ENTONCES Y AHORA EL MISMO DOLOR
Entonces y ahora el mismo dolor
Por Gloria Leal
Hace poco planteaba en otra columna los miles de Miami que existen en esta ciudad y lo distante que están unos de otros, los de Kendall de los de la Playa, los de la Pequeña Habana de los del norte y los de Westchester de todos los demás. Ahora me gustaría plantear el mismo dilema desde una pregunta: cuántos exilios cubanos hay --y cuán distante se encuentra el exilio de los primeros años del que llegó ayer, que a lo mejor ni se autoproclama exiliado. Cuán distante es el dolor de entonces al dolor de ahora o acaso no es el mismo dolor con mil matices distintos.
La regunta viene al caso por lo distante que a veces está un(a) cubanoamericano(a) de un cubano que vino en los 60, y cuán lejos se siente una cubana lectora de Miami al ofenderse por la expresión de admiración, ''¡Perra!'', que gritan los cubanos que crecieron en la Cuba reciente a sus artistas en escena, como pasó el otro día con Mirta Medina en el teatro Artime. Por el otro lado, tenemos a una cubanoamericana a quien le disgusta que los viejos cubanos de aquí se manifiesten acaloradamente y los conmina a que se ''traguen su dolor''. ¿Es que un dolor tan prolongado y tan fuerte, que ha durado casi 50 años, se puede ''tragar'', ocultar? ¿Es que nos ''ofenden'' a los que salimos hace mucho tiempo las costumbres que han adquirido durante 48 años los cubanos que se quedaron en la isla? ¿Cómo podemos acercarnos, comprendernos, aceptarnos unos a otros, limar asperezas, convivir en este experimento que es Miami hasta que podamos volver a vivir allá, si es que llegamos a hacerlo?
El llamado exilio histórico se adjudica el derecho de ser el más puro y con mayor derecho por encima de todos los demás exilios. ¿Por qué, con qué derecho? ¿Por derecho de antigüedad? ¿Por ser el más prolongado? ¿O por ser los únicos que han luchado y que reclaman mártires, o porque nos hemos mantenido fieles al principio de no volver a Cuba mientras esté Castro? ¿O porque hemos gritado al mundo la falta de libertad, petrificados en los mismos cimientos, raíces, ideales?Lo único que debería separar al exilio histórico del resto de los cubanos que llegan a estas playas a diario es que fuimos los únicos que conocimos y vivimos en una Cuba totalmente diferente a lo que Cuba sería después de 1959, 10, 20 años después y hasta ahora.
Una Cuba que sí existió, la Cuba perdida, La Habana perdida (Lost City) para siempre de la novela de Cabrera Infante, una Cuba real, con pan y trabajo para todos, donde la vida era una fiesta de luz, de fácil acceso a todos sus rincones, con un sistema de transporte moderno, con estudios universitarios, medicinas y médicos accesibles a todos.
Pero el dolor y la pérdida de sus derechos y la inaccesibilidad al abasto para satisfacer las necesidades básicas, inherentes a una condición humana digna, fue repartida equitativamente después de 1959 a todos. La miseria, la falta de patria, y de tierra fértil fue negada a todos por igual.
Los cubanos del primer exilio, esa minoría gritona y firme, somos una especie en extinción. Es hora ya de que abramos los ojos ante la realidad de unos 11 millones de personas que no conocieron aquella Cuba y que han vivido y viven otra realidad. Que fueron educados en otro sistema y que componen la sociedad actual y la sociedad futura.
Los cubanos que tuvimos la dicha de vivir esa Cuba tan difícil de explicar a los que nacieron después estamos de retirada y sólo podemos sembrar esperanza a los de ahora y después. Todo lo demás es cuento para nuestros nietos, palabras para libros de historia, ficción para las novelas.
El dolor del cubano no se puede medir en años de exilio, ni en número de décadas, ni en generaciones. Tanto ha sufrido la madre que vio morir a su hijo muerto en la clandestinidad de los primeros años de la contrarrevolución como la madre que se separó ayer de su hijo para perderlo hoy en el mar o en un avión secuestrado o en un hospital sin medicinas ni doctores, o en una mesa de hambre.
Es hora de ceder el paso. Aquella Patria se perdió para siempre. Aquel Paraíso ya no existe. Los que vienen construirán otros caminos, fabricarán otros cimientos, cuando suene el clarín. Y los que quieran, que lean los libros de Historia, y narren los cuentos de los abuelos y bisabuelos a futuras generaciones. En manos de ellos, de los 11 millones allá está la próxima Cuba. En ellos recaerá la responsabilidad de tomar lo mejor de cada generación y enarbolar la bandera de la libertad por los próximos 50 años. Con suerte.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home