viernes, febrero 22, 2008

EL NUEVO CONTRATO DE FIDEL CASTRO

El nuevo contrato de Fidel Castro


Por Antonio José Ponte
El País, España

La letra pequeña del contrato que Fidel Castro acaba de imponer a sus compatriotas incluye la continuación de sus columnas en el diario Granma. A eso promete reducirse la panoplia de atributos con los que hasta ayer mismo contaba. "Tal vez mi voz se escuche", nos avisa. Como si él no estuviese seguro del efecto que puedan causar sus consejos en adelante.

Esas que él mismo denomina "Reflexiones del compañero Fidel" han servido de rémora a lo largo de toda su convalecencia. Controlando la producción de comunicados públicos como un maestro del folletín (desde que está indispuesto para la televisión se ha pasado al suspense folletinesco), ha atajado cualquier novedad molesta, ha gritado peligro a la más pequeña tentativa de cambio. Anciano y enfermo, procura devolver la historia a sus añorados encontronazos de la Guerra Fría. Y no abandona sus fueros de experto en asuntos internacionales. Tan de cerca sigue el proceso electoral estadounidense que podría creerse que toma parte en él.

Administrador de sus postrimerías, desea controlar también el guión de sus funerales. Intenta mantener la cabeza fuera de su muerte, del mismo modo que la mantuvo fuera de la anestesia mientras lo intervenían quirúrgicamente luego de una caída. Reconoce en este último comunicado que, después de tantos años de lucha, su primera obligación es preparar al pueblo cubano para afrontar, psicológica y políticamente, la ausencia que le sobrevendrá. De manera que su renuncia a los cargos de Presidente y de Comandante en Jefe constituye una estación más en estas largas despedidas iniciadas en agosto de 2006, cuando cedió temporalmente el poder a su hermano Raúl Castro.

Desde entonces, su mando ha consistido en obstaculizar cualquier amago de transformación y en dar pie a cábalas acerca de su aparición ante las cámaras. A partir de ahora, queda medir su influjo en la política cubana por el grado de atención que sus artículos alcancen. Ex presidente y militar licenciado, su gobernación va a concentrarse en el periodismo. Pero aún despojado de atributos, quizás no deje de parecerle imponente a su hermano menor. Pues ya no Presidente y ya no Comandante en Jefe, Fidel Castro personifica todavía la Revolución. Y, aunque reducido de títulos (pronto le crearán alguna rimbombancia sustitutiva), puede que no se le haga menos paralizante a Raúl Castro.

El último comunicado suyo, donde avisa de que se reserva el poder de opinión, termina con la siguiente frase: "Seré cuidadoso". Según esas líneas, no parece convencido de que sus ideas influyan lo suficiente, y promete ser cuidadoso. ¿Significa esto que dejará de entrometerse en las decisiones políticas del país? ¿Será un oráculo menos demandante? Puede que nos encontremos en la última encrucijada que nos propone su figura. Puede que, por última vez, nos hallemos leyéndolo entre líneas, adivinándolo. Porque, sin importar cuán grandes sean sus pretensiones como articulista, cabe la posibilidad de que no se le escuche más. De que no valga ya la pena interpretarlo.

El futuro del país y de su gente, centrado en las expectativas que han ido aflorando en los debates celebrados durante los meses últimos, pasa por una descortesía de esta clase.