NOTICIAS DE CLARIA
Noticias de Claria
Por Alejandro Rios
Hace cuestión de dos años, se testimonió cinematográficamente la existencia de un raro y voraz monstruo anfibio en ríos, estanques y presas cubanas gracias al documental Revolución azul, del estudiante mexicano de cine en San Antonio de los Baños, Diego Fabián Archondo. El argumento, desarrollado en apenas 10 minutos con mordaz humor, resultó ser fascinante: un miembro retirado del Ministerio del Interior, con residencia en el legendario pueblo de Hershey, cría animales como autoabastecimiento alimentario para su familia y algunos vecinos cercanos, costumbre heredada del llamado período especial cuando, supuestamente, la economía de la isla tocó fondo, luego de la desaparición del campo socialista de donde procedía casi toda la manutención del país.
Entre sus criaderos, el personaje en cuestión, ostentaba un estanque en el patio de la casa donde albergó, displicentemente, la llamada claria, una especie de pez gato procedente de Asia que, según diversas fuentes periodísticas, fuera genéticamente alterado en laboratorios cubanos para acelerar su reproducción y crecimiento y, de tal modo, paliar la precaria canasta familiar nacional. El resultado es un espécimen insaciable que, cual cloaca natural, deglute todo tipo de presa que se encuentre a su paso sea en el agua, su habitat natural, o por tierra, donde puede reptar alrededor de tres días en busca de más alimento o un mejor lugar donde vivir.
En casi medio siglo de porfiada existencia ya se sabe que los tres más grandes problemas, no resueltos aún, que ha debido afrontar la revolución ''roja'' de los Castro es garantizar el desayuno, el almuerzo y la comida de sus coterráneos. En estos días, mientras el arcaico dictador se ocupa de dilucidar, desde su cama de convaleciente, acuciantes crisis internacionales, el nuevo mandatario se apresura en solucionar la desolación de la culinaria criolla a como dé lugar, afirmando que del comestible puntual depende el futuro de su disparatado experimento social.
Antes del arribo de la claria, hubo momentos no menos delirantes en los esfuerzos zoológicos por buscar una solución casi mágica a la incapacidad de producir bienes y alimentos que persigue, como un maleficio, a los hermanos Castro.
Indistintamente, los hogares cubanos dieron la bienvenida a diminutos pollitos, conminados a crecer en familia hasta alcanzar un tamaño apropiado para la sopa o el fricasé y que, en ocasiones, cuando lograban sobrevivir, no terminaban en la cazuela porque un cariño casi filial impedía el sacrificio y a proles de tilapia que luego de nadar en improvisadas peceras o cubos, compartían, al crecer, las bañeras con sus dueños antes de ser descuartizados en filetes para remediar, a duras penas, dos almuerzos o una cena de cumpleaños.
Quedaron en promesa socialista las vacas enanas, una especie genéticamente trastocada, llamada también a vivir en la casa del cubano común para dar, por seguro, el litro de leche a los niños más allá de los siete años y a los ancianos carentes de proteína.
De tantos desaguisados, que emulan escenas del mejor teatro vernáculo, parece ser la claria, el animal que dejará una huella indeleble en el noble ecosistema cubano donde no abundan depredadores significativos. El impresentable pez caminante ha ido liquidando especies endémicas acuáticas y otros componentes de la fauna como roedores y pájaros. Noticias, sin embargo, que no parecen amedrentar a quienes en este mismo momento la consumen o comercializan no solamente como filetes, sino en forma de croquetas, frituras, ceviche o picadillo.
Viajeros llegados de Cuba dan cuenta de clarias gigantes con más de cien libras de peso, pescadas con pollitos como carnadas incautas. Se habla de que tienen las panzas atiborradas de ratones cuando son despedazadas para la venta y que los turistas las disfrutan como si fueran exóticos esturiones caribeños. Escuché a un cubano llegado de visitar a su parentela en Cuba, luego de muchos años de ausencia, contar como terminó en un hospital intoxicado con una nueva manera de ciguatera luego de un banquete familiar con clarias que no le habían identificado para darle la sorpresa.
¿Quién sabe si fue un trozo de claria la causa de la devastación digestiva que ha retirado para siempre al ''biotecnólogo en jefe'' de su agobiante tribuna? Paradojas de la vida, como en la famosa novela de Mary Shelley, el apetente e incontrolable monstruo parece dar cuenta de su voluntarioso doctor Frankenstein.
El pez claria cubano
( Fragmento del documental Revolución Azul )
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