miércoles, abril 04, 2007

LAS PÁGINAS MARCADAS

Las páginas marcadas


Por Manuel Vázquez Portal
Cada ser humano tiene una historia. Cada historia tiene sus páginas marcadas. No fue casual que se perdieran las páginas de la reunión de la Mejorana donde José Martí describía su encuentro con los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo. No fue casual que los periódicos cubanos se empeñaran durante muchos años en no mostrar las fotos en las que el comandante Húber Matos acompañaba a Fidel Castro en su entrada triunfal a La Habana. No fue casual que la anécdota de ''aquí no se rinde nadie, y luego una palabrota'', adjudicada a Camilo Cienfuegos por Ernesto Guevara en sus Pasajes de la guerra revolucionaria, no fuera desmentida hasta muchos años después de muerto el Che, por Raúl Castro, quien se la adjudicó entonces a Juan Almeida.

El sentido histórico, ya se sabe, es maleable y doctrinal. Su ductilidad puede causar efectos tan distorsionadores como efectivos para fortalecer o debilitar un hecho. La historia la escriben los vencedores. O los sobrevivientes, que es una forma de vencer. Y por eso el gobierno castrista ha matado a muchos protagonistas de la historia, siguiendo la teoría mafiosa de que los muertos no hablan.

Los documentos que más tarde legitimarán un suceso son guardados con celo o destruidos con encono. Los testigos leales son mimados, mientras los molestos suelen ser anulados o descalificados. La historia no es tan idílica como luego nos la desean mostrar. Hay que saberle los entresijos, estar entrenado en su decantación para que no nos parezca un culebrón rosado contado por un seráfico narrador.

De ahí que la habilidad de un historiador radique en su capacidad para desintoxicar informaciones, comparar sucesos, establecer cronologías exactas, ubicar contextos, interpretar temporalidades, decodificar psiquismos de personalidades, no dejarse arrastrar por subjetividades. Los hechos son únicos, sólo que vistos y contados desde diferentes ópticas. El historiador tiene el reto de acercarse lo más posible a la verdad dentro del marasmo de confluencias y desencuentros que le propone cualquier recorrido por una época determinada. Nada es desechable y todo puede ser inútil. La verdad es escurridiza cuando ha pasado el tiempo.

Medio siglo quizás no signifique nada para la historia de la civilización. Pero para la vida de un ser humano es un tiempo enorme. Ya se sabe también que los procesos históricos cobran el precio de varias generaciones. Por eso el individuo ha de hacer lo que debe y dejar bien marcadas y a buen recaudo las páginas de tan breve historia personal. Luego vendrán los hurgadores del pasado y hay que esperarlos preparados. Todo puede ser intrascendente y todo puede tornarse muy importante. La luz no llega sólo de los soles. Mucho ha creado el ser humano. Y los satélites artificiales también alumbran aunque su brillo sea prestado. Hay que aprender a distinguir los soles de los artefactos creados para deslumbrar. Cada ser humano es en su momento un sol, por más diminuto que parezca, o un tareco falsamente luminoso. He tenido tratos personales con los dos moldes donde se fabrican.

Y aquella noche me sentí entre destellos. Era sábado 24 marzo. Cientos de hombres y mujeres juntaban sus mínimas historias personales para conformar una historia de medio siglo de enfrentamiento contra un régimen impuesto a fuerza y desmemoria. Se reunían, bajo el influjo del Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo, creado desde 1999, para recordar o tal vez para dejar la huella de su existencia. Pero sobre todo para homenajear a los que han dejado su pisada en el largo sendero. Más de cuatro generaciones de presos políticos cubanos se abrazaban, rememoraban, cantaban y compartían, quizás, alguna lágrima.

El mérito mayor del Instituto de la Memoria Histórica contra el Totalitarismo no es el de estar integrado por hombres y mujeres que fueron y son historia, sino que ha tenido el sentido histórico de dejar, en libros, films, documentos, fotos, el acervo de una época, visto desde otro ángulo para que los historiadores del futuro puedan hacer su trabajo con fuentes de primera mano. Me sentí honrado de estar esa noche entre ellos. Y si no nombro a cada uno, es porque ya dije que la historia cobra el precio de varias generaciones.