RUTA DE VIAJES Y MIEDOS PERDIDOS
Por Raúl Rivero
Madrid -- En los últimos meses, y con la ayuda de ingenuos, interesados, tramoyistas y un escuadrón de redactores apresurados, el gobierno cubano ha conseguido aparecer en escena --de completo uniforme-- a marcha forzada sobre una de esas esteras fijas donde se entrenan los deportistas y pierden libras los amantes de la salud y la buena figura.
Detrás del grupo que hace como que se desplaza, se proyectan imágenes de jóvenes que pasan con un teléfono móvil, una muchacha que prueba una moto eléctrica y planos generales de los lujosos hoteles que se han levantado en el país para el turismo extranjero y la nomenclatura.
Pasan unos campesinos hacia una vaquería y otros trabajan la tierra. Unas mujeres recogen hortalizas y, en esos momentos, un empleado enciende los ventiladores y el grupo que va en la estera pierde algunas gorras, entrecierra los ojos y permite que el viento les haga aparecer esforzados y firmes frente a las dificultades y las incomprensiones.
La velocidad que se percibe desde dentro de la isla tiene un kilometraje. Otro la que se ve desde fuera, donde la travesía --según el grado de entusiasmo y el registro político de los observadores-- se ve lo mismo como un viaje al cosmos que como una vuelta por el vecindario. Pero se mueve, dicen los obstinados en medio de los debates.
Unas preguntas que suelen hacer aquí algunos personajes que, como vieron verdaderos cambios, no llegan a apreciar con claridad el movimiento, son estas: Muy bien, aceptemos que han comenzado a moverse, pero ¿hacia dónde? ¿Es para ese punto desconocido para donde quiere ir la gente? ¿Es ese el rumbo que sacará al país de medio siglo de dictadura?
Y lo que pasa es que el montaje del paseo en la estera, la música de carrusel que se escucha al fondo y el hecho de ver pasar siempre a los mismos y con el mismo gesto no da garantías a quienes saben que el artistaje, la floristería aérea y la simulación no sacan a una nación de la miseria, ni preparan el camino para la entrada definitiva de las libertades.
La encrucijada, con esos gestos superficiales, no es tal. No hay misterio para el destino de ese país. Toca Hugo Chávez Frías, con su hopalanda punzó y sus escándalos populistas, o el modelo asiático (el chino y el vietnamita) con los comunistas en limusinas camino de la eternidad del partido único.
Por estos parajes se ha llegado a publicar, hace muy pocos días, que si ahora mismo se hicieran elecciones en Cuba Raúl Castro le ganaría a su hermano mayor. Como si nadie más en aquella tierra pudiera aspirar a conducirla hacia otro porvenir. Un futuro que toda esa metralla propagandística trata de secuestrar y controlar desde este día de hoy, que cuando acabe comenzará a ser también parte de la memoria y del pasado.
Es, como casi siempre, el culto a la apariencia. La ambigüedad y la maldad en un cóctel fatídico. Se pueden comprar ordenadores, pero el salario es de 12 dólares. Se suspenden algunas ejecuciones, pero otras no y la pena de muerte sigue vigente.
Se permite construir un templo, pero a las Damas de Blanco, que rezan por la libertad de sus familiares y por la de más de 200 presos políticos, se les arrastra hasta un ómnibus bajo el fusilamiento verbal de un pelotón reclutado por la misma policía.
Es un viaje hacia ningún sitio, con señales para que si alguien pierde el miedo lo reencuentre enseguida.
Una carrera falsa en la que de todas formas se pierden fuerzas. Quienes los están viendo correr en el mismo lugar también se cansan de verlos. La mayoría ya no los puede ver.
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