jueves, julio 12, 2007

LA MARCHA INCOMODA

Tomado de El Nuevo Herald.com

La marcha incómoda

Por Idolina Arias

Los imperativos de una realidad que está a la vuelta de cualquier esquina me llevan a abordar un tema que ha levantado entre los cubanos eternos enfrentamientos verbales, ácidos artículos periodísticos, desagradables diálogos televisivos con ecos de voces heridas por ser y por no ser, en ambas costas de la nación cubana.

Se trata de los que vinieron al principio porque no tuvieron otra alternativa, de los que soportaron 20 y más años de prisión, torturas de todo tipo y después también tuvieron que salir porque no hubo más alternativa, de los que perdieron al esposo, al padre, de las almas nobles de miles de fusilados que quedaron en el camposanto o en algún lugar de las montañas del Escambray. Se trata de que esa parte hay que respetarla, oírla, tenerla en cuenta para ser justos, para poder mirar el presente y el futuro con lucidez porque aunque no lo reconozcamos o no lo analicemos gracias a esa hombradía y a ese amor patrio es que la llama no se ha apagado. Se trata de los que nacieron después, cuando ya la nube grotesca se había instalado, vivieron 40 años allí y por esos ajustes, sorteos y otras casualidades no tan casuales que incluyen parientes, amigos y documentos aparentemente verdaderos pudieron llegar hasta cualquier puerto seguro de otra orilla sin saber cuánto duele la pared de rejas, la patada, la pérdida de un ser querido al que fusilaron porque pensó diferente al régimen; o un campo de concentración por esa misma razón de pensar con cabeza propia. Pero también se trata de los 48 años de desinformación a que ha estado sometido el pueblo cubano allí adentro donde les dijeron las verdades a medias, les ocultaron lo más importante y los manipularon hasta la saciedad para convertirlos en hombrecitos nuevos y vacíos de la capacidad para razonar, comprender. De los hombrecitos nuevos que ya van para viejos porque tienen 40 o más años, que no conocen, porque el régimen no lo ha permitido, de esos horrores, y que se formaron pensando un poco en que sí es malo el comunismo, pero en definitiva esa etapa quedó en la isla y al fin y al cabo ellos no tienen que flagelarse diariamente con la narración de las prohibiciones y angustias que sufrieron otros (esa es en sí la sustancia básica que conforma a un hombre nuevo). De los hombres nuevos que vinieron para Miami, no se ocuparon de saber el pedazo de historia perdida que dejaron atrás y aquí tuvieron sus hijos y les contaron que el comunismo es malo pero no les ejemplificaron del crimen y la manipulación porque el tiempo sólo les ha alcanzado para trabajar duramente por el dinero que satisfaga las necesidades y unas monedas más para ayudar a los que quedaron en Cuba, pero nunca ven un programa de televisión ni oyen un noticiero de habla hispana donde con más o menos rencor, con más o menos tolerancia se habla del pasado, de lo que Castro propició, de la historia sumergida que nadie imparte en las aulas cubanas porque la censura sigue instalada y es la característica número uno del totalitarismo. Que nunca dicen públicamente su sentir o asumen ningún partido porque tienen miedo de que se sepa allá y luego no les permitan viajar, o que les puedan hacer daño a los que viven allá.

Se trata de los que han querido ser ignorantes, de los que han querido hacer como el avestruz por no complicarse la vida con historias de dolor y por conveniencia; de los que se han olvidado y ahora sostienen un discurso que quienes conocen la verdad de Cuba no se pueden tragar. De los que se han sumado al juego de repetir aquí casi lo mismo que dicen los testaferros allá.

No se puede borrar de un tirón la historia bella que han protagonizado y protagonizan muchos cubanos en ambas orillas. No se trata de gastarnos en diálogos donde unos desde una trinchera defienden con argumentos increíbles esa parte donde el ser humano sufrió en cuerpo y alma de todo, de cuántas lágrimas derramó porque fue humillado y ofendido, y deje claro que no perdona porque lo que se impone es justicia; y desde la otra trinchera otros con menos canas y experiencias vividas defiendan leyes de ajuste, suspensión de embargos, viajes y envíos a la isla, sin haber recibido nunca una exclusión, una patada en el trasero ni haber visto fusilar un amigo.

No se trata de incomunicarnos. Ni de atrincherarnos cuando la patria sufre. Ese siempre ha sido el plato fuerte que ha sazonado la tiranía y se deleita cuando ve en La Habana los canales de habla hispana del sur de la Florida y en ellos enfrentados en discusión cubanos contra cubanos sin acabar de descubrir que a lo que más le ha temido siempre Fidel Castro es al diálogo nacional entre cubanos; a la consonancia de voces a favor de la democracia y la libertad en Cuba, a la reconciliación, a la búsqueda de la justicia. Ellos en la cúpula lo saben bien, le tienen miedo y maquinan a toda hora para que lejos de converger los cubanos en una idea común sigamos gastándonos en yo sí hice, tú no hiciste, yo sí perdí, tu no perdiste, yo estoy muy joven y puedo arrollar, ya tú eres un viejo que sólo sabes gritar.

Se trata de que los que hayan podido razonar con prontitud, los que se hayan educado un poco más, los que tengan el horizonte cultural más abierto, en fin, aquellos que por una vía u otra puedan tener acceso a la expresión pública del pensamiento y la razón sean ahora quienes más ayuden en este proceso de diálogo entre cubanos para iniciar esta marcha sin herirnos, ni ofendernos deliberadamente.

Y la marcha es incómoda, pero habrá que llevarla como mismo la han llevado otras naciones a lo largo de la historia de la humanidad. Sólo falta que nos inunde la inteligencia para emprender programas de apoyo, el deseo de conversar, persuadir, contarles las verdades a los que hablan irracionalmente, educarlos, convencerlos. Ahora el problema no es acusarnos o distanciarnos, no es de lavar la ''ropita sucia'' y enarbolar los egos. Ahora el problema es que desde diferentes asociaciones dentro y fuera de Cuba, desde cualquier calle donde viva un cubano en el mundo entero empecemos esta marcha incómoda pero necesaria para la nación.

Escritora y maestra cubana