VAMPIRESCO CASTRO
Vampiresco Castro
lunes 15 de octubre de 2007 13:38:43
Jorge Ferrer
Ayer hice alto en la lectura de Don Delillo –ese Libra magnífico- para ver la anunciada aparición de Castro I en el show de Hugo Chávez.
Calculé mal los tiempos y tuve que soportar, alelado, el cuarto de hora previo.
Chávez y Ramiro Valdés paseándose por el, creo que dicen, «Memorial» en Santa Clara. La expansiva vulgaridad del primero. La solícita, aunque esquiva y reptilesca, atención que le prodiga al venezolano ese asesino con ganas de estadista que es Valdés. Ese empresario frustado, Don sin dones, a quien recuerdo muy bien de una larga tarde hace veinte años en la que eran cuatro en su oficina, descontando a tipo con pistolón que entraba y salía, y uno de los cuatro era yo.
Haber aupado nuevamente a ese Valdés, dicen, es signo de que el Interino quiere paz en la cúspide para ganar pacificados en las bases de la propia elite. Los dos que dieron guanikiki a MINFAR y MININT mandan ahora. Los dos pragmáticos, en oposición al lunático Comandante en Jefe gestionan la Cuba poscastrista. Ergo, tranquilos los bolsillos de sargento para arriba.
Es también guiño de que les prometen uno, dos y tres Vietnam. Bien distintos, por cierto, de los que le recitaría Chávez a Castro I después en escena de cine que habría debido ser silente. Un Vietnam reciclado en esa Silicon Island en la que cuentan Valdés ha soñado convertir a Cuba desde sus años en COPEXTEL. Un Vietnam de Palm. No de napalm.
«Esto está en buenas manos, compañeros», vienen a decirles a militares y represores. ¿Por qué no acaban de sustituir los ridículos carteles que ensalzan a los cinco espías confesos por otros que proclamen que controlan la situación?, me pregunto.
Se me ocurre que porque tantos años junto a Fidel Castro les sirvió para aprender verdades sencillitas. Unas pocas verdades, pero eficaces todas.
Una: la feliz conjunción del uniforme y el micrófono: ¡qué efectos tiene sobre el cubano, oye!
Otra: que al cubano se lo conquista prometiéndole gloria mundial y excepcionalidad con la misma facilidad que a la prostituta prometiéndole redimirla. Ambos, cubano y prostituta, se entregan gozosos a su esencia en cuanto se les promete acariciarles la espalda de otro modo.
No es necesario asegurarles que dejarán de tenerla doblada, la espalda. Basta prometerles que el látigo cambiará de recorrido.
Tomo un atajo y acabo -me salto el encuentro del venezolano con Aleida Guevara y sus hijos: Aleida mendigándole petrodólares, «Aleidita» con esa cara de imbécil que trae a Barcelona la semana próxima…
¿Vieron a ese Fidel Castro de ayer? ¿Vieron ESO?
Pues sí que lo vio todo aquel cubano en Cuba que quiso verlo. Un país que espera el paseo del catafalco para leer en Granma el «paquete de medidas», cuyo contenido es ya un secreto a voces, pero cuya implementación requiere de voluntades y mecanismos que aún no se consigue concitar ni establecer.
Lo vieron Ramiro Valdés y Lage y Pérez Roque. Y también lo vio Raúl Castro. Responsables todos de haber insuflado a esa gente hastiada, cuando no desesperada, la confianza en que algo cambiará. Todos los que han conseguido -y mira que consiguen cosas los represores, tú-, insuflarle al pueblo la idea, tácita, de que la sobrevida del caudillo es óbice para iniciar los cambios, pero que inhumado el cuerpo, resuelto ese trámite, algo cambiará. Una idea, por cierto, que refrendó anoche el drácula tropical con su encendida diatriba contra la propiedad privada.
Todos lo pudieron ver ayer. Un cadáver que respira. Un muerto-vivo de película de serie B. Un vampiro en traje deportivo capaz de participar después en dúo humorístico. Y capaz, sobre todo, de repetir las mismas sandeces con las que ha mantenido electrizada, que no electrificada, a buena parte de un país. Un anciano instalado en una sobrevida que puede prolongarse durante años.
O terminar esta noche.
(¿Fue a mí al único que me vino a la cabeza ayer el verbo "rematar"?)
Pero, ay, se me ocurre que también los hubo que se asustaron. «Hay Fidel para rato», le dijo el cazurro Valdés al Epígono Vulgar, antes de ver el video.
Porque, oye, ¿y si se les desintegra Nosferatu antes de que tengan decidido el «paquete de medidas» de marras?
Los pude adivinar ayer en La Habana, ante la imagen de ese Castro I con Adidas que huele a sudario, preguntándose con miedo: Caballeros, ¿y qué nos hacemos si se nos muere mañana?
Tal vez, la única medida anticipada que conozcamos sea el anuncio de requisa de estacas y ajos.
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