CON DIFERENTE COLLAR
Con diferente collar
Por Luis Cino
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - “Es el mismo perro con diferente collar”, escuché decir a un hombre en la guagua. Chorreábamos sudor por todos los poros, arracimados como sardinas en lata, en uno de los nuevos ómnibus articulados que circulan por La Habana. Supongo que el viajero se refería a los sustitutos de los camellos, presentados por la propaganda oficial como la solución definitiva al problema del transporte público en la capital.
Su comentario pudiera aludir igual al régimen de relevo y a sus tímidos cambios con poco ruido y menos nueces. Quiero decir, poco ruido para los cubanos. En el exterior, se habla tanto de las reformas de Raúl Castro como si fuera la llegada del Día del Juicio Final o estuvieran a punto de levantar vuelo los dinosaurios. Parafraseando al cantor de las confortables prisiones Potemkim, no es lo mismo, pero es igual…
Resulta que la prensa internacional sabe infinitamente más que los cubanos acerca de las medidas que proyecta implementar el gobierno de Raúl Castro. Lo mismo en El País que en La Jornada o El Mercurio, hablan de reformas agrarias, de quitar los permisos del Ministerio del Interior para entrar y salir del país, de revalorizar el peso cubano (dicen que 1 cuc por 19 pesos), de autorizar la venta y los traspasos de carros y casas, de derogar el decreto ley que impide que los orientales vivan en La Habana.
Los medios informativos cubanos dicen poco, muy poco. Luego de los últimos regaños del Compañero Fidel, dicen menos aún.
Una amiga cubana que reside hace años en Madrid, me envía correos con lo que dice la prensa española sobre las reformas que cuecen los sucesores del Máximo Líder. No sé si mi amiga, anticapitalista convencida y nostálgica de los discursos de Fidel Castro, los envía porque aún no han muerto todas sus ilusiones, si lo hace para darme ánimos o sencillamente para burlarse de mí.
Hace varias semanas me comentaba que, luego de tanto oír que los cubanos nos morimos de hambre, no le dio la lista con el billete cuando supo que en La Habana había colas para comprar los costosos teléfonos móviles.
Quizás sea precisamente esa la moraleja que los mandamases quieran que saque el mundo: en Cuba, ahora, no se está tan mal.
La cifra pregonada por ETECSA de 7 mil 400 ciudadanos que han contratado líneas de móviles desde que autorizaron su comercialización, significa un por ciento insignificante en una población de más de 11 millones, pero a la prensa extranjera sólo le interesó la cola para adquirir los teléfonos.
A propósito, ¿alguien sabrá cuántos cubanos se habrán podido dar el lujo de reservar en un hotel ahora que la única limitación es tener suficiente dinero para hacerlo?
El inefable presidente del parlamento cubano, Ricardo Alarcón, dirá que no son muchos en el Tercer Mundo los afortunados que pueden viajar en avión y dormir en hoteles. Es cierto. Ahora que Cuba se acerca un poco más a la realidad, no tiene por qué ser más ni menos que otros países pobres de solemnidad.
No se puede conformar a todos. Casi medio siglo de igualitarismo forzado no funcionó. No podía funcionar. De cualquier modo, llegó el sálvese quien pueda del Período Especial. Se salvaron los dirigentes, algunos privilegiados, “los macetas” y los que reciben remesas generosas de sus parientes exilados. De ellos será ahora el reino de los Lada, las habitaciones en los hoteles y los teléfonos celulares.
Se decidió finalmente que lo importante en un gato, no importa su color, es que cace ratones. Que la cacería sea lo más confortable posible. Si se es obediente y leal al Partido Único, enriquecerse es bueno. Lo han dicho muchos, desde Bujarin hasta Deng Xiao Ping. Entonces, no hay que ser roñosos con los nuevos ricos, que canten la Internacional y venga el trapicheo.
Lo que quede del festín, las migajas precisas para que no revienten de rabia, será para el resto de los cubanos. Los que no tengan dotes de dirigente, negociante o ladrón. Ellos serán los pasajeros de las bicicletas chinas y los nuevos ómnibus que pronto volverán a estar destartalados y sucios.
No obstante, a merced de las olas de la sucesión, bienvenido sea todo lo que pueda significar siquiera una mínima mejora de las condiciones de vida de los cubanos: las guaguas nuevas, los cambios en la agricultura o la telefonía móvil.
Sinceramente, me da mala espina que se hable más del “paquete de reformas” en el extranjero que en Cuba. Me pone muy aprensivo y descreído que el gobierno cubano firme en la ONU unos pactos internacionales de derechos humanos que nadie sabe por acá de qué tratan, y un par de meses después atropellen en La Habana a una decena de mujeres por pedir libertad para sus cónyuges presos.
Para empezar e ir entrando en confianza, estaremos más tranquilos cuando haya modificaciones constitucionales que den paso a un estado de derecho, con leyes que se respeten y garanticen que no habrá en el futuro más prohibiciones absurdas como las que ahora empiezan a derogar con cuentagotas.
Los rehenes, amordazados y con los ojos vendados, necesitamos saber cómo y hacia dónde va el barco. No vaya a ser que cambiemos nuestro futuro por un puñado de guaguas Yutong, varias arrobas de boniato, unas libras más de picadillo de soya condimentado y los dichosos telefonitos móviles.
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