA u otros papeles oficiales, trabajos de Amnistía Internacional o Human Rights Watch, y testimonios de familiares de las víctimas y de testigos directos, como milicianos, funcionarios o médicos que terminaron saliendo de Cuba. Así han llegado por ahora a 8.190 víctimas, que no son ni mucho menos las cifras totales, sino tan sólo aquellas documentadas fehacientemente. De ellas, 5.775 fueron ejecutadas, 1.231 asesinadas extrajudicialmente, 200 desaparecidas y 984 muertas en prisión por diversas causas. Entre los muertos hay mujeres embarazadas y 54 casos documentados de niños. Archivo Cuba intenta ser la base para una futura Comisión de la Verdad, al estilo de las que se han formado en Chile, Guatemala o Argentina, para sacar a la luz las atrocidades cometidas y poder cerrar esa herida y seguir adelante.
Palabras de María Werlau
María Werlau fue desgranando esta lista de horrores con emoción y ecuanimidad, en uno de los actos más conmovedores a los que he asistido en mi vida. Porque las palabras de Werlau no estaban movidas por la ideología, sino por el respeto a la verdad y el dolor de las víctimas. Por la responsabilidad de la memoria social, María estaba ante nosotros como un testigo del sufrimiento, de todas esas historias silenciadas que había ido recolectando y que le pesaban en las manos. "¿Cómo es posible que el mundo ignore todo esto?", se quejaba con sosegado asombro. En Chile, bajo la dictadura de Pinochet, hubo 3.197 muertos y desaparecidos, y por fortuna el mundo entero supo de esas víctimas desde el principio. En Cuba se duplicó esa cifra sólo en los primeros años del castrismo, pero los muertos cubanos vuelven a ser asesinados cada día por el silencio y el abandono internacional. Esa desesperación, esa acongojada responsabilidad de quien tiene que hablar por las víctimas, latían bajo las contenidas y competentes palabras de Werlau. Al final intentó leer un testimonio y, sorpresivamente, se le saltaron las lágrimas: ahí supimos que el testimonio era de su madre, y que el padre de Werlau había sido uno de los muertos del castrismo. Todos cuantos estábamos presentes tuvimos que tragar un nudo de emoción. La sala se encontraba llena de periodistas conmovidos y convencidos, pero luego, claro está, tampoco salieron muchas informaciones al respecto. Cuesta mucho romper el techo de silencio, las viejas rutinas mentales, la extraña impunidad que rodea a Castro.
Para ver toda la actividad a que hace referencia la autora click AQUÍ.
El País Semanal, Abril 08, 2007
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TRIBUNA: PILAR RAHOLA
Cuba, triste asignatura pendiente
Por Pilar Rahola
Mis dudas desaparecieron cuando oí sus declaraciones en los informativos de Cuatro. Reconozco que no estaba mucho por la labor de escribir sobre Cuba y el viaje del ministro Moratinos. Quizá el cansancio que produce la heterodoxia, a veces tan antipática en las filas de la izquierda. Quizá el pesante silencio del pensamiento crítico, desaparecido en combate desde hace tiempo. Quizá el hecho de que a Moratinos ya le he dado mucho, convencida del bajo nivel de la política exterior española. Por cierto, me dicen que ya no es conocido con el mote de Desatinos, sino con otro de mayor definición, Blablatinos... En fin. Pero cuando oí a Julio Villarrubia, secretario general del Grupo Socialista en el Congreso, hablando de Cuba, la adrenalina se me activó por arte de estupefacción, y decidí que, una vez más, algunos, ni que sea desde modestos e ignotos rincones del pensamiento progresista, tendríamos que alzar la voz disidente. Villarrubia usó todos los eufemismos del diccionario para no utilizar la palabra dictadura, y sus dos frases más memorables fueron éstas: "En Cuba hay una situación especial, complicada y difícil" y "el Gobierno afronta las relaciones con la isla con el objetivo de ayudar a que el pueblo cubano se vaya abriendo y tenga una democracia más consolidada en el futuro". Es decir, para el líder socialista, existe democracia en Cuba, el atropello de las libertades fundamentales sólo es una situación "especial" y darle la manita a Raúl Castro y al resto de la nomenklatura, es ayudar al pueblo cubano. Bienvenido Míster Marshall, en versión Compay Segundo. ¿Cómo era su famoso Chan Chan?: "El cariño que te tengo / Yo no lo puedo negar / Se me sale la babita / Yo no lo puedo evitar". A partir de aquí, lo de siempre, guirigay con la derecha, retórica sobre las bondades de la bilateralidad con el régimen, pose de chulo pirulo porque-la-izquierda-siempre-tiene-motivos-inteligentes-para-perpetrar-despropósitos, y un jugueteo malvado con los conceptos de la libertad. Espectáculo deplorable que, en situación normal, generaría un debate de nivel, sino fuera porque la gran trituradora de la pelea interpartidos, convierte en desechos demagógicos las grandes ideas. Lo de Cuba, pues, ha quedado como una pelea de galifantes entre la derecha de siempre y su cara de perro, y la izquierda de siempre, bienintencionada, solidaria y cabal. En realidad, a todos les interesa más jugar con el drama cubano, en función de intereses económicos y políticos, que comprometerse seriamente con él.
Cuba es una dura realidad que reprime personas, destruye derechos, consagra élites corruptas, y envía al infierno las viejas utopías
Sin embargo, retóricas al margen, lo de Cuba no es entrañable. Lo de Cuba no es "especial". Lo de Cuba no es comprensible y, sobre todo, lo de Cuba no tiene nada que ver con la democracia. El hecho de que sea un régimen de izquierdas, nacido al albur de ideas transformadoras que, en su momento, querían cambiar la injusta realidad, no implica que años después, con sus cárceles, sus represaliados políticos, sus condenas a muerte, su corrupción estructural y su falta asfixiante de libertad, se haya convertido en el ejemplo más rastrero de una dictadura caduca, impermeable a los derechos fundamentales. Desde una perspectiva de radical compromiso con la Carta Internacional de Derechos Humanos -catecismo básico para poder ir honestamente por el mundo-, Cuba no se aguanta por ningún lado. Y si hacemos un alambicado circunloquio para intentar desviarnos de ese compromiso, y convertir a Cuba en nuestra excepción razonable, lo único que hacemos es traicionar esa Carta Internacional de Derechos Humanos. En este sentido, el viaje de Moratinos es exactamente lo que parece: un considerable e impresentable balón de oxígeno a favor de un régimen tiránico que genera represión, dolor y desespero. Que, además, Moratinos haya despreciado públicamente a la oposición cubana, oposición que vive en permanente estado de represión, es un gesto de un impudor político sorprendente. De ninguna manera se aguanta, ni el viaje, ni el desprecio a los opositores, ni los acuerdos con Cuba -que no serán fácilmente sancionados por Bruselas-, ni el simbolismo que todo ello representa. Peor aún, sólo se aguanta si entendemos la política exterior española como una improvisación permanente, sin otro escrúpulo que vender el producto, ni otro objetivo que militar en el manual del buen progre, versión adolescente Che Guevara. ¿En nombre de qué principios democráticos podemos condenar unas tiranías y mirar con ternura a otras?
El señor Villarrubia, ¿qué diccionario usa cuando busca adjetivos para una situación de represión política? Porque en mi diccionario no hay paliativos: Cuba es una dictadura. Y darle apoyo político, enviar altos mandatarios -cartita del Rey incluida-, cerrar acuerdos, despreciar a la oposición y, encima, convertir la represión del régimen en una pequeñez sin importancia, es una inmoralidad, a la par que una traición a los principios de la libertad.
Estamos siempre en lo mismo, la doble moral. La izquierda, menos estresada que la derecha en este tipo de cuestiones, se permite unos márgenes muy abusivos con los derechos fundamentales. Ya no se trata sólo de la amnesia que tiene respecto a sus propias miserias históricas, sino de la mirada bifocal que proyecta acerca de las miserias del presente. Por supuesto, hay unas izquierdas más ruidosas y reaccionarias que otras, y para muestra, la perla que me comentaban de la última asamblea del Bloque Nacionalista Galego (BNG), cuyo tipo más aplaudido fue un militante histórico que aseguró que, con todo el dolor de su alma, lo mejor que podía pasar es que Irán tuviera la bomba atómica y barriera a Israel del mapa. Diría que más que reaccionaria, hay una izquierda que se ha vuelto literalmente loca. Pero volviendo a los cauces de la racionalidad, no es de recibo que un Gobierno que patrimonializa el sentir progresista de una sociedad, arrastre ese patrimonio por los barrizales de las dictaduras amigas. Cuba no es un mito adolescente. Cuba es una dura realidad que reprime personas, destruye derechos, consagra élites corruptas, y envía las viejas utopías al infierno de las buenas intenciones. Cuba es una vergüenza. El viaje de Moratinos es su epílogo.
www.pilarrahola.com
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