LOS PERROS LADRAN
LOS PERROS LADRAN
Por Hugo J. Byrne
Como saben los lectores no soy popular en Castrolandia y en consecuencia sus plumíferos me lo hacen saber desde diferentes lugares en estos días. Nada original, sólo la vieja y gastada cantaleta muy ligeramente reciclada.
No es la primera vez que los papagayos de la tiranía me dedican comentarios negativos. Sin embargo, hacía casi cuatro años que no aludían a mi persona y de pronto veo mi nombre en uno de sus “bloggers”, e impreso en la edición del 30 de junio al 6 de julio de la revista “Jiribilla” (un panfleto semanal de Castrolandia). Encontré esa información asociada a mi nombre en la Red. La mención del “blogger” es insignificante y su tema central sobre Posada Carriles, es tan pueril e ilógico que no vale la pena usar mucha tinta en él: afirma el propagandista de Castro que Posada no fue exonerado dos, ni tres (¿?) veces en Venezuela del affaire Barbados, sino ¡sólo una vez! Pero, agrega que incluso esa decisión fue legalmente invalidada tres años más tarde. ¿Fuente de su información? Nada menos que José Pertierra, un picapleitos castrista representando a Fifo y al Primate de Venezuela contra Posada.
El mamotreto en “Jiribilla” no está dirigido específicamente contra mí. En realidad la mención de mi persona es la más corta en la diatriba. El tema central es lo que el autor llama un tratamiento “anticubano” del movimiento autonomista del siglo XIX, centuria a la que machaconamente refiere como decimonónica, para que apreciemos su conocimiento de la lengua de Cervantes. Ese autonomismo de acuerdo al autor, se ha convertido “en tema de moda para los enemigos de la revolución socialista”. Me acusa de maltratar ese tema histórico durante una conferencia en la Universidad del Sur de California (USC) hace dos años.
El gacetillero se llama Elier Ramírez. No Eliecer, sino Elier. Podría ser un error tipográfico, aunque lo dudo. Hay algunos errores de ese orden en el balance del texto, pero no muchos. Nunca he conocido a nadie de nombre Elier. Eso en mi opinión es indicativo que se trata probablemente de un individuo relativamente joven, quizás nacido después de 1959. Sabemos de los ridículos esfuerzos castristas por no usar nombres comunes, especialmente aquellos asociados con la Biblia, como Juan, Pedro o María.
Cuando el uso de nombres rusos como Vladimiro, Iván, Tatiana y Ludmila, se hizo problemático por el número considerable de Vladimiros, Ivanes, Tatianas y Ludmilas, los castristas empezaron a inventar nombres previamente inexistentes en lengua castellana. No bromeo. Un miembro de la llamada “Asamblea del poder popular” por la Provincia de La Habana en el 2003, se llama Tubal. En serio. Su nombre completo es Tubal Páez Hernández. ¿Conoce el amigo lector algún Tubal? Otro, “representando a Matanzas” en el mismo organismo, respondía por el nombre de Sidelsys. Los nombres de las mujeres son aún más raros. Algunos son difíciles de pronunciar y semejan nombres científicos de enfermedades incurables. Aunque no es importante a este trabajo, debo aclarar que la llamada “Asamblea del poder popular”, no es un organismo legislativo, como su nombre intenta sugerir, sino un simple coro político que se reune dos días consecutivos cada seis meses, para cantar las loas del fifismo.
De regreso al largo mamotreto de “Jiribilla” y en particular, a los párrafos sobre mi conferencia en USC, es importante apreciar que señala (muy escuetamente) que mi exposición difiere de los otros trabajos mencionados. Los demás escritores de acuerdo a Ramírez tienen el denominador común de relacionar el fracaso del movimiento autonomista a la radicalización del separatismo republicano. Radicalización que eventualmente condujera a todo lo ocurrido en la nación a partir de 1959. Ramírez parece estar en desacuerdo con esa noción esgrimida por los otros autores mencionados, extremo que no puedo verificar por no haber leído sus trabajos.
Empero, de ser así, tendría a mi pesar que coincidir en eso con este plumífero de Fifo. Dije en USC y repito ahora que el establecimiento de un gobierno realmente autónomo para Cuba durante el último cuarto del siglo XIX, habría conducido inexorablemente a la independencia. Afirmé entonces y sostengo hoy que precisamente esa inextricable virtud garantizaba el fracaso del autonomismo, dadas las realidades políticas en Madrid.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, Londres presidiría el desmembramiento del antaño poderoso Imperio Británico, otorgándole autonomía a sus antiguas colonias. Esto condujo a la independencia inmediata de las más populosas entre ellas y a la eventual separación del resto. A diferencia de la Gran Bretaña de 1945, Madrid, durante el proceso de 1895 a 1898 estaba hipnotizado con la noción de que monarquía e imperio (o lo que quedaba de él) eran instituciones inseparables. Abundan las evidencias históricas de que, por lo menos la facción conservadora del Presidente de Las Cortes Antonio Cánovas del Castillo, creía con firmeza que la pérdida del segundo acarrearía el derrumbe de la primera. Esto hacía imposible una solución incruenta del problema cubano, convirtiendo la insurrección armada en el único recurso. Esa idea absurda de los gobernantes peninsulares también explica la breve guerra entre Madrid y Washington, cuyo aplastante resultado era predecible tanto para un gobierno como para el otro. Madrid anticipaba que la quijotesca defensa del depauperado imperio colonial afirmaría su tambaleante reinado, apuntalando la popularidad del mismo.
Ignorando por supuesto la dramática similitud entre el autonomismo y la presente disidencia, Elier arremente contra mí: “Para Byrne estos nuevos autonomistas cuentan con menos cartas de triunfo que sus antecesores, pues se oponen al poder absoluto y autoritario del estado cubano. Así, utilizando una de las farsas más burdas que han empleado los calumniadores del sistema político de la Isla, Byrne no está haciendo otra cosa que incitar a la lucha violenta y terrorista contra el sistema socialista de la Isla”. Este gacetillero del régimen termina la porción que me dedica en su diatriba con el párrafo siguiente: “la adscripción de Byrne a los métodos violentos y terroristas se vislumbra cuando termina, nada más y nada menos que su conferencia, citando unas palabras del terrorista confeso Luis Posada Carriles, pronunciadas en la Florida el 13 de abril del 2005, donde llamaba a la implementación de estos recursos en la cruzada contra la Revolución Cubana. Y seguidamente llega al colmo en sus ofensas a la historia de Cuba y a sus principales próceres, al citar unas ideas de Martí, totalmente descontextualizadas”.
Finalizando esta descripción del trabajo de mi crítico en “Jiribilla”, debo agregar que entre las cinco notas relacionadas con este segmento de su mamotreto, la que se refiere a Posada Carriles lo sitúa “perpetuando” (en vez de “perpetrando”) la voladura de un avión de Cubana de Aviación el 6 de octubre de “1876” (en vez de “1976”). Estos deben ser errores tipográficos, de lo contrario sería necesario recordarle que en 1876 faltaban más de cuarenta años para que naciera Luis Posada, Wilbur Wright tenía apenas 9 años de edad y su hermano Orville sólo 5. Además le aseguro al amable lector que la cita de Martí a la que me refería en USC y que según Elier estaba totalmente “descontextualizada” no era aquella de… “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizantes, confusas e incompletas y el de la soberbia y la rabia de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”. Pero debí usar ese párrafo de una carta de Martí a su amigo Fermín Valdés Domínguez en mayo de 1894, menos de un año antes de morir por Cuba, sólo para averiguar si Elier la hubiera considerado también como utilizada fuera de contexto.
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