EEUU Y CUBA : EL ECOLOGISMO HIPOCRITA
EEUU y Cuba: el ecologismo hipócrita
Por Carlos Wotzkow
Un gran amigo y científico norteamericano acaba de pasarme por e-mail el último artículo ecologista de los tantos amantes norteamericanos que tiene el castrismo en EEUU. Es un texto dedicado a Cuba. Se intitula “Conserving Cuba, after the embargo” (NY Times, Diciembre 25, 2007). Es un artículo plagado de mentiras y saturado de medias verdades desde el inicio. Yo, por jodedor que soy, se los he incluido al final de mi respuesta para que ustedes también lo lean.
Eso de joderse uno sólo con textos impenitentes no es justo. Porque Cuba era (ya hoy mucho menos) ciertamente, un paraíso ecológico antes de la llegada del comunismo a nuestra tierra. Si los científicos norteamericanos que han visitado Cuba desde los años 60 fueran honestos (y no dudo que muchos lo son), ellos serían los más indicados para respaldar la frase siguiente: la naturaleza cubana ha sufrido más desde que Castro llegó al poder, que en los 400 años que la depredó la metrópoli española.
Cancún entonces, acoge a científicos norteamericanos y a varios comisarios castristas para intentar arreglar un entuerto que sólo un sistema creó, pero que ninguno reconoce como real: ¿cómo arreglar el destrozo ecológico que la dictadura castrista ha causado a nuestro archipiélago y que ellos, los científicos de la izquierda norteamericana, han estado ocultando con reportajes aislados (incluida la National Geografic) a fin de no enemistarse con la clase dominante de la isla?
Año tras año, la Universidad de Tulane ha criticado feroz y políticamente el embargo norteamericano y las medidas restrictivas del Departamento del Tesoro para viajar a Cuba. Pero ahora, resulta que Castro se está muriendo y el embargo que “ellos siempre quisieron abolir”, según eran instruidos desde el Departamento América del PCC, ahora hace falta mantenerlo. ¡A la naturaleza cubana hay que priorizarla por encima de su pueblo! Ese es el mensaje de ese grupo de eco-racistas mercenarios.
Desde hace 17 años el régimen de Cuba no ha sufrido ningún tipo de presión por parte de los grupos ecologistas mencionados en ese artículo. Ninguno abogó en tiempos del “Período Especial” para que el turismo europeo no acabara con las últimas reservas naturales que el país mantenía bajo “protección”. Españoles, Italianos, Alemanes, Canadienses, Mexicanos, todos capitalistas, destruyeron los mejores enclaves naturales que aún quedaban en el archipiélago en 1989.
A Cayo Coco, Cayo Sabinal, Cayo Romano y Cayo Guillermo lo sobre poblaron de hoteles los españoles y los canadienses en la década de los años 90. Y el embargo norteamericano, curiosamente, no influyó para nada en esa destrucción. Lo pedraplenes que exterminaron la biodiversidad marina de las bahías de Güije y de la Gloria, no las destruyó el embargo, sino el capricho de un viejo senil que quería hacer los pedraplenes. Eso no ha sido culpa de los inversores norteamericanos, menos que menos del embargo.
La Ciénaga de Zapata ha recibido donativos millonarios del WWF y de la ONU, sin que hasta la fecha se note ningún tipo de recuperación forestal en las áreas de Santo Tomás, Soplillar, o los Hondones. Mis colegas canadienses del Servicio Canadiense de la Fauna, mis colegas españoles y suizos, mis colegas norteamericanos (ninguno de ellos de la Smithsonian Institution, claro está) han sido testigos año tras año de la tala indiscriminada de miles de hectáreas de bosques semideciduos y costeros en esas localidades.
El embargo norteamericano nunca impidió, o benefició, la protección ambiental de Cuba. Intentar mezclar al embargo en la preservación de los recursos naturales del archipiélago cubano es una payasada única de los pro-castristas que pululan las universidades de Tulane y Harvard, la Smithsonian Institution y el Center for Internacional Policy (CIP). Dos de los perros comunistas no mencionados en ese artículo, pero detrás de toda esta falacia del embargo, se llaman Richard Lewins (Harvard) y Wayne Smith (CIP).
Durante años, Cuba se sirvió de sus supuestas leyes conservacionistas para dejar en ridículo cualquier intento de crítica en el ámbito medioambiental. La Universidad de Tulane fue vanguardia en la Internet de esa defensa, y los infiltrados cubanos en el WWF de Suiza también. El quedado cubano es legión y hoy en día la FIU es bastión. ¿Por qué entonces hacen falta ahora nuevas leyes? ¿Dónde están aquellos defensores del papeleo legislativo cubano? ¿Por qué no entrevistaron en Cancún a Guillermo García Frías, Antonio Perera Puga, o a Gilberto Silva Taboada?
Pero no seamos mal pensados. Creamos en las buenas intenciones del abogado Houck. ¿Cómo creer que una institución como la MacArthur Foundation (anti-embargo hasta los tuétanos) puede patrocinar a un abogado que ahora nos asegura que el embargo norteamericano es bueno para “salvar” a los cubanos del consumismo capitalista? ¿Nos ha salvado el embargo del consumismo europeo? Yo creo que la salvación del patrimonio natural de Cuba se deberá, primeramente, al fin de la dictadura comunista, y luego, a sus relaciones científico-comerciales con los Estados Unidos.
Que luego entre más dinero vía la industria del turismo será, en última instancia, otro avance a favor de nuestra naturaleza. Hasta la fecha, la mitad de las ganancias del turismo cubano han ido a parar únicamente a las arcas privadas de las familias de los hermanos Castro y sus generales. La otra mitad es para los Melíá y cofradía. En una Cuba libre, un por ciento de ese dinero sería invertido en el mejoramiento forestal del país, por ejemplo. ¿Cómo se explica que a Cancún fueran sólo comisarios legales y políticos del régimen y no especialistas en Flora y Fauna?
¿Qué sabe Orlando Rey Santos de orquídeas, o de mariposas, o de peces de agua dulce, o de aves y murciélagos? ¿No saben los lectores del New York Times que el mayor destrozo de la fauna dulceacuícola de Cuba lo infringió el propio Fidel Castro a nuestro archipiélago a raíz de la construcción de más de mil embalses artificiales y la introducción de más de 20 especies de peces depredadores africanos? No mister Lindeman, sea un poco más honesto, si usted no sabe las especies que abundaban nuestros ríos antes del castrismo, mejor cállese la boca.
Si a la depredación humana, si a los negocios entre el régimen de Castro y los japoneses, italianos y españoles, si a la venta de artesanía iniciada a escala masiva y nacional por Celia Sánchez Manduley en los años 60 (EMPROVA), si a los negocios oscuros de Guillermo García Frías, se pudieran archivar como causas del calentamiento global que han afectado a nuestros arrecifes, entonces sí, los corales cubanos están en peligro de extinción por obra y gracias de Al Gore y su calentamiento mental. Pero, ¿no es este tonto de Guggenheim el gran amigo de Wayne Smith? Sobran los comentarios.
Por otra parte tenemos al WWF (World Wide Fraud) que es una organización con base en Gland (Suiza) y que sabe muy bien que al fin del subsidio soviético se le acabaron a los hermanos Castro todas las posibilidades para destrozar ecosistemas a su antojo (por falta de petróleo), o de fumigar a grado técnico todos los manglares del perfil costero. Algunos del WWF gustan pasar sus vacaciones “trabajando” en la isla a la que ellos donan mucho dinero. La Internet está llena de fotos en la que se ven a sus ejecutivos comiendo especies nativas de frutas y animales. ¿No se tratará de endémicos en peligro de extinción?
¡Pero yo viví aquello! ¡No me hagan cuento! Hasta el extremo de priorizar el envió de una avioneta Dromedario (PZL-204) para eliminar los mosquitos en la casa de Fidel Castro en Cayo Piedras (pues la hija de Núñez Jiménez estaba siendo importunada por la plaga), en los mismísimos momentos en que hacía falta para apagar un incendio forestal en Bermejas (a 40 millas de distancia). El WWF ciertamente reclutará muchos tontos en Suiza, pero dudo que lo logre en Cuba. Al menos yo haré lo posible por evitarlo.
Llama la atención como la contraparte cubana en la conferencia de Cancún pide ayuda a los colegas norteamericanos para arreglar el desatino. En plena década de los años 80, mantener correspondencia con científicos norteamericanos era castigado con el desempleo. Pero si lo anterior resulta llamativo, el que no lo recuerden los cubanos de aquella época da vergüenza. Deja mucho que decir de su ética profesional. El régimen de Castro tronchó la vida profesional de cientos de jóvenes cubanos que querían proteger el patrimonio natural y sólo por eso, fueron condenados al mayor ostracismo. Sólo por escribir cartas inocentes pidiendo ayuda técnica al extranjero fueron considerados “enemigos”.
Da pena leer que una investigadora cubana habla de sistemas de marcajes para tiburones introducidos en Cuba vía Canadá (para romper el embargo) cuando estos escualos han sido casi exterminados por el MIP en aras de cumplir sus acuerdos con Japón. No hace mucho hacía escala en un puerto de Bahamas un navío japonés cargado de aletas de tiburón provenientes de Cuba. Omito el nombre del barco y del marino cubano que facilitó la información por razones obvias. Pena añado, cuando las aves se han estado estudiando desde hace más de 20 años para fines bioterroristas con el apoyo norteamericano ilimitado.
Lo mismo me produce el regateo de los barcos para la investigación. No es USA, ni las fundaciones norteamericanas que apoyan al régimen los que no ha querido comprar y facilitar las embarcaciones para los institutos cubanos. Es Castro, en persona, el que no quiere al parecer, quedarse sin biólogos marinos si a estos les da por huir en ellas después. Como todos saben, la tentación es mucha.
Lo mismo puede decirse del acceso a la Internet. ¿Cree la reportera del New York Times que su artículo no hubiera quedado en entre dicho si todos los cubanos tuvieran acceso a la Internet y hubieran podido leer todas las mentiras propagandísticas que ella ha escrito? ¿Quién bloquea al régimen de Castro electrónicamente? Que yo sepa es Castro, pues AOL, YAHOO y GOOGLE no pueden demostrarle más su apoyo y amistad. El embargo informativo de los cubanos es marxista, y nada tiene que ver con los deseos editoriales de la izquierda científica de la Smithsonian, la Harvard, la Tulane, el CIP, o el New York Times.
Y claro, esa conferencia hubiera sido mejor en La Habana, porque así, el dinero convertible se hubiera quedado en Cuba y no en México. Todos los entrevistados saben que mienten. Saben que el tema “Cuba” pasa filtros políticos y temen la cancelación de sus visas. Si no fuera así, ruego a la Sra. Jennifer Gabelein de la FIU, que haga públicos los datos que ha obtenido sobre el uso de la tierra en Cuba gracias a la tecnología GPS. Vaya, que al menos se los enseñe a sus colegas cubanos en esa misma universidad. No me sorprendería ver a la Tulane y al WWF pidiendo una férrea censura ante la inminente publicación de esos datos.
Carlos Wotzkow
Bienne, Diciembre 28, 2007
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Para leer en idioma inglés el artículo “Conserving Cuba, after the embargo” (NY Times, Diciembre 25, 2007) haga click AQUÍ
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