CASTRO, EL GOBIERNO Y EL PARTIDO
Castro, el gobierno y el partido
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El poder del dictador siempre emanó de su liderazgo, y no de ningún cargo.
viernes 22 de febrero de 2008 6:00:00
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Por Marifeli Pérez-Stable, Washington
El mensaje de Fidel Castro —"no aspiraré ni aceptaré el cargo de Presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe"— no debió sorprendernos. Recientemente había escrito sobre la necesidad de abrirle paso a las nuevas generaciones y también que no debía aferrarse a cargos.
Así y todo, cuando aparecieron esas "reflexiones", ya había sido postulado para diputado a la Asamblea Nacional y, lógicamente, salió electo en los comicios del pasado 20 de enero. Su regreso al cargo de jefe de Estado no era, por tanto, descartable. Este domingo 24 de febrero la nueva Asamblea quedará constituida y acto seguido elegirá de entre sus miembros, primero, a su presidente y luego al del Consejo de Estado y al resto de sus integrantes.
Como Fidel siempre se aferró a los cargos y al poder, cabía la posibilidad de que su vocación de toda una vida se impusiera nuevamente. Su carta resolvió con unos días de antelación el suspenso respecto a su persona. Era lo que los signos marcaban, pero, al tratarse de quien se trata, no podíamos estar seguros hasta que él mismo lo anunciara.
Quizás este domingo Raúl Castro tome las riendas del Consejo de Estado. No obstante, por las insistencias recientes en las nuevas generaciones, Carlos Lage y otros de la llamada generación intermedia —entre 50 y 60 años— podrían ocupar cargos de peso. Desde que Fidel Castro dejó de viajar, Lage frecuentemente representa a La Habana en el exterior. También es el secretario ejecutivo del Consejo de Ministros.
Todo en uno
A partir de 1976, Castro ocupó las presidencias de los dos consejos. Es decir, fue tanto jefe de Estado como de gobierno, tal y cual lo prescribe la Constitución. A principios de los noventa circuló una propuesta entre la élite para establecer una suerte de separación de funciones entre las dos presidencias y el tercer cargo que aún detenta, la secretaría general del Partido Comunista; pero nunca prosperó. ¿Pudiera hoy retomarse esa propuesta?
El poder de Castro siempre emanó de su liderazgo incontestable y no de ningún cargo. Mientras la salud lo acompañó, sin embargo, nunca permitió compartir ni siquiera los símbolos; por ejemplo, que otros desempeñaran las presidencias de los Consejos de Estado y de Ministros. De haber sido establecida esa separación en los noventa, no habría duda alguna de que el domingo Cuba contaría con un jefe de Estado distinto al jefe de Gobierno. Para lograrlo hoy, habría que enmendar la Constitución.
En los antiguos países comunistas la institución medular era el partido. El secretario general y el buró político sentaban las políticas a seguir por el Estado y por los ministros. Cuba se salía de los moldes, pues el Partido Comunista nunca definió lineamientos que no fueran aquellos a los cuales el Comandante en Jefe daba el visto bueno. Por la renuencia de Fidel Castro, el partido lleva más de una década sin convocar un congreso.
Cualesquiera que sean las noticias del 24 de febrero, de igual o mayor significación sería que, en el transcurso de este año, el partido celebrara su congreso y nombrara un nuevo secretario general. Si así fuera, me sorprendería que Raúl no tomara las riendas partidistas.
Al final de su mensaje, Fidel dice: "Deseo sólo combatir como un soldado de las ideas". Promete ser cuidadoso, lo cual pudiera entrañar la advertencia de que seguirá velando por la "revolución". Hace hincapié en que sus artículos ahora aparecerán bajo el título "Reflexiones del compañero Fidel". No será más el Comandante en Jefe, pese a que fue su rango desde la Sierra Maestra y ese cargo no aparece en la Constitución. ¿Será que se va a crear?
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