martes, julio 01, 2008

HISTORIA DE DOS AMERICAS

HISTORIA DE DOS AMERICAS

Por Alfredo M. Cepero .

El 4 de julio de 1776 un grupo de hijos de inmigrantes, en su mayoría procedentes de Inglaterra, se reunieron en lo que era entonces poco más que un poblado conocido como Filadelfia para proclamar la independencia de los Estados Unidos. Treinta y cinco años mas tarde, el 5 de julio de 1811, otro grupo de hijos de inmigrantes, en este caso en su mayoría procedentes de España, proclamaron la independencia de Venezuela. En el Congreso de Filadelfia el liderazgo andaba diluido entre numerosos delegados entre los que se destacaban Adams, Franklin, Hancock, Jefferson y Madison. Solamente cuando llegaron a la conclusión de que no había otra alternativa que enfrentar a Inglaterra por la vía de las armas decidieron depositar el poder avasallador de hacer la guerra en un militar de limitada experiencia pero absoluta integridad de carácter que se llamó George Washington. En la epopeya por la independencia sudamericana el liderazgo no fue el resultado de decisiones colectivas sino de la iniciativa individual de un hombre valiente, audaz y erudito a pesar de su juventud que echó sobre sus hombros la cruzada de libertad que culminó en la creación de cinco repúblicas americanas.

( Declaración de Independencia de las 13 Colonias en Filadelfia el 4 de julio de 1776 )

Si distintos fueron los comienzos de sus caminos hacia la inmortalidad, diferentes fueron sus habilidades y temperamentos. El primero, Washington, era un hombre pausado y de pocas palabras a quien se le escuchó en contadas ocasiones en Filadelfia. El segundo, Bolívar, era un hombre vehemente y locuaz que era capaz de cautivar a su auditorio al punto de la idolatría y moverlo a las acciones mas intrépidas y temerarias. Reputación que llevó a uno de sus biógrafos, Emil Ludwig, a llamarlo: “Caballero de la gloria y de la libertad”. Sin embargo, ambos compartían atributos que demuestran sus éxitos como motivadores y líderes de seres humanos. Ya fuera Washington confrontando las inclemencias y privaciones del brutal invierno de Valley Forge o Bolívar desafiando nieves y pantanos para sorprender a los españoles y derrotarlos en Boyacá ambos corrieron siempre la misma suerte de sus soldados y se negaron a aceptar privilegios en viviendas o alimentos.

Dentro de la misma tónica, ambos fueron generales de vanguardia en vez de estrategas de retaguardia. Ya fuera cruzando el Río Delaware en pleno invierno o a la cabeza de sus tropas en Yorktown para consolidar la independencia norteamericana Washington se jugó la vida en aras de la felicidad de su pueblo. Y que decir de un Bolívar que a sus treinta años libró seis batallas, derrotó cinco ejércitos y recorrió mil doscientos kilómetros en el breve plazo de noventa días para entrar victorioso en Caracas el seis de agosto de 1813 y ser investido con el título de Libertador. Cabe, por lo tanto, concluir que estos hombres, a pesar de las diferencias en sus estilos y personalidades, fueron paladines de procesos encaminados a llevar la libertad y la justicia a sus respectivos pueblos. Surge entonces la pregunta que no puede ser soslayada: ¿Por qué tuvieron estos dos próceres finales tan diferentes y por qué sus esfuerzos condujeron a resultados tan distintos que bien pudiéramos calificar de dos Américas, la del norte y la del sur?

El primero, Washington, murió a los 67 años—una edad considerada longeva en aquella época--en su plantación de Mount Vernon rodeado de la admiración y el respecto de sus conciudadanos. El segundo, Bolívar, murió a los 47 años en Santa Marta acompañado de un puñado de fieles camaradas de armas después de haber escapado a varios intentos de asesinato y haber sido traicionado por varios de sus colaboradores mas cercanos. Washington fue electo presidente de los Estados Unidos, sirvió dos periodos consecutivos y se negó a ser reelecto a un tercer periodo. Su ejemplo creó la tradición de dos periodos para presidentes norteamericanos, alterada únicamente con Franklin Delano Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial. Bolívar fue hostigado y acusado de dictador por sus asociados de antaño durante sus breves períodos presidencia les y se vió obligado a alejarse del poder político para aplacar las pasiones y evitar guerras civiles. En su lecho de muerte, aferrado todavía al ideal de una gran patria sudamericana, el Libertador exclamó: “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión yo bajaré tranquilo al sepulcro”.

( Simón Bolivar y José de San Martín en Guayaquil, Ecuador, el 26 de julio de 1822 donde acordaron la liberación de América del Sur )

Asimismo, los procesos a los cuales estos dos hombres dedicaron sus vidas tuvieron como sabemos resultados diferentes. El experimento de democracia iniciado por Washington y sus colegas en el Congreso Continental de 1776 en Filadelfia no sólo ha perdurado durante 232 años sin un golpe de estado sino transformó a los Estados Unidos de una nación de segunda o tercera categoría en la primera potencia mundial. En naciones que respetan leyes la muerte de un líder no cambia los destinos nacionales. Con Washington no murió la democracia norteamericana. Con Bolívar fue todo lo contrario. Su sueño de una gran Federación Sudamericana que trató de convertir en realidad en 1826 en Panamá fue hecho trizas por la sed de poder de caudillos sin otra meta que la gloria personal y la inercia de multitudes ignorantes de sus derechos y deberes como ciudadanos. En naciones que siguen líderes las leyes son incapaces de salvarlas de la tiranía. Con Bolívar murió la esperanza de una gran patria sudamericana y se crearon las condiciones para verdugos y charlatanes como los Chávez, los Castro y los muchos tiranos que les han antecedido y que esperemos no les sucedan..

Sabemos que la respuesta a la pregunta formulada con anterioridad en este trabajo no nos va a granjear muchos amigos. Pero como dijo aquel gran pensador y maestro de generaciones de cubanos que se llamó Don José de la Luz y Caballero: “La verdad y sólo la verdad nos pondrá la toga viril”. Por lo tanto, ahí va mi respuesta. Quienes vivimos al sur del Río Grande--ya seamos hijos de Bolívar, de Martí, de Juárez o San Martín—adolecemos de un rechazo innato a la autoridad, no reconocemos la majestad de la ley, somos incapaces de la disciplina y esperamos que el gobierno resuelva nuestros problemas. Con ello, al abdicar de nuestras responsabilidades, renunciamos a nuestros derechos y ponemos nuestros destinos en manos de los sinvergüenzas. No veo, por lo tanto, otra salvación que educar a las generaciones futuras para el ejercicio de la libertad y la preservación de la democracia. Si queremos salvar nuestros pueblos no tenemos tiempo que perder.

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