sábado, septiembre 01, 2007

MAS DE UNA INCOHERENCIA

Más de una incoherencia

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¿Qué pasaría a un juez en la Isla si plantea sobre los fusilamientos y farsas judiciales, lo mismo que el chileno Juan Guzmán de los cinco espías presos en EE UU?
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Por Miguel Cabrera Peña
Santiago de Chile

La izquierda chilena enseña más de una incoherencia. Muchos, que se definen demócratas, defienden a capa y espada lo que en Cuba sucede, callan sobre la opresión que desde hace casi 50 años sufren los isleños y se desplayan contra un 'bloqueo' que tiene su raíz tanto en haber convertido la Isla en plaza militar soviética, como en la confiscación de miles de millones de dólares que llevó a cabo el régimen de Fidel Castro mediante sus retrasantes nacionalizaciones.

Sin que siquiera se le sonrojen las mejillas, en Chile cierta izquierda es, a la vez, antipinochetista y procastrista. Una de las incoherencias más notables de los últimos días la protagonizó una persona que por su biografía infunde respeto: el juez Juan Guzmán. El hoy jubilado pero prestigioso hombre de leyes fue quien abrió por primera vez un proceso contra Pinochet.

En una reciente entrevista al periodismo oficialista Granma, Guzmán opinó sobre los coletazos del proceso de los cinco espías (confesos) que la inteligencia norteamericana apresó en septiembre de 1998, condenados tres a cadena perpetua, uno a 19 años y otro 15.

Luego de presenciar como veedor la última apelación en una corte de Atlanta, Guzmán abogó abiertamente por su liberación, porque el juicio en Miami —dijo— no fue imparcial ni objetivo. Más allá de los enredos o imposturas del proceso, el actual decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Central sobrepasó incluso la petición de la defensa. Mientras ésta planteó la solicitud de libertad o la disminución de las penas, Guzmán, más radical, no tentó esta última opción.

( El juez chileno Juan Guzmán (dcha.), tras ordenar la realización de pruebas médicas a Pinochet en 2001. (EPA) )

A pesar de que las propias autoridades cubanas reconocieron que los cinco fueron a Estados Unidos a hacer labores de inteligencia, el magistrado chileno propuso que "estos jóvenes salgan inmediatamente de la cárcel, y subrayó que si los jueces quieren dormir con la conciencia tranquila deben exculparlos".

Para un ciudadano común, o sea, no experto en leyes, la situación aparece como sigue: fueron a espiar pero no tanto. Más bien llegaron a Estados Unidos para informar al Estado cubano sobre determinados sectores de Miami, que Fidel Castro llama terroristas. Hay que entender, pues, que en esto último no hay delito y confiar en lo que dice La Habana. Deben ser entonces liberados. Claro que el escenario es rocambolesco.

Habría que preguntarse sin embargo si los espías, en lugar de Estados Unidos, hubieran sido atrapados en Chile, y si aquí se le creería, por ejemplo, a Evo Morales o a Néstor Kichner, la explicación que éstos ofrecieran, admitido el espionaje. ¿Pensaría igual el juez Guzmán?

Ética y alineación política

Pero más allá de los laberintos judiciales, prestarse junto a otros para ser veedor del proceso implicaba una postura política, que al cabo descubre determinado sesgo ético. Bien dijo Guzmán a la prensa que el juicio es político. Para esta afirmación no hacía falta ir a Atlanta, y Guzmán lo sabía.

Y el juicio es político, entre otros muchos meandros de las relaciones entre La Habana y Washington, porque espionaje como el involucrado, cualquiera que sea su área de labor, siempre pretende favorecer políticamente a determinado régimen.

Con sus declaraciones, el hombre de leyes está muy consciente de que apoya a la dictadura. Desde luego que ésta colocó sus palabras en la sección dedicada a la solidaridad en el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista. Entiéndase solidaridad con la actuación del poder.

Guzmán ha demostrado durante su carrera que la inocencia o la candidez no son sus atributos. Él estaba enterado de que asistiría a un escenario político, que tendría que opinar y de antemano conocía a quien servirían sus criterios. Al menos en una de sus entrevistas a la prensa, admitió Guzmán de forma diáfana su propia politización cuando atacó el mandato de George W. Bush.

¿Sabrá el antiimperialista Guzmán, el tan celoso hombre de leyes, de la sumisión total ante el poder del sistema judicial de la Isla?

¿Sabrá Guzmán a cuántos espías se ha fusilado en Cuba desde 1959 a la fecha? La verdad es que imposible saberlo, pues los procesos son secretos y nadie puede opinar —ni ante su familia— porque sencillamente sólo se conoce lo que informa el poder, si es que decide informar algo.

Respaldar que un grupo de personas continúen presas no parece un sentimiento humanista ni noble, y muchos menos a perpetuidad. Pero es más cierto que un océano que los cinco agentes fueron a un país extranjero como lo que son, y dispuestos, sin duda, a asumir las consecuencias, universalmente conocidas.

Desde 1998, la dictadura cubana condecora en ausencia y publicita como héroes a los cinco espías. Pero lo moralmente grave en la actitud de Guzmán es que tales agentes pertenecen y simbolizan a la misma institucionalidad represiva que espía día y noche a los cubanos que discrepan pacíficamente de la política nacional. Son hombres y mujeres que cuando no están en la cárcel van camino a ella.

¿Por qué Guzmán, tan agobiado por la injusticia, no se propone públicamente como veedor en un juicio contra los disidentes de conciencia en Cuba, número infinitamente mayor que el de los cinco espías?

Guzmán —de tan buena memoria para los crímenes del pinochetismo— debiera recordar la Primavera Negra de 2003, mucho más reciente. Entonces se repartieron siglos de cárcel no entre espías, sino entre 75 opositores de conciencia. Ese mismo año se fusiló en La Habana —en juicio de menos de 72 horas— no a tres espías, sino a tres jóvenes que, al intentar abandonar su país, secuestraron una embarcación y no causaron daño físico alguno a los involucrados.

Son tan parecidas las dictaduras que hasta entidades internacionales que protegieron a los enemigos de Pinochet hoy intentan proteger y defienden, al menos moralmente, a los opositores pacíficos de Castro.

Con sus propias palabras

Al contrario de lo infundado y sin mérito, la verdad tiene pasos largos. Recientemente, Guzmán abogó en su país porque se ahondara en el rol de los jueces que durante el gobierno militar denegaron recursos de amparo, a causa de lo cual hubo muchas víctimas, enfatizaba el magistrado. Y añadía que "como en Nuremberg fueron sancionados severamente muchos jueces, en Chile todavía existe una casta judicial que no ha sido investigada".

Cualquier cubano de corazón honesto podría preguntarle a Guzmán: ¿qué le sucedería a un juez en la Isla si plantea lo mismo con respecto al medio siglo de cárceles injustas, fusilamientos y farsas judiciales?

El de los cinco espías constituye un caso de espionaje, pero sólo en la cáscara, y esto es lógico. Es también de pura lógica que cada quien está con la política que le gusta. Y Guzmán obsequió, porque le gusta, a la dictadura cubana.