EDITORIAL DE LA NUEVA VITRAL EL RESPETO QUE AÑORAMOS Y MERECEMOS
En http://www.vitral.org puede leer este número 79 y comparar. Yo comparé y la diferencia se ve claramente. El diseño es lo menos que ha cambiado.
Se cumplen nuevamente algunos refranes de nuestro idioma.
EL RESPETO QUE AÑORAMOS Y MERECEMOS
Año XIV. no. 79
mayo - junio de 2007
EDITORIAL
De muchas maneras escuchamos y utilizamos con frecuencia la palabra respeto en nuestra vida diaria. Detrás de esas siete letras se esconde un valor que la sociedad necesita y que toda persona de conciencia recta debe buscar, porque cuando no hay respeto se lesiona la dignidad de las personas y se vive en un ambiente anárquico y violento.
Si se respetaran las leyes del tránsito se evitarían muchos accidentes mortales. Si se aprende a respetar el medio ambiente y a administrar bien los recursos que nos regala la naturaleza, se evitarán contaminaciones riesgosas para la vida y todos disfrutaremos de un lugar más próspero y más limpio para vivir como Dios quiere y como toda persona se merece.
Si todos decidimos ser honestos, y pensamos antes en el respeto a los derechos de los demás que en los nuestros, redundará seguramente en el bien de muchos y tal vez habrá menos hambre, menos pobreza y marginación en nuestra sociedad.
Si todos los cubanos actuamos siempre de acuerdo a la máxima del respeto “trata a los demás como quieras que te traten”, todos viviremos más felices y tranquilos y se reducirá la violencia, la delincuencia y tantos otros males que hoy afectan a la sociedad cubana.
Este ideal de respeto requiere una motivación justa y una educación cívica y profundamente humana. Se puede respetar por el puro temor o miedo a una consecuencia negativa; como quien no hace tal o más cual cosa porque no quiere ganarse un regaño o un castigo, o el trabajador que cumple su trabajo no porque lo considere como un servicio a la sociedad y una autorrealización personal, sino porque no quiere ser expulsado o trasladado de su puesto de trabajo.
El respeto también puede estar motivado por un auténtico sentido de lealtad y de justicia, por ejemplo, respetamos el trato hecho con otra persona porque es nuestra palabra la que está en juego y queremos ser leales al compromiso hecho y con la persona en cuestión, o respetamos las propiedades ajenas porque sabemos que no nos pertenecen.
Sin embargo, el respeto puede y debe ir más allá del temor, la lealtad y la justicia. El amor y la dignidad de la persona humana son el motor que puede impulsar el respeto a mayores profundidades. El esposo que ama de verdad, respeta su promesa de fidelidad a su mujer. Los padres que aman a sus hijos los educan con respeto y cariño. Los hijos que aman y valoran lo que hacen sus padres por ellos, los estarán respetando y agradeciendo siempre. El profesional que ame su profesión y valore la dignidad de cada persona la ejercerá con respeto y como un servicio a la sociedad. El gobernante que ame de verdad a su pueblo, respeta y defiende todos los derechos humanos y busca el bien común para su país. En fin, el respeto será auténtico y profundo en la medida en que esté motivado por el amor.
Pero también implica, ante todo, el reconocimiento a los derechos individuales y sociales. El vecino puede pensar que la vida del no nacido no vale nada. Habrá que respetar al vecino, como persona; pero también habrá que respetar el derecho a la vida y defenderla. Los políticos pueden creer que la única manera de concebir la sociedad y de construir una sociedad justa es según su ideología y que es la única verdadera. Habrá que respetar a los políticos, como personas, pero también habrá que respetar y defender el derecho legítimo que tienen otras personas a pensar de otra manera, y poder expresarlo, para construir una sociedad plural y realmente participativa.
Toda forma de respeto tiene su fundamento último en que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios; por tanto, la estabilidad de toda sociedad de-pende del respeto mutuo como componente esencial de un estilo de vida que nos haga tomar conciencia y reconocer en los demás las mismas cualidades que aspiramos ostentar.
Una sociedad que aspire a ser justa, respetuosa y modelo de humanidad tiene que adoptar un estilo de vida que asuma el derecho natural, que antecede a todas las leyes, como principio fundamental y cimiento de todas las relaciones humanas, que permita a todos gozar de los mismos derechos para poder ser beneficiarios del mismo respeto y gozar de la misma libertad, independientemente de la condición social, de la profesión que se tenga y de las ideas políticas que se defiendan.
El ser humano, es un ser social, que desarrolla su sociabilidad, a través de sus relaciones interpersona-les, en su convivencia familiar, y en su presencia activa en la sociedad, y debe vivirla en una convivencia pacífica que no es la mera ausencia de guerra.
En Cuba hay múltiples realidades de violencia y de conflictos en potencia que pudieran desencadenarse en cualquier momento si no se asume el respeto a los de-más cómo norma de vida.
Hay violencia creciente en las relaciones interpersonales, que se puede observar en las colas, en las paradas de guaguas, y en cualquiera de nuestras cuadras, generadas por la desconfianza, la miseria y la degradación moral.
En el interior de nuestras familias se vive muchas veces en una situación de violencia, generada por el hacinamiento, la infidelidad, el alcoholismo y otros males.
No hay respeto cuando se coacciona o se tortura psicológicamente a cualquier ciudadano; cuando se siembra y se impone el miedo de una manera sutil que paraliza cualquier iniciativa cívica pacífica de los ciudadanos y los grupos, y eso, acumula sufrimientos y rencores que pueden un día estallar violentamente.
Hay irrespeto y violencia en los medios de difusión, cuando en muchos de los espacios televisivos y radiales el lenguaje que suele aparecer es el del odio, la venganza y la condena al enemigo.
Es por ello que se hace necesario y urgente hoy en Cuba un trabajo de educación ética y cívica, en todos los ámbitos de la convivencia humana: la familia, la escuela, la iglesia y todas las instituciones que conforman la sociedad civil y un sostenido esfuerzo para promover una cultura del respeto a los distintos, de promoción del diálogo pacífico, de paciencia y de sosiego civil.
Sin embargo, esto no es suficiente, hay que crear mecanismos en nuestra sociedad que permitan al hombre y a la mujer cubana tener una vida digna en la cual puedan satisfacer sus necesidades más elementales, porque solamente la persona que se siente respetada en sus derechos puede ver en el respeto un valor determinante de convivencia social.
Es necesario un salario suficiente, que alcance para vivir, para que el trabajador no tenga que utilizar su tiempo libre para «resolver», como se le dice eufemísticamente a robar, y entre así en una cadena de corrupción y descomposición ética que lo haga no respetar a nada ni a nadie.
Es necesario buscar mecanismos viables y eficientes que resuelvan el problema de la vivienda, que no se trata solamente de las viviendas afectadas que necesitan reparación, sino que se trata de satisfacer el derecho que tiene todo matrimonio y toda familia que se funda a tener su propio hogar para poder conformar su propia familia sin interferencias de los demás en su intimidad, y sin causar molestias en los mayores de la casa, llámense padres o abuelos, porque, de lo contrario, esta convivencia se convierte en una fuente permanente e irremediable de conflictos familiares y de cotidianas faltas de respeto.
Es necesario una política que haga eficientes los servicios públicos, especialmente el suministro continuo y suficiente del agua potable, que permite a cada familia vivir en sosiego y desterrar todo ambiente de crispación que hace ofender de palabra, gesto y hasta de forma violenta a cualquier miembro de la familia o cualquier vecino. Y también la garantía del transporte público, para no tener que permanecer varias horas, que parecen interminables, en una parada, debajo de algún puente o en cualquier entronque de nuestras carreteras en espera de «algo» que nos conduzca al lugar deseado, mientras el malestar y la agresividad se apoderan de las personas.
Es necesario facilitar el acceso a un descanso digno, que permita cesar en el agobio del trabajo y de la subsistencia. Por lo tanto, tienen que existir lugares cómodos, donde los miembros de una familia, o un grupo de amigos, puedan descansar, compartir y disfrutar los fines de semana, o durante sus vacaciones, fruto de los ahorros de un salario digno al cuál tienen derecho.
Educar y trabajar por y para una cultura de los derechos y deberes cívicos y hacerlos viables y reales a través de mecanismos eficientes es la única manera de lograr hoy en Cuba una sociedad que se caracterice por familias respetuosas que vivan con buenos modales, y una convivencia social libre, justa y humana, donde el respeto que añoramos y merecemos esté presente.
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director
Rafael Capote Martínez
consejo de redacción
P. Juan Carlos Carballo Pérez (asesor)
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