martes, julio 15, 2008

EN TORNO AL DISCURSO DE RAÚL CASTRO EN LA ASAMBLEA DEL PODER POPULAR

EN TORNO AL DISCURSO DE RAÚL CASTRO EN LA ASAMBLEA DEL PODER POPULAR


2008-07-14.
Elías Amor
Economista ULC

La reforma de la seguridad social en Cuba anunciada por Raúl Castro es un ejemplo de por dónde van las cosas en la Isla, y lo mal que están enfocando las autoridades los retos que tienen para transformar un sistema que no funciona. Alargar la edad para cobrar la jubilación y autorizar el pluriempleo. ¿Tercermundismo a la cubana? Con medidas de este tipo, el régimen cubano se aleja del modelo chino y apuesta por la “favelización” del comunismo. Vayamos por partes.

Alargar la edad para acceder a la pensión de jubilación, sitúa al régimen castrista en la peor de las dinámicas internacionales, justo en un momento en que los debates políticos, económicos y sindicales, principalmente, van en la dirección opuesta. La idea de que las personas puedan jubilarse a edades tempranas es un ideal de largo alcance que, en los países occidentales, cubre un amplio espectro de demandas sociales y electorales. Nadie imagina a un gobierno o a un sindicato europeo ofreciendo a los ciudadanos alargar la edad necesaria para la jubilación. Un ejemplo más del desbarajuste revolucionario, y los argumentos son más hilarantes aún.

Pero lo que choca verdaderamente es que Raúl Castro justifique ante la Asamblea Nacional del Poder Popular esta medida como el resultado del aumento de la esperanza de vida, es decir, como los cubanos y cubanas viven más años, un éxito según él de la revolución (está por ver que sea así). Lo lógico y normal es que trabajen más años. ¿Trabajar en qué, y trabajar para qué? Esta es sin duda la cuestión a responder.

Cierto es que la esperanza de vida de los cubanos se encuentra entre las más elevadas del mundo. Un motivo de satisfacción del que todos nos podemos sentir orgullosos. Mis recuerdos de la niñez eran de un país en el que los ancianos tenían todo el respeto y el reconocimiento familiar y social merecido. También es verdad que el sistema de pensiones imperante en la Isla es injusto, por igualitario, genera notables distorsiones, y plantea dudas sobre su vigencia en el futuro, conforme los ingresos del Estado sean incapaces de atender a cohortes poblacionales cada vez mayores.

Por otra parte, desde el punto de vista económico, ¿qué sentido tiene prolongar artificialmente una vida laboral improductiva al servicio de una burocracia atroz, en empleos mal retribuidos, con escasas posibilidades de desarrollo personal y profesional, en un marco de obediencia continua y servicio al partido único que todo lo impregna? Más gasto público. No, necesariamente. El sueldo de los trabajadores cubanos, por muy bajo que sea, sale del presupuesto del Estado mayoritariamente. Nada que tiene que ver con la productividad. Al menos de momento. Nada que ver con la calidad en el desempeño, la eficacia o la rentabilidad. Son palabras del propio Raúl Castro.

En tales condiciones, ¿de dónde sale el dinero de las pensiones?: del mismo sitio, del presupuesto del Estado. Pero ¿es que alguien piensa que un jubilado cubano es menos productivo que un burócrata desempeñando sus funciones, por ejemplo, en una de las asociaciones de masas del país? Habría que discutir estos aspectos. En tales condiciones, da igual trabajar para el Estado que estar jubilado. La diferencia, si cabe, perjudica al que recibe una pensión, mucho más baja que el sueldo medio de 400 pesos, 18 euros al mes, que se cobra en el país.

Si el problema es que no hay dinero en la caja del Estado para pagar sueldos y pensiones, lo que tiene que hacer Raúl Castro es facilitar el desarrollo de la actividad privada, del mercado, y promover un sistema basado en la productividad y la eficiencia, suprimiendo todo el gasto improductivo asociado al régimen comunista, cuya pervivencia es mucho más peligrosa y dañina para la economía cubana que el crecimiento del número de jubilados con muy poco poder de compra.

La otra iniciativa anunciada en la reforma de la seguridad social es el pluriempleo, es decir, la posibilidad de tener más de un contrato laboral. Cubanos que tendrán que trabajar más horas que en ningún otro país para poder llegar a fin de mes. Semanas laborales que van a enrojecer a las 65 horas del Parlamento europeo en el paraíso comunista.

La realidad es que esta situación ya se viene dando de facto en la Isla, lo que ocurre es que hasta ahora nadie se había atrevido a su regulación, en busca evidentemente de más impuestos. ¿De dónde salieron los cuentapropistas del Período especial a los que eliminó Fidel Castro con impuestos y vigilancia? ¿Y los paladares? De la necesidad de llegar a fin de mes.

El pluriempleo aparece como el ejemplo más evidente del reconocimiento de los bajos sueldos existentes en el país y la necesidad de aflorar una parte, ciertamente relevante, de la actividad productiva que escapa a cualquier control económico. Se trata de una medida terapéutica de corto plazo con consecuencias imprevisibles de cara al funcionamiento de la economía de mercado.

El pluriempleo puede suponer una apuesta arriesgada para promover una salida progresiva de puestos vinculados a la actividad estatal hacia la iniciativa privada, pero en condiciones muy injustas y desiguales. Injustas sobre todo para el trabajador que se ve obligado a recurrir a dos o más empleos para llegar a fin de mes, y por tanto, accede a los puestos en condiciones de inferioridad respecto de los empleadores.

No me extraña que el discurso de Raúl Castro no haya gustado a los cubanos. Con este tipo de medidas, nadie va a saber a qué atenerse. Los cambios introducidos, si bien es cierto que de forma lenta, se habla de un plazo de siete años, son un ejemplo de lo mal que van las cosas en la Isla. Nada bueno para los cubanos. Cuando los gobernantes carecen de ideas claras sobre cómo dirigir una sociedad y carecen de legitimidad democrática para hacerlo, los resultados no suelen ser positivos.