martes, octubre 16, 2007

EL CARDENAL ROSALIO CASTILLO LARA PERTIÓ HACIA LA CASA DEL PADRE ETERNO

Rosalio Castillo Lara

Falleció Cardenal Rosalio Castillo Lara

"En esta solemne ocasión deseo proponerles que todos juntos le pidamos fervorosamente a la Divina Pastora que salve a Venezuela.
Nos encontramos en una situación de extrema gravedad como muy pocas en nuestra historia.
Un gobierno elegido democráticamente hace siete años ha perdido su rumbo democrático y presenta visos de dictadura, donde todos los poderes están prácticamente en manos de una sola persona que los ejerce arbitraria y despóticamente; no para procurar el mayor bien de la nación, sino para un torcido y anacrónico proyecto político: el de implantar en Venezuela un régimen desastroso como el que Fidel Castro, a costa de tantas vidas humanas y del progreso de su nación, ha impuesto a Cuba.
Los siete años de gobierno ofrecen abundantes muestras de cómo será el futuro de Venezuela si este régimen se perpetúa. Los principios fundamentales de la democracia son ignorados o violados. Los derechos humanos se ven frecuentemente menoscabados. La libertad de expresión es restringida y amenazada con disposiciones legales para lograr la autocensura. La disidencia, apenas tolerada, es, en muchos casos, perseguida. Los tribunales sentencian injusticias en nombre de la ley; hay varias decenas de prisioneros políticos, mientras la delincuencia común aumenta y ofrece un trágico saldo de más de diez mil homicidios por año. La corrupción, -que se había propuesto eliminar radicalmente-, se multiplica ante el silencio y la inactividad complaciente del Contralor General de la República hasta producir varios miles de nuevos ricos millonarios. Al mismo tiempo crece la pobreza, abunda el desempleo, trágica situación que las llamadas Misiones logran apenas disimular. El odio sembrado, tenaz e irresponsablemente, amenaza hacer de los venezolanos entre sí irreconciliables enemigos y lleva la división y enfrentamiento hasta en el seno mismo de las familias.
Para colmo, el Consejo Nacional Electoral, espurio en su origen y fraudulento en su actuación, ha quitado a casi la totalidad de los venezolanos toda confianza en votos y elecciones.
Por otra parte, el altísimo precio del petróleo que permitiría solucionar muchos problemas está siendo utilizado a través de ultra millonarios regalos para obtener de otras naciones una incierta fidelidad política, mientras en Venezuela se siente dolorosamente la falta de intervenciones y trabajos para acondicionar los hospitales desprovistos de lo necesario, de reparar las vías de comunicación, las calles de las ciudades, la construcción de viviendas y centros educativos, etc... Estas breves pinceladas no tienen la intención de ofrecer una exhaustiva información que no encontraría aquí su lugar ni el momento apropiado, sino la de ayudar a tomar conciencia de una gravísima situación que bien puede compararse con la epidemia de peste que hace 150 años motivó la intervención milagrosa de la Divina Pastora.
Ante la triste situación que vivimos y ante el peligro de que, si el pueblo venezolano no toma conciencia de su gravedad y no se pronuncia categóricamente a favor de la democracia y la libertad, nos encontraremos sometidos a una dictadura de tipo marxista, vamos a pedirle, todos unidos, a la Divina Pastora: "¡Virgen Santísima, que en nuestra historia has manifestado muchas veces tu benevolencia y cariño por este pueblo, te pedimos que no nos abandones en este momento!".
Fragmento de la Homilía que pronunciara el Cardenal Rosalio Castillo Lara en Enero de 2006

Rosalio Castillo Lara: El valiente Cardenal venezolano
Por Aníbal Romero

LiberPress- Libertad Digital- En 1938 el destacado filósofo político cristiano Eric Voegelin escapó de Hitler y se refugió en Estados Unidos. Años después regresó a Alemania y dictó un ciclo de conferencias que generó polémica.
En sus exposiciones denunció el manto de olvido que sus conciudadanos pretendían tender sobre el pasado nazi, y aseveró que la culpa por lo ocurrido no podía atribuirse exclusivamente a la maldad de un individuo, sino que la sociedad entera tenía que admitir sus responsabilidades. Citando a Heráclito, enfatizó que ninguno de nosotros tiene el derecho a ser "idiotes", "stultus" o "estúpidos" en materia política. Dicho de otra manera, no tenemos excusas morales para la abdicación ante el mal, en especial cuando éste se exhibe a nuestros ojos con la claridad meridiana que en ocasiones asume.
La homilía pronunciada recientemente por el cardenal Rosalio Castillo Lara quiso transmitir, en otro contexto y circunstancias, un mensaje similar al que Eric Voegelin dirigió a sus compatriotas en la Universidad de Munich en 1964. Cuando se trata de distinguir entre el bien y el mal, no tenemos derecho a refugiarnos en medias tintas y eufemismos. Es éticamente imperativo mirar las cosas en su cruda realidad y adoptar una postura inequívoca. La homilía del cardenal venezolano nos colocó ante esa disyuntiva, y lo hizo con acierto, coraje, sentido patriótico y clara conciencia de su misión pastoral. Los que sostienen que no lo hizo en el momento y marco adecuados pierden de vista que semejante argumento no es sino una excusa que desvía la atención de lo esencial: el llamado de libertad formulado por el prelado católico.
En efecto, si la Casa de Dios no es la casa de la dignidad humana, entonces no es Casa de Dios. Y si la dignidad humana no es lo mismo que la libertad del ser humano, entonces no existe la dignidad humana. Como varios predecesores suyos –el cardenal Mindszenty en Hungría bajo el comunismo, el cardenal Miguel Ovando y Bravo en la Nicaragua sandinista y el obispo mártir Óscar Arnulfo Romero en El Salvador–, el cardenal venezolano se echó sobre sus frágiles hombros todo el peso de su misión pastoral, al implorarle a la Madre de Dios que interceda con su Hijo y nos conceda a los venezolanos "la alegría de la recuperada libertad".
Hacía tiempo que no experimentaba con respecto un venezolano, en cualquier ámbito de la vida nacional, una admiración tan grande como la que sentí ese día, y sigo sintiendo, hacia Rosalio Castillo Lara. Esa figura físicamente endeble, de edad avanzada, aparentemente solitaria en medio de la multitud, vilipendiada y amenazada por el régimen canalla que impera en Venezuela, se alzó como un coloso moral y leyó un documento que será reivindicado por los historiadores de mañana como un texto fundamental en defensa de la dignidad de los venezolanos.
El cardenal dijo verdades decisivas, en particular que "los siete años de gobierno ofrecen abundantes muestras de cómo será el futuro de Venezuela si este régimen se perpetúa". Por encima de todo, ubicó el eje de la lucha en el terreno que corresponde: el de la libertad. De esta forma, el cardenal puso de manifiesto un nítido contraste con buena parte de los dirigentes políticos y supuestos "precandidatos" de la oposición venezolana, que son incapaces de actuar por convicción genuina, de mirar de frente el mal que tienen ante sus ojos y denunciarlo, y se pasan la vida saltando de banalidad en banalidad, y de ambigüedad en ambigüedad, en lugar de levantar sin miedo las banderas de la libertad y la democracia.
También contrastó Castillo Lara como un gigante moral frente al resto de la jerarquía católica, con escasas excepciones, cuya falta de solidaridad será para ellos una mancha imborrable de vergüenza. Han sido también vergonzosos los intentos de ciertos editorialistas dirigidos a establecer una presunta equivalencia moral entre el Gobierno y el cardenal como "extremistas" igualmente condenables. No hay equivalencia moral posible entre el mal y el bien, y el bien no es "extremista".
¿Cuál debe ser el programa de la oposición? Pues la libertad, la democracia y la dignidad de los venezolanos. Nadie luchará por propuestas puramente gerenciales y tecnocráticas de eficacia económica y paternalismo social. Nadie seguirá a los que sólo dicen: "Chávez no lo hace del todo bien, pero yo lo haré mejor". El pueblo sólo se movilizará por la libertad y la reconquista de la democracia. Como lo dijo el cardenal valiente. © AIPE
Aníbal Romero es profesor de ciencia política, Universidad Simón Bolívar.

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