LAS DAMAS GESTAN EL CAMBIO
Las Damas gestan el cambio
Por Miguel Saludes
MIAMI, Florida -La más reciente demostración cívica realizada por las Damas de Blanco en Cuba, ha tenido una connotación especial. El gesto de protesta escenificado frente a las oficinas del nuevo Jefe de Estado, hizo recordar por breve espacio de tiempo el carácter y nombre original de la Plaza que fuera rebautizada como de la Revolución.
La imagen de unas mujeres sentadas en círculo sobre el asfalto, con las manos cogidas en cadena en plena vía pública, irrumpía de manera inusual en el sacrosanto espacio dedicado a rendir culto al actual sistema político cubano. Ellas solo pedían libertad para sus seres queridos, condenados a largas penas de prisión. El contraste con la expresión pacífica de las vestidas de blanco, estaba en el empeño de otras mujeres uniformadas para que las primeras abandonaran el lugar. Halones de brazos, empellones y finalmente la acción de traslado entre varias de las policías, fue la forma grotesca de reducir al grupo de Damas, y meterlas en un autobús. El cuadro se completaba con la participación vergonzosa de otras féminas. Convocadas por ese engendro nombrado Brigadas de Respuesta Rápida, las gritonas de ocasión insultaban y amenazaban a las detenidas. Estas no se quedaron calladas y respondieron con gritos de libertad las ofensas que les eran proferidas.
De todas maneras el gesto represivo no es lo más destacado en esta nueva jornada de la lucha cívica por reivindicar derechos políticos y de expresión. La reacción de fuerza empleada contra las Damas de Blanco tampoco debe ser vista como un signo desesperanzador. El corro de los que le hacen juego al poder es comprensible en una sociedad donde ese tipo de gestos sirve a para encubrir inclinaciones de todo tipo, incluso hasta la deslealtad hacia quienes se simula apoyar.
La explicación de los hechos, aparecida al día siguiente en la prensa oficial y leída en el noticiero vespertino, no podía ser más ridícula. El mismo calificativo que se utiliza contra los presos políticos, opositores y cualquiera que de alguna manera se defina contra el sistema establecido en Cuba, fue empleado para describir a las madres, esposas, hermanas y familiares de los encarcelados. Mercenario es la palabra con la que el poder pretende clasificar a todo el que osa levantar la voz en su contra. Pero aunque esas fueron las intenciones de la propaganda, otras pueden ser las lecturas.
Que la prensa oficial dedicara espacio a este suceso habla de su connotación. No importa cuan reducido pudo haber sido el número de las participantes, la longitud de tiempo que pudieron permanecer en el sitio o las demostraciones de apoyo hacia el gobierno tomadas por las cámaras. Incluso la acción represiva, descrita por algunos como moderada y cuidadosa, queda en un segundo plano superada por el significado de la manifestación pacífica.
Un punto a favor de las Damas es que para desacreditar su acción los medios tuvieron que mencionar sin tapujos el objetivo por el que ellas luchan. Que les sigan diciendo contrarrevolucionarios a los presos de conciencia es algo con lo que se debe contar cuando la referencia viene de los carceleros. Que estos justifiquen el castigo argumentando falsedades tales como actividades contra el pueblo y criterios anexionistas atribuidos a los condenados, tampoco es noticia. Buscando respaldo más bien despiertan la suspicacia entre una población que en buena medida todavía desconoce lo acontecido en el 2003.
Las razones por la que esos hombres fueron condenados a severas penas, están contenidas en algunos de los pasos tímidos de apertura en la vida actual del país. El acceso a determinadas tecnologías modernas de comunicación, libertad de salir y entrar de su patria, al respeto de los frutos del trabajo individual y colectivo realizado por iniciativa propia, la apertura de hoteles y lugares de disfrute a todos los nacionales, eran propósitos en la lucha de esos activistas cívicos. Igualmente la exposición de una sociedad en desplome, imágenes críticas de la realidad imperante, denuncias de arbitrariedades, corrupción y retrocesos verificados en renglones de la salud o la educación, que hoy son acusadas en foros gubernamentales, están en el dossier de los condenados como prueba de su accionar contra revolucionario. .
Identificar a la mayoría con la postura grosera de un grupo de gritones, es contraproducente. La gente común no se sintió parte de los mítines de repudio desde que se iniciara esa modalidad. Los participantes, sumados en buena medida gracias a la presión del centro laboral o de estudio, vieron como el show real lo escenifican elementos fanáticos y oportunistas, muchos de los cuales terminaron por enrumbar hacia el norte cuando se les presentó la ocasión o fueron a dar a la cárcel por actos delictivos. Esta escenografía resulta cada vez menos creíble. Para reparar sus colores gastados ya ni siquiera es suficiente incluir en ella a personalidades políticas del exilio como Ileana Ros Lethinen o la figura de Posada Carriles, recurso extremo para hacer asimilable la farsa.
No es inusual que las fuerzas del orden traten de disolver manifestaciones públicas, aún en países de elevada tradición democrática. A veces se les va la mano y no pocos golpes. Por ello no han faltado evaluaciones positivas para el comedimiento de la policía castrista en este último hecho. Lejos de redundar en una visión complaciente por la estrategia seguida ante las manifestantes en la Plaza, la demostración cívica implica un reto para la nueva estructura de poder en la Isla. Liberar a los presos políticos es el paso consecuente a dar.
Por su parte Las Damas de Blanco han anotado otro gran punto para la sociedad civil que se viene gestando desde hace años en Cuba. No importa que los comentaristas asalariados pongan énfasis en los editoriales que las denigran. Las cosas se mueven, lenta pero de manera inexorable, hacia un futuro democrático. El pasado 21 de abril se avanzó un trecho apreciable, con el gesto hecho por esas valerosas cubanas.
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