domingo, julio 13, 2008

ARREBOL Y SOCIEDAD CIVIL

Arrebol y sociedad civil


Por Raúl Rivero

Madrid -- La isla que soñamos tiene, en este verano de 2008, más sustancia real y más rumores cercanos que nunca. Esa cercanía con la arquitectura física de la ilusión, se debe --a mi modo de ver-- a la tenacidad y la firmeza de la oposición, a la resistencia y el fulgor de los presos políticos, a las fidelidades y respaldos del exilio y a la solidaridad sin anestesia de los demócratas verdaderos.

La proximidad de la nación que asumiremos nos obliga a no despegarnos ni un instante de su realidad. Y es que la claridad que se avecina tiene también muchos riesgos, peligros, sacrificios y tormentos para los que, allá adentro, se levantan cada mañana, agobiados por las carencias generales y por un sistema represivo que le da el tono verde de la envidia que tienen todos los fantasmas de la Gestapo.

En este mismo minuto podemos ponerles nombres y apellidos a los protagonistas de ese estado de crispación. Está desparecido hace días el activista Leonardo Bruzón, arrestado en una ola represiva junto a 23 opositores hace unos días, y Ernesto Rodríguez Lobaina, el líder estudiantil cubano, mantiene una huelga de hambre en la provincia oriental de Guantánamo en defensa de su derecho a circular por el territorio nacional.

La semana pasada llegó al exilio un mensaje urgente desde La Habana de la dama de blanco Dolia Leal con la petición de libertad para su esposo, el preso político Nelson Aguilar, enfermo y sin atención médica en la cárcel del Combinado del Este.

Allá, aquí, en el sur de la Florida y en todos los ámbitos cubanos se teme por una nueva ola represiva contra los líderes y activistas de la oposición pacífica porque sabemos, por diferente serventías y mensajes alados, que la dictadura quiere sacar del juego, de la mesa, de la casa y del país a quienes son la cara y el corazón de los grandes sectores de la sociedad que añora y necesita libertad y cambios.

Al amparo de esos grupos orginales, con los apoyos del exilio y de algunos amigos, se hicieron visibles los primeros signos de la sociedad civil cubana. Hablo de los clubes de prensa, las asociaciones de médicos y odontólogos, ingenieros, arquitectos y maestros. Los pequeños grupos de sindicalistas libres, la organización de las bibliotecas, las fundaciones de mujeres campesinas y las de estudiantes universitarios, por ejemplo.

Ellos representan al pueblo liberado del estado. Ellos, nunca esas instituciones que se alimentan de las sobras gubernamentales y siguen, con la humedad de sus miradas bovinas, el paso del tambor del Partido Comunista. El poeta Heberto Padilla los encerró a todos en esta definición que hizo de la oficial Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Al fin, dijo una mañana, me he salido de ese cascarón de figurones.

En los espacios pobres y libres que ha fundado la oposición está la raíz de la poderosa sociedad civil que veremos trabajar en la Cuba futura. Esos cubanos, muchos de los cuales están ahora en la nómina fatal de los más de 200 presos políticos (23 periodistas y una docena de bibliotecarios), quienes estarán mejor preparados ensanchar las bases de un país que necesita, con la misma urgencia, remedios para la carne que para el espíritu.

Creo en los cambios pacíficos y en un proceso abarcador y plural y, por eso mismo, necesitamos la autenticidad de la oposición y de los presos porque en ese camino siempre han llegado más lejos. Es decir, más cerca.

Trabajar por hacerlos visibles, por tenerlos en los medios y en todos escenarios, no es sólo un gesto de elemental fraternidad. Es la garantía de que al final de la noche no vamos a encontrar nada más que un poco de cenizas, una mota de arrebol y dos aspirinas.