LA VÁLVULA DEL INFIERNO
La válvula del infierno
Por Oswaldo Payá
La Habana -- Aquella noche del Sábado Santo de 1980, estábamos como siempre en la Parroquia del Cerro celebrando la misa de Pascua de Resurrección y el gran Cirio Pascual, que se enciende por primera vez esa noche y que debe durar todo el año, se consumió en unos minutos con una gran llamarada. Todos estábamos impactados y pensando lo mismo que finalmente, más o menos con estas palabras, dijo allí el sacerdote: esto es un signo del drama que está viviendo Cuba. En Cuba había comenzado la crisis que ahora la historia conoce como el Exodo del Mariel.
Más de 10,000 pasaron varios días hacinados en la embajada del Perú mientras afuera se preparaba la primera asonada del terror. Numerosos militares y policías vestidos de civil y karatecas que se prestaron, así como otros ''combatientes'', fueron organizados en grupos o más bien bandas y situados a cientos de metros de la embajada peruana, en todas las vías de salida posible, para interceptar a los que salían después de la promesa de salvoconducto para salir de Cuba.
Estas bandas golpearon y ultrajaron salvajemente a niños, mujeres y hombres que salían de esa embajada, después de varios días de ''asilo'', hambrientos, sedientos y extenuados.
Miles de cubanos del exilio de Miami, sin pensarlo dos veces, compraron o alquilaron lanchas, botes y todo lo que flotara y pudiera navegar para venir a Cuba a rescatar a su familia, ya que el gobierno cubano lo estaba permitiendo y el presidente Carter declaraba después que ``recibirían a los cubanos con el corazón abierto''.
Pero por si algunos han perdido la memoria o prefieren no recordar, quiero hablar para los más jóvenes, los cubanos que han nacido fuera de Cuba y también aquí, y a todos los que quieran buscar la verdad. Deben saber que antes y después de ese Mariel hubo otros Mariel, un verdadero éxodo constante de cubanos que buscan libertad y una vida más próspera para ellos y sus hijos. Pero además del desgarramiento y la dolorosa separación física de la patria, tienen que pagar el alto precio del castigo por escapar. Porque de Cuba la gente no se va, sino que escapa.
El deseo o la ilusión de escapar es masivo y permanente. Aunque pienso que la solución para la sociedad cubana no está en que todos se vayan, sino en lograr pacíficamente los cambios hacia la libertad y la democracia aquí en Cuba, no sólo reconozco la legitimidad de la opción de exiliarse, sino también que para muchos es la única salida para salvar sus vidas y la de su familia. En todo caso, todos deben reconocer y defender el derecho de los cubanos a salir y entrar a su país y que termine la situación de destierro a que están condenados los cubanos de la diáspora.
La salida masiva ha sido regulada por el gobierno cubano, algunas veces en acuerdo con el gobierno de los Estados Unidos. Este éxodo ha tenido momentos de alza, como el Puente Aéreo de la Libertad, pactado entre ambos gobiernos posteriormente a octubre de 1965, cuando Fidel Castro anunció a los cubanos que viven en Miami que podían venir a recoger a sus familiares al pequeño puerto de Boca de Camarioca, en Matanzas. Posteriormente ocurrió el éxodo de la primavera y el verano de 1994 por el que salieron más de 30,000 cubanos y muchos desaparecieron en el mar para siempre.
Ese éxodo desembocó en un pacto migratorio Cuba-EEUU y derivó nada menos que en un sorteo en el que el premio es salir de Cuba. Miles de cubanos han salido y cientos de miles, quizás millones, sueñan con que algún día llegará ''el premio'' aunque mientras tanto tengan un carnet del Partido Comunista o una buena fachada de revolucionarios.
El éxodo es como una válvula que abre súbitamente cuando la caldera eleva mucho su presión. El sufrimiento humano por la espera sin derecho y por el maltrato ha sido y es enorme, especialmente en esos momentos dramáticos como los del Mariel en que la manipulación de los seres humanos como cosas por parte del gobierno cubano es verdaderamente perversa.
Muchos cubanos que se habían despedido para siempre, diez o veinte años antes, llegaron al Puerto de Mariel en lanchas y barcos desde Estados Unidos y les presentaban a las autoridades cubanas las listas de sus seres queridos para llevárselos, pero los guardias cubanos sólo permitían viajar a un número de personas muy inferior a la capacidad del barco. ¿Por qué? Porque traían de cárceles y sanatorios a personas condenadas por delitos y enfermos mentales y los metían en esas embarcaciones sin ningún respeto por ellos ni por los dueños de las naves.
Mucho sufrieron y siguen sufriendo esas personas aún por haber sido tratadas como cosas. Esto provocó verdaderas escenas de dolor; de la forma más arbitraria y hasta violenta, los guardias embarcaban a unos miembros de las familias y dejaban en tierra a otros, ocupando sus lugares con estas personas que traían de las cárceles o que recogían en las estaciones de la policía, que hizo verdaderas redadas con ese fin. Muchos jóvenes cubanos se presentaban a la policía y declaraban que eran delincuentes u homosexuales o religiosos para que les colocaran en la ''válvula del infierno'' y poder escapar.
Crecía el número de embarcaciones en el Mariel y con esto los abusos y crueldades contra las indefensas familias que allí llegaban de todas partes del país por medios propios o conducidas en vehículos del gobierno. Crecía también el número de cubanos que se presentaban para salir, un verdadero desfile desde todas las provincias hacia la capital con la esperanza de emigrar.
Pero antes de llegar a la embarcación y salir de Cuba por esa nueva válvula del infierno las familias tenían que pasar por el túnel del terror.
La policía, antes de avisar a las familias que venían a ser recogidas en barcos por sus familiares de los Estados Unidos, coordinaba con los responsables del terror en cada barrio para acosarlas y despedirlas sádicamente con ese engendro diabólico del régimen cubano que merece un artículo propio: los actos de repudio.
Coordinador del Movimiento Cristiano Liberación
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