domingo, julio 20, 2008

LA OTRA LADERA DEL ESCAMBRAY

Tomado de El Nuevo Herald.com


La otra ladera del Escambray

Por Manuel Vázquez Portal


Cuando quise leer ''Condenados de condado'' era un libro proscrito. Su autor, Norberto Fuentes, había incluido un cuento sobre un miliciano homosexual (La yegua) y a algún general --en esa época todavía comandante, que lo de general vino después cuando el ejército cubano se sovietizó-- no le gustó que los héroes de la revolución prefirieran el amor en retroversa --hoy se hubiera buscado tronco de problema con Mariela Castro-- y mandó despatarrar al bisoño corresponsal de guerra que, según sus propias palabras en libros posteriores, había ido a ver los fusilados y a fusilar él mismo después de haber servido hasta de fiscal.

Quería leerlo porque un amigo, moronero y poeta él, me dijo que inauguraba un asunto en la literatura cubana, y estaba bien escrito. Ese era un tiempo pródigo en buenos libros --el boom americano campeaba por el mundo-- y hubiera preferido leerme otros pero la amistad crea compromisos. Para conseguirlo fue de ampangas. Me lo prestaron casi con métodos clandestinos y bajo la promesa de que no diría quién era el dueño. Tan apestado era Norberto entonces.

Lo leí. Me dejó cierto amargor en la memoria. Estaba bien redactado. El asunto era inaugural porque la circunstancia que lo generaba era, en cierta medida, inaugural. Insurrecciones siempre hubo en Cuba. La variante era que nunca fueron combatidas por ejércitos emergentes sin formación militar e integrados por un pueblo fascinado.

Maniqueo y tendencioso, el libro reflejaba sólo una arista de la realidad por lo que se convertía en un panfleto político más, amén, del mimetismo palpable de algunos autores soviéticos muy en boga entre milicianos.

( Tomás San Gil ¨Tomasito ¨ )

Tras pólvora, procacidades y cierta cruda intención hilarante el libro no trascendía lo anecdótico ni aportaba al pensamiento más que su postura sectaria. Pero marcó pauta para libros venideros. El socavón de oportunidades había sido abierto.

Condenados fue el primero. Y Premio Casa de Las Américas. Despertó apetitos oportunistas. Con él hubiera bastado. Pero luego tropecé con el asunto decenas de veces. Raúl González de Cascorro. Hugo Chinea. Teatro Escambray. Llenaron de poemas, cuentos, testimonios, dramas, comedias sobre el Escambray todos los rincones de la literatura cubana.

El asunto se tornó lugar común. El tratamiento de los personajes también. Los insurgentes eran bandidos y los milicianos héroes. Los villanos reunían en sí todas las miserias humanas y los héroes refulgían sólo de virtudes. Pero el tiempo es un descarnador de fantasías.

Treinta y cinco años después me regalaron otro libro del Escambray. ¡Mi madre! Dije. Otra vez el Escambray. Pero en esta ocasión el libro venía de manos de una mujer que cuando Fuentes escribió Condenados de condado debía ser una niña que apenas si sabía que aquellas montañas que veía desde su casa se llamaban Escambray y habían sido escenario de una lucha desigual y sangrienta.

Idolidia Darias es sencilla y silvestre. Florecilla de lomerío. Delgada a partirse cabe en la mitad de un abrazo. Pero usa fuego en la mirada porque adentro es brasa. Brasa que un día decidió incendiar la mentira. No usa gafas de marca ni relojes de lujo. No tuvo amigos generales. No vino al exilio porque perdiera la protección del gobierno sino porque nunca tuvo protección contra el gobierno al que se enfrentó.

Estudió pedagogía. Fue maestra. Periodista independiente. Se hizo amiga de Blas Giraldo Reyes, un niño de Manicaragua que un día se vio en un pueblo alambrado de Pinar del Río porque su padre supuestamente había colaborado con los insurgentes y que hoy cumple 25 años de cárcel desde la primavera de 2003. Se hizo amiga de Arturo Pérez de Alejo, otro de los 75 que fue condenado a 20 años de prisión y conoció la parte del Escambray que tanta literatura apologética pretendió dejar en la sombra.

( José ¨Cheito ¨ León Jiménez )

Escambray. La historia que el totalitarismo trató de sepultar, es el libro de Idolidia. Un libro de testimonio donde personajes de carne y hueso cuentan su verdad. Lo publicó el Instituto de la Memoria Histórica Cubana. En la portada tiene la foto de Cheito León y Julio Emilio Carretero, de Osvaldo Ramírez y La Niña de Placetas, aquellos monstruos que pintó la literatura castrista y que hoy Idolidia humaniza, devuelve a la vida con sus verdaderos rasgos. Ya nadie puede evitar las comparaciones. Quedó escrito. La verdad será descubierta más tarde. Ese es el mérito de Idolidia, darle luz a la otra ladera del Escambray para que el futuro escoja.