LA ASAMBLEA BISAGRA
La Asamblea bisagra
Por Juan Antonio Blanco
“La vida es lo que nos ocurre cuando planeábamos otra cosa” dijo John Lennon. No se si Gustav Husak recordó esa frase el día que anunció en una conferencia de prensa que el socialismo había dejado de existir en la antigua Checoslovaquia. Pero lo que nunca he olvidado es su rostro aturdido cuando un periodista le preguntó: ¿Y qué es el socialismo? Husak encogió los hombros e hizo mutis por el foro. Siempre me ha parecido extraordinario que el ultimo líder comunista de un país en que miles de personas fueron victimizadas para salvaguardar el socialismo fuese incapaz de definir el motivo de tanto sacrificio y atropello. El líder que no dudó en tirar por la borda la soberanía nacional al solicitar una intervención militar extranjera “para salvar el socialismo” se mostraba al final inepto para explicar la causa meritoria de semejante decisión.
La próxima Asamblea Nacional del Poder Popular que quedará instalada el 24 de febrero tiene previsto ejercer sus funciones hasta el 2013 según dictamina la constitución vigente. Ha habido muchas Asambleas anteriores, pero esta parece llamada a vivir en un auténtico “periodo especial”, no por sus penurias, sino por las características peculiares de esta etapa. Esos cinco años estarán marcados por nuevas situaciones que se dibujan ya en el horizonte interno y externo. Según sea su comprensión del tiempo que viven, pueden verlo o no como una época de oportunidades. El papel potencial de esta Asamblea no está dado por ser “la primera de Raúl Castro”, sino por constituir la bisagra con el advenimiento de la época “post Castros”
Hay dos factores a tener presentes en el plano interno
Uno es el cese del ejercicio directo del poder por los hermanos Castro. No pronostico ni deseo la muerte de nadie, solo me atengo a un hecho terco: en el 2013 Fidel tendría 87 y Raúl 82. La actual situación del primero y la siempre precaria salud del segundo hacen pensar que esa sea la realidad, aun de seguir ambos vivos para entonces. Eso significa que el nombramiento y encumbramiento de un “tercero” (el género está bien conjugado porque el machismo que prevalece en la elite de poder cubana no parece estar preparado para aceptar una “Hillary”), se vuelva un tema estratégico después de haber sido anatema por medio siglo. Las relaciones de ese delfín con los patriarcas que lo sitúen en esa nada deseable posición serán tensas: le exigirán, mientras ellos vivan, total incondicionalidad. Por otra parte, las relaciones con el resto de sus colegas y la población –que se creerán más libres de exigir explicaciones a un simple mortal que a los dos principales “líderes históricos de la Revolución”- pueden tornarse conflictivas. Ningún “tercero” podrá gobernar de manera unipersonal como hasta ahora cuando le llegue el turno y su mandato sería, posiblemente, efímero.
Un segundo factor interno es el cambio de mentalidades que se abre espacio en la población. La gente intuye que se arriba al fin de una época. Han llegado hasta allí después de innumerables sacrificios y peligros que no llegaron a traducirse en el bienestar y seguridad que deseaban legar a sus hijos. Los que pusieron sus vidas en manos de un líder que los conduciría a la tierra prometida, se preguntan por el significado de su existencia cuando ven a sus descendientes preferir la migración a otros países donde poner a prueba sus anhelos. El socialismo -que acabó con la propiedad privada hasta del menor tendero- terminó privatizando los sueños. Solo la elite tiene el privilegio de soñar – hasta desvariar- mientras los otros están en el deber de movilizarse para materializar sus deseos.
Durante el reciente proceso peticionario se hicieron más de un millón de planteamientos y propuestas, algunas en tono menos amable que otras. Los líderes post Castro no podrían ignorar ese cúmulo de demandas sin correr riesgos. Ya están en una nueva época y lidiar con ella con la mirada y soluciones de antaño es una mala receta. La prensa y no pocos gobiernos extranjeros han venido observando y buscando señales de cambio de parte del gobierno, de donde pocas han emanado en estos meses. El cambio sustantivo viene operándose –gradual, pero seguro- en la subjetividad nacional y será ese el que determine los demás.
En el campo internacional también se vivirá una fase fluida hasta el 2013.
La Casa Blanca tendrá un nuevo inquilino (o inquilina) y un nuevo presidente (o presidenta) ocupará el Palacio de Miraflores. Los dos principales actores externos del conflicto cubano –EEUU y Venezuela- verán pasar la antorcha a nuevos líderes. Aferrarse a la filosofía de la confrontación geopolítica cuando se abren oportunidades a formas no violentas y constructivas de cambio en lo interno y externo sería un grave error para quienes dirijan Cuba en estos años. La viabilidad internacional de la economía cubana después del 2013 se decide ahora. Los dirigentes cubanos tienen que acomodar los posibles anclajes externos del desarrollo. Ya no pueden darse el lujo de seguir haciendo piruetas geopolíticas con apuestas cortoplacistas. Insistir en un rumbo confrontativo excluye las posibilidades de normalizar y encaminar al largo plazo las relaciones internacionales, políticas y económicas, de la isla. La subjetividad nacional no otorgaría nuevos créditos a quienes deseen embaucarlos en la repetición de experimentos fallidos.
¿Es relevante la Asamblea Nacional ante estos dilemas? A mi juicio la que quedará instalada en este mes lo es porque constituye una bisagra constitucional entre dos épocas. Los que hoy hayan sido promovidos por la elite de poder para extender un voto incondicional y unánime en favor de sus decisiones pueden descubrir mañana que, en las nuevas circunstancias, gozan de mayor autonomía si hacen valer sus derechos formales. Los diputados y funcionarios gubernamentales no son parte de la elite de poder. Esta última es la que realmente manda y los otros gobiernan del modo que se lo indiquen. Hasta ahora ha sido así. Pero puede no seguir siéndolo en nuevas circunstancias.
Rechazo la visión de que detrás de cada comunista o diputado hay un servil oportunista, del mismo modo que siempre he rechazado la versión oficial de que detrás de cada exiliado hay un revanchista. Parte de la tragedia nacional ha sido el extravío espiritual y mental de millones de personas decentes. Muchos hoy se preguntan por el sentido que dieron a sus vidas. Estos diputados no son la excepción. Están próximos a iniciar el ejercicio de su mandato en un periodo extraordinario de la historia nacional que les ofrece la oportunidad de reencontrar y rescatar el significado de su existencia sirviendo la nación desde una nueva perspectiva.
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