viernes, julio 04, 2008

DE HEROES Y TIRANOS

De héroes y tiranos


Por Oscar Espinosa Chepe

La HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - La historia universal muestra figuras que habiendo participado activamente en la lucha por la independencia y la libertad de sus pueblos, tiempo después de alcanzado el triunfo supieron renunciar al poder con gran desinterés y retirarse a un merecido descanso para dejar un legado digno y respetable. Son los casos de personalidades como George Washington, Máximo Gómez, Julius Nyerere y Nelson Mandela, ejemplos imperecederos de modestia y lealtad a la confianza y afecto depositados en ellos por sus conciudadanos.

Sin embargo, no han sido pocos los que llenos de gloria en las luchas por la independencia o la libertad de sus naciones, y con el inicial apoyo masivo de los pueblos liberados de la opresión, durante su permanencia prolongada en el poder se convirtieron en azotes de sus contemporáneos con una sola mira: mantener el poder a ultranza, disfrutar de todos los privilegios posibles y amasar inmensas fortunas. Muchas veces lo han realizado bajo el manto de discursos populistas e hipócritas consignas para disimular sus enfermizas ambiciones de gloria personal a expensas de los sufrimientos de sus compatriotas.

En América Latina, la lista de esos personajes es bastante larga. Baste recordar al venezolano José Antonio Páez o al mexicano Porfirio Díaz, indiscutibles héroes que luego se convirtieron en sanguinarios dictadores. En Cuba también hemos tenido esos casos, cuyo nefasto ejemplo fue el general de la guerra de independencia Gerardo Machado, así como individuos distinguidos en la lucha contra dictaduras padecidas en el Siglo XX, convertidos luego en victimarios del pueblo bajo múltiples disfraces.

( Mugabe y Fidel Castro, dos sanguinarios tiranos que destruyeron sus prósperos, aunque con dificultades, países; nota del blogguista )

Hace años, Robert Mugabe, de símbolo de la lucha por la liberación de la antigua Rhodesia, se convirtió en tirano de los ciudadanos del país, posteriormente rebautizado como Zimbabwe, y por su adicción al poder se niega a alejarse de la presidencia para facilitar los cambios urgentemente requeridos por esa nación africana.

Uno de los países relativamente más ricos del continente, conocido como el Granero de África, se ha convertido en uno de los más atrasados y pobres. Si la esperanza de vida al nacer era de 60 años a inicios de los años 1980, actualmente es de 35, con un 20 por ciento de la población infectada de Suda. El paro laboral es del 80 y la inflación de más del 160, 000%, según fuentes oficiales. El hambre imperante y el terror desatado por el régimen han provocado que más del 20 por ciento de la población haya emigrado a países vecinos, con miles de prisioneros políticos hacinados en las cárceles.

A pesar de esa catástrofe, el incremento de la oposición interna, las críticas provenientes de naciones y líderes mundiales -particularmente africanos como Nelson Mandela-, los reclamos de las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, así como de organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, Robert Mugabe se niega a alejarse del poder, burlándose del cariño y respeto que una vez sus conciudadanos le dispensaron.

A los 84 años ha realizado elecciones fraudulentas el pasado 27 de junio y se declaró presidente nuevamente. En la primera vuelta del proceso, bajo la supervisión de miles de observadores, Morgan Tsvangirai, dirigente del Movimiento para el Cambio Democrático ganó con el 47,9 % de los votos, pero tuvo que retirarse días antes de la nueva ronda, por la represión y los asesinatos de sus seguidores por parte del régimen. Incluso debió asilarse en la Embajada de los Países Bajos en Harare. La frase lapidaria de Mugabe fue: ¨Sólo Díos me sacará del poder¨.

Lamentablemente, la experiencia de Zimbabwe reitera que los pueblos tienen que estar muy alertas ante los posibles ¨salvadores¨, que entronizados en el poder suelen ser males peores que la enfermedad.