EL INVENCIBLE MARQUÉS
Por Manuel Vázquez Portal
La casa del Benny en Alamar era la casa del amor. Allí llegaban Elena y el guajiro Navarro y había una almohada y una flor para acoger su desamparo. Llegaban Gloria y Diego Rodríguez Arché y había una copa alegre y un oído dispuesto. Llegaban Raulito Ortega y la de turno y había un rincón discreto para solazarse. Llegaba María Elena Cruz Varela, entre airada y agónica, y había para ella una palabra suave y un hombro donde poner la cabeza atormentada.
La casa de Benny en Alamar era la casa del amor. Entonces Nancy Estrada usaba una sonrisa a todo rostro y nos freía la pobreza con más amor que condimentos. Almorzábamos todos y éramos felices. No sabíamos entonces que se avecinaba la furia y el delirio. Entre chistes audaces sobre la perestroika y augurios neblinosos sobre Cuba, el verano traía colores de flamboyan a la terraza por donde la poesía y el hechizo transcurrían.
( Bernardo Márques Ravelo en esos años; nota del blogguista )
Todo acabó una tarde de junio de 1991. María Elena Cruz Varela apareció con un folio de papel cebolla donde ella y Fernando Velázquez habían garrapateado algunas ingenuas herejías contra el gobierno de Castro. Quizás, más bien, unas peticiones candorosas a favor del pueblo de Cuba. El Benny lo firmó. Y comenzó el desbarajuste. Era una osadía demasiado peligrosa solicitarle al gobierno cubano que reabriera el mercado campesino y liberara a los presos de conciencia. María Elena terminó atragantándose de papeles que una turba le introdujo en la boca y fue dar con sus poemas a una cárcel de mujeres. Fernando dio el primer bote en la prisión de Manacas y Benny se trasformó en el Hombre Invisible.
Había empezado el despelote. La casa del Benny en Alamar se fue quedando sola. Los amigos de entonces ya no eran los mismos. Un aire de desolación corría por la terraza de los flamboyanes y el pedazo de mar que se veía por sobre los chatos efidicios parecía no importarle a nadie. Intelectuales y poetas, pintores y cineatas, bailarinas y funcionarias, fantasmas y vampiros dejaron de asistir a la casa del amor. Era una casa maldita. El demonio la acechaba. Los antiguos colegas miraban hacia otra parte para no verse comprometidos a saludar al marcado con la cruz escarlata. Bernardo Marqués Ravelo, el de la risa gárrula y el abrazo infinito, se estaba quedando solo.
Y se quedó tan solo que tuvo que partir. Llegó a Tampa con una mano atrás y la otra también. Vino a Miami. Fue editor y periodista. Se fue a Puerto Rico y fue revistero y publicista. Regresó a Miami y fue ambulanciero y desempleado público. Enfermó a morirse. Pero no se murió. Que la rancia nobleza no muere tan fácilmente.
( Bernardo Márques Ravelo y Camilo López Darias en estos años; nota del blogguista )
Pero las catástrofes nunca vienen solas. Se acabó la risa entre Nancy y el Benny. Y cuando la risa se acaba en una pareja, es mejor disolverla. La disolvieron sin agravios. Y volvió a empezar la historia. Apareció Rosa María Rodríguez. Un adivinador de cartas, estrellas o caracoles le había dicho que se casaría con un escritor. Y Rosa cargó con el Benny. No sabía lo que le esperaba: era necesario fundar otra casa para el amor, pero esta vez en Hialeah. Y la fundaron. Yo la visité cuando llegué de Cuba y de la cárcel, valga la redundancia, y le pedí al Benny me volviera a leer aquel poema sobre el suicidio del poeta Césare Pavese y la pervesidad de la actriz Constance Dowling que tantas veces disfrutamos en la casa de Alamar. Me lo leyó y supe que el Marqués era invencible y ya tenía otra casa del amor.
Por eso la noche que fui a la presentación del libro He aquí el cuerpo de mi amigo, del poeta Bernardo Marqués Ravelo, que publicó la editorial Iduna en Miami, y escuché nuevamente el poema de Césare y Constance no pude menos que recordar que un buen poema vacuna contra la muerte, convierte en eterno a quien lo escribe y trae de regreso a los amigos dispersos. Mientras Benny leía Raulito Ortega estaba a su lado. Elena Tamargo y yo escuchábamos alelados. María Elena oteaba desde España las volutas que la poesía dibujaba en el aire. Manolo Granado dejó su frío cementerio en el París donde murió. Manuel Díaz Martínez arrulló el recuerdo de su Ofelia perdida allá por Islas Canarias. José Lorenzo Fuentes se irguió en sus lúcidos ocheta años en un patio sin estrellas de Miami. Y quién sabe si Raúl Rivero allá en Madrid soñó con una muchacha casi menor de edad y desconocida por la prensa extranjera, que por poco también le cuesta el suicidio.
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Tomado de Cubanet.org
Bernardo Marqués-Ravelo
Julio 3 del 2003
Acaba de salir de las prensas cubanas el libro "Los disidentes", un libelo anti-todo, plagado de vilezas y mentiras. Iba a escribir sobre ese tema pero después me dije que no tenía sentido: la ignominia siempre lo será, y por más que tratemos de enderezar algunos arbustos y ramas, los que nacen torcidos acabarán siempre de la misma forma.
Los personajes en cuestión son nada más y nada menos que Luis Báez y Néstor Baguer, dos personajillos de la fauna intelectual habanera. El uno, un detestable correveidile, como lo calificó Fidel Castro, en marzo de 1964, cuando el juicio contra Marcos Rodríguez, fusilado entonces por el gobierno por la delación de los mártires de Humboldt 7, en 1958. El otro: el académico Néstor Baguer, que no para de mentir en estas páginas de oprobio y vergüenza.
Reflexionaba sobre mis experiencias con Báez y, después, con el irrespetado Baguer -el agente Octavio- pero en verdad lo que me salió fue una sarta de improperios, y ya se sabe que en el periodismo no es bueno ni saludable cobijar perretas y exabruptos. De modo que, a mi pesar, me pasé con fichas, aunque me quedaron en el alma los deseos -los malos deseos- de arremeter con fuerza contra estos miserables. Que uno también tiene su corazoncito.
Pero confío en que la memoria coloque a esos personajes, escapados de la Historia universal de la infamia, en sus respectivos lugares, más temprano que tarde. No hay que apurarse, que en este combate nosotros - los de acá y de allá- seremos, somos ya, los vencedores y el derrotado es ya el opaco Coma Andante, como lo llama María Elena Cruz Varela.
DESDE LA CARCEL
Todo lo anterior viene a cuento por las memorias de la cárcel de Manuel Vázquez Portal, que acaban de publicar, en otra entrega, en la página CubaNet.
Es un testimonio desgarrador y de una ternura casi infinita. ¡Qué nobleza la de este texto, que sufre por todos los seres humanos! Los que agonizan tras las celdas y no conocen de un solitario gesto de afecto, esos pobres seres condenados a cien años de soledad y de ultrajes, que padecen las noches y días y horas y más horas bajo los improperios y salvajadas de los carceleros.
( Manuel Vázquez Portal en la época en que fue tendido; nota del blogguista)
Vázquez Portal tiene tiempo para repasar los últimos acontecimientos y peripecias de la isla que tanto ama, y en ese recorrido por cada una de las aventuras interminables de la existencia recuerda a sus amores, es decir, sus hijos y ex mujeres y en lugar principal a su actual compañera, Yolanda Huerga -Yoly, como la llama- en estos primeros días de los 18 años de cárcel que le han obsequiado por su obsesionado amor a la patria.
Desde la prisión de Boniato, en Santiago de Cuba, el periodista y poeta y novelista tiene tiempo para leer la Biblia, musitar una oración y estar en contacto con el Sumo Creador. Tiene tiempo para un repaso final que, por fortuna, nunca lo será. Y desde aquella inmunda ergástula recuerda a sus amigos, y a todas sus querencias, mientras prepara una "sambumbia", que llaman café, y enciende el primer cigarrillo de la mañana, de una caja que le ha traído la esposa.
Tiene tiempo para recordar, que es volver a vivir, como dice el bolero de Vicentico Valdés. Tiempo de sobra para meditar sobre la condición humana y la aventura que llamamos existencia. El poeta tiene tiempo -como dejó dicho Eliseo Diego: Les dejo el tiempo/ todo el tiempo...- para reflexionar sobre la lucha y sus traiciones y sobre la condición humana.
Y en esas meditaciones nos lleva a encarar el mundo, a evaluarlo de nuevo, y entonces sentimos que nuestra vida tiene sentido si al menos contamos con una mano amiga, cercana, que tiene el valor que no tuvimos nosotros, y que es capaz de jugarse la vida por la libertad, esa palabra sagrada que tanto nos deslumbra y abochorna, no por lo que hicimos sino por lo que no hacemos.
Nunca como estos días para rememorar a Vázquez Portal y sus textos intensos, líricos y armoniosos. Con esa pasión que pone en cada una de sus líneas. Con ese amor y esa entrega humana que lo distingue.
¿Cómo salen de la cárcel estas páginas que sólo pueden haber sido escritas por Manuel Vázquez Portal? Me imagino que con la anuencia y complicidad de los mismos celadores y otras manos piadosas y amigas. En todo caso, los centinelas también padecen al régimen y al dictador, y como en el viejo poema de la picaresca: "...todos a una". El Comendador es un asesino, así que no faltará nunca la mano del pueblo para condenarlo. Y ajusticiarlo, llegado el caso.
( Manuel Vázquez Portal, despues de salir de la prisión y antes de partir hacia el Exilio; nota del blogguista )
Vázquez Portal junto a Raúl Rivero son hoy -junto a los otros periodistas independientes acosados por la represión- los paradigmas de la nueva Cuba. La que no tiembla ni se atemoriza y se yergue frente a los abusos de los desalmados agentes de la policía política de Castro. Esos seres deplorables y de onerosa calaña humana.
Entonces me vienen a la mente las tesituras humanas de Luis Báez y de Néstor Baguer, que tan bien he conocido. Y me espantaron en su momento. Y sólo puedo albergar un sentimiento de lástima por sus cataduras morales. Sí, en efecto: los malos duermen bien... por el momento, desde luego. Día llegará en que los apaleados y perseguidos de hoy tengan un sitio en la mesa, desayunados todos, como diría el poeta César Vallejo.
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