NO HAY PEOR ZIEGLER QUE EL QUE NO QUIERE VER
A principios de los años 90s a la Dr. Consuelo Prado, de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro entonces del Proyecto Erasmo de la UNESCO, la humillaron no invitándola a la recepción que el Rector de la Universidad de La Habana dió a los científicos extranjeros que asistían al Taller de Antropología Física Luis Montané; esa humillación se llevó a cabo pese a que ella había sido la persona que contribuyó decisivamente a la asistencia de ellos a dicho evento científico. La causa de esa humillación fue que la Dra. Prado había hecho una investigación antropológica con una muestra estadísticamente representativa de mujeres de la ciudad de La Habana que señalaban serios problemas nutricionales en dicha población. Posteriormente se desató la epidemia de la Polineuritis Optica en la población cubana. Desde hace años los médicos cubanos de la Isla tienen PROHIBIDO escribir en sus diagnóticos médicos esa y otras enfermedades, aunque el tratamiento que receten sea el indicado para ellas.
En el ultimo Taller de Antropologia Física Luis Montané al que asistí, año 1996, hice una observación en la que les planteaba a los integrantes de un equipo de investigadores del Ministerio de Salud Pública compuesto por médicos, psicólogos, estadísticos, etc... que no se podía afirmar porque hubiera un aumento del peso de los individuos, de que la población se había recuperado del Período Especial, ya que, por ejemplo, en los niños menores de 6 años y sobre todo de 1 año, la falta de ciertos aminoácidos esenciales producen daños neurológicos irreparables; uno de los dirigentes de ese evento, al que llamré solamente por Ñico, se paró, dijo una diatriba más política que científica; me convertí en un ¨apestado ¨que solamente fue saludado y felicitado por dos profesores de una universidad norteamericana, Nuevo Méjico o Colorado, diciéndome que esa observación era necesario hacerla; no fui nunca más invitado a participar con mis trabajos científicos a dicho evento. Ya en 1978, ó 1979, al hacer una investigación con un psicólogo para obtener una escala cubana para medir el desarrollo psicológico en niños , se nos prohibió por parte de una instancia de la Academia de Ciencias de Cuba, escribir las palabras distrofia o distróficos ( finalmente escribimos portadores de desnutrición ) ya que en Cuba no podían haber niños distróficos.
Nada, que en la Cuba castrista está prohibido hablar de HAMBRE. Jean Ziegler, amigo de esa tiranía, no iba a faltar a esa regla.
NO HAY PEOR ZIEGLER QUE EL QUE NO QUIERE VER
Por Iria González-Rodiles
“No sólo de pan vive el hombre”, dice la milenaria y sabia enseñanza que, en un primer instante, aplico a las declaraciones hechas por el señor Jean Ziegler, durante su reciente visita a Cuba. Aunque también allá el pan falta.
Dada su condición de Relator Especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación y por su elevado nivel cultural, se supone que el señor Ziegler se halla bien instruido sobre todo lo que integra el imprescindible alimento del ser humano: el aire que respiramos, el agua y la comida que ingerimos –sin omitir la calidad de todos los componentes—, y las impresiones del mundo exterior que penetran el universo interno de cada persona, pues también alimentan o enferman el organismo humano.
Pues ni la comida, ni el agua, ni las impresiones del entorno, favorecen la salud mental y física de los cubanos. El racionamiento de la comida es extremo y, cualquier otra opción –mercado negro, agropecuario y dolarizado— rebasa las posibilidades del promedio salarial y de pensiones (¡impagable!, como diría el gobierno cubano respecto a la ‘deuda externa’). El agua está contaminada y, también, racionada. Y el régimen totalitario, con su decadencia y su estado policial, sólo genera impresiones negativas que envenenan la mente y alma del cubano. El aire se salva, pero por accidente natural: porque Cuba es una isla, larga, estrecha, siempre acariciada por los vientos que la mar sopla.
A pesar de tantos pesares, bastaron tan sólo diez días, en una visita de alto rango a la Isla, para que el Relator Especial de la ONU emitiera criterios favorables sobre la situación alimentaria cubana, muy contrapuestos a las penurias cotidianas que la población –entiéndase, gente de a pie, común, mayoritaria— ha sufrido y soportado durante casi medio siglo. Y aún soporta.
El diagnóstico de Ziegler
Sí, poco más de una semana fue suficiente para que el señor Ziegler, a golpe de ojo, diagnosticara: “En diez días de visita no hemos visto una persona subalimentada”.
Tal parece que al señor Ziegler también le aplicaron la consigna “silencio, el Enemigo escucha”, intrínseca de las sociedades cerradas. Sí, difícil asunto es acceder a la información real en Cuba, pero a veces se filtra o se escapa: afirman las estadísticas confidenciales –y experiencias directas— que las tallas y el peso correspondientes a los niños y jóvenes, según la edad, andan muy por debajo de lo normal y aún decrecen; mientras, aumenta el retraso mental en la población nueva. Este último fenómeno salió a relucir durante una Asamblea del Poder Popular –¿o Impopular?— televisada, donde Castro tuvo que admitirlo públicamente. La Naturaleza pasa sus cuentas, imponiendo Su Verdad sobre cifras e informes con inexactitudes humanas.
Pero si el distinguido Relator no vio ninguna “persona subalimentada” en la Isla no se debe, en modo alguno, a la eficiencia del régimen cubano. Tampoco, a que Cuba sea uno de los países del mundo que, paradójicamente, “tiene la alimentación como un derecho constitucional”, pues el enunciado se limita al papel. Se debe, en todo caso, a cinco aspectos fundamentales:
Primero, porque la gente roba comida al Estado, para alimentar a su familia y para venderla a otros, quienes, a su vez, se alimentan mejor gracias a esta vía.
Segundo, porque la diáspora y el exilio cubanos —mucho más de dos millones de compatriotas— envían dinero a los familiares y amigos que residen en la Isla (millones de dólares ingresan en las shoppings del gobierno para la compra de alimentos vitales que no se suministran ni por la libreta de racionamiento (algunos, miserablemente), ni en los mercados agropecuarios: leche, yogur, queso, pollo, pescado, mariscos, carne de res, pastas, aceite, pan...).
Tercero, porque existe, siempre ha existido, el socorrido mercado negro que, aunque costoso, lo es menos que el agropecuario y las shoppings gubernamentales.
Cuarto, porque hubo un largo período de subvención a Cuba por parte del campo socialista.
Quinto, porque el embargo estadounidense (‘bloqueo’, para la dramatización gubernamental cubana) ha sido, es, más virtual que real.
Metástasis de la debacle
Siempre que se aluden las escaseces y desgracias prolongadas a las que se han visto expuestos los pobladores de la Isla, se echa mano ipso facto al socorrido argumento sobre el “Enemigo Imperialista Yanqui” –distante sólo a noventa millas, en su punto geográfico más cercano a Cuba— como el único responsable de tantos males, debido al “bloqueo” impuesto por Estados Unidos sobre la Isla. Y, al unísono, siempre se lanza una invariable “condena” a la sanción estadounidense contra la dictadura cubana.
(Una incidental: Ojalá el señor Ziegler y la ONU condenaran, con la misma energía y asiduidad la sucesión dinástica del poder castrista y el cautiverio, injusto y deplorable, que sufren los presos de conciencia cubanos y sus familiares).
Pero “el bloqueo”, ya se sabe, casi ha quedado en un plano verbal o escrito. Para nadie es un secreto que la Cuba castrista –llamada también socialista—, casi desde los primeros años de su imposición, contó con el total apoyo de la antigua Unión Soviética (URSS) y del llamado “campo socialista”:
Flota pesquera, tractores, arados, camiones, alzadoras, cortadoras y cuantos medios fueran necesarios para el desarrollo agrícola, desembarcaron en los puertos cubanos y colmaron las campiñas criollas. De nada sirvieron: jamás se garantizó un suministro decente de productos alimenticios, ni se logró eliminar la miserable libreta de racionamiento establecida desde el año 1961 hasta hoy.
Así las cosas, lo único cierto es que casi la totalidad de nuestras desventuras recae, principalmente, sobre la ineficiencia, la infuncionabilidad o disfunción del sistema (¿sistema?) socialista, centralizado, estatista, totalitario, impuesto casi desde el triunfo insurrecional de 1959 hasta nuestros días.
Ese año, pese a lograrse el derrocamiento de otra dictadura –la batistiana—, con el sacrificio y las vidas de mucha gente bien inspirada e intencionada, se convirtió en el hito de un auténtico descalabro, de una “maldición” para los destinos de la “la tierra más hermosa que alguien haya visto jamás”.
Antes de esa fecha funesta, abundaban los alimentos –sin importarlos de la Sibera, la Patagonia o la Conchinchina—, por las bondades del clima y el ascendente desarrollo económico de aquellos tiempos. En cualquier esquina habanera, en cualquier rincón del país, con tan sólo unos centavos, podía comprarse un jugo de caña (guarapo) o de cualquier fruta tropical, dondequiera se adquirían carnes, pescados, mariscos, vegetales y viandas, al alcance hasta de los más desfondados bolsillos ...Todo desapareció de la mesa y del entorno del cubano.
La “creatividad” proviene del pueblo
Dada su absoluta dependencia de la URSS y la Europa del Este y ante el desplome de éstos, sus aliados, el agua subió hasta las narices del régimen cubano, con amenaza de asfixia. Ante el temor de la explosión social que se presentía, Castro, muy en contra de su propia voluntad –y así lo declaró públicamente, “me vi obligado”, dijo (pues no quiere que exista nada ajeno a su control)— concedió cierta independencia en determinados aspectos económicos de la sociedad cubana, pero en pequeña escala.
Y fueron ellos, los trabajadores independientes –aún bajo la vigilancia y el acoso del Big Brother, who is always watching us— quienes aliviaron la crisis y nuestras desgracias cotidianas, con sus autos museables de alquiler, sus triciclos armados con desperdicios, sus pequeños timbiriches y “paladares”, su producción artesanal de zapatos, ropa y todo tipo de artículos, en moneda nacional –el peso cubano— y no en la amada moneda “enemiga” –el dólar— de las shoppings gubernamentales, a las cuales no todos tienen acceso. Como también fueron, en el desaparecido Mercado Campesino, los pequeños agricultores con sus productos y aún lo son en el actual Mercado Agropecuario, quienes atenúan un poco el hambre y la miseria generalizadas (pero ésta es otra historia, más larga).
La “creatividad para garantizar la comida a todos los cubanos”, elogiada por el señor Ziegler, proviene, por lo tanto, del propio pueblo cubano, no del régimen, sino a pesar de este.
Lo inaudito
Pero como si se tratara de un problema nuevo, reciente, el Relator Especial de la ONU para la Alimentación declaró que “el gobierno de Cuba tiene ante sí una exigencia inmediata, dramática, total, de aumentar la productividad cubana”. ¿Desconoce el señor Ziegler que durante casi medio siglo los cubanos hemos esperado –y trabajado— por el logro de lo que él llama ‘exigencia inmediata’, sin éxito alguno?
Nunca llegó, ni llegará la abundancia prometida, la calidad de vida, para todos los cubanos, al menos, por las vías de los Castros, los Guevara, sus secuaces y sus relevos.
Ya los viejos gobernantes cubanos y sus descendientes sustitutos han tenido la “larga y penosa” oportunidad (casi cinco décadas) de acometer un proyecto que no funcionó. “Sabio es rectificar”, afirma el sagaz refranero del pueblo. Si en realidad les quedara algún remanente de amor por Cuba –más que por el Poder— darían paso al cambio, a nuevas formas de búsqueda para lograr el progreso y la prosperidad que demanda la Isla, a otros gobernantes con nuevas ideas y proyectos.
Si la Cuba que el señor Ziegler vio le parece bien para los cubanos, se equivocó: ésa no es la que queremos, ni necesitamos, ni a la que aspiramos nosotros, los cubanos.
Sí, “no sólo de pan vive el hombre”, pero –además de la comida, el agua y las impresiones positivas— el alimento primordial que nos falta a los cubanos es sentirnos como el aire mismo: libres.
From: Iria Gonzalez-Rodiles
Abajo El Gulag Guevara !!!
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