CUBA, EL COSTO DE SU REVOLUCION. (DOBLE MORAL)
CUBA, EL COSTO DE SU REVOLUCION. (DOBLE MORAL)
Por Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.
Las cámaras fotográficas de un turista, solo podrán captar la imagen exterior de cualquier de cualquier cubano cuando viaja a la isla. Para nosotros mismos comenzó a resultar enigmático poder descifrar la ver dadera personalidad de nuestros amigos, vecinos, compañeros de trabajo y hasta la de nuestra propia familia. La desconfianza fue una de las mejores armas utilizadas por el régimen y con el tiempo se hizo más difícil poder creerles o confiar en ellos. No ha sido una situación accidental esa transformación experimentada por los nacionales que afectó y mantiene vigencia en todos los estratos de nuestra sociedad. Los primeros en aplicar la doble moralidad, lo hicieron respondiendo a mecanismos de auto defensa para poder sobrevivir.
Marginados todos aquellos que se enfrentaran a los lineamientos impuestos por el sistema imperante, sus vecinos se dieron cuenta muy pronto que debían cambiar toda actitud de rebeldía por una más complaciente que no los privara de aquellos “privilegios”, ofrecidos por la sociedad a cambio de obediencia y por último, un servilismo solo observado en países con regímenes represivos como los de Corea del Norte, China, Albania, Rumanía y todos los pertenecientes al desaparecido campo socialista. Es necesario destacar que los errores cometidos por los padres, pueden ser muy bien pagados por sus hijos, quienes a la hora de optar por una buena carrera o escuela, se tie nen en consideración la afiliación política de su familia. Nada de eso puede ser captado por una cámara y pocos se atreven a manifestarlo en público.
Si sumamos a ello el grado de miseria al que fuera sometido nuestro país y su explotación con fines políticos, comprenderemos algunas de las razones que justifican el “supuesto” apoyo de las masas al régimen. Mencionemos que los artículos de primera necesidad, han sido distribuidos de acuerdo a una escala de méritos laborales impuestas por el sindicato gubernamental. La necesidad del hombre y su familia nunca se ha tenido en consideración, lo mismo ocurre con la distribución de las viviendas. Razones sobran entonces para que el hombre asista a manifestaciones, trabajos voluntarios, guardias, reuniones, etc., toda vez que esos puntos se cuentan como “méritos” utilizados para optar por cualquiera de aquellos artículos de primera necesidad.
El hombre asiste y el gobierno sabe perfectamente que en la mayoría de los casos esas asistencias se producen en contra de su voluntad. El hombre asiste y sonríe ante las cámaras y ante el partido. El partido sabe perfectamente que es una expresión hipócrita, la cámara solo capta la imagen. El partido lo sabe porque una gran mayoría de sus militantes muestran un rostro falso, ese partido se extiende desde sus más bajos niveles hasta la cumbre, donde la hipocresía adquiere valores superiores al que se manifiesta entre la gente del pueblo.
Pasan los años y las dos morales pueden vivir armoniosamente en el mismo cuerpo, conviven con mucha naturalidad y se toleran. Con el tiempo se arraiga y forma parte de la cultura de ese pueblo. Una cara para la calle y la otra en la intimidad de su familia, ¡ojo!, la verdadera no se siempre se muestra al traspasar el umbral de la casa, ya he mencionado que la desconfianza pudo penetrar muy bien en nuestros hogares. La delación de parientes era una acción ejemplarizante que muy bien podía ocupar un espacio en la prensa, novelas, programas policíacos, etc. Se estimulaba la chivatería y de paso se sembraba el terror en el seno del hogar, nos encontramos ante un mecanismo diabólico que pocos extranjeros podrán comprender si no los han experim entado. El cubano siempre ríe, manifestarán los visitantes, pero nunca podrán conocer que se encierra en su interior y siempre se justificará cualquier sonrisa por el carácter alegre de la gente en la isla.
Los homosexuales pertenecieron a las víctimas más destacadas de esa maquinaria que, hoy pretenden ocultar o borrar ante supuestas defensas mostradas hacia ellos por parte de la hijita de Raúl Castro. Desgraciadamente fueron miles los que sufrieron la homofobia dirigida por el estado, ser homosexual en aquellos tiempos era sinónimo de contrarrevolucionario. Muchos de aquellos seres se vieron obligados a utilizar como arma la doble moral para poder sobrevivir y gozar de los supuestos beneficios que les ofrecía la dictadura del proletariado.
La doble moral viaja más allá de las fronteras cubanas y adquiere límites enajenantes en los tiempos actuales. Presionados por el chantaje de no dejarlos regresar a su país, una parte de esa población que emigró buscando nuevos horizontes en otras tierras, es capaz de aplaudir, sonreír y asistir a las actividades que organizan sus verdugos en el exterior. No se pueden hacer predicciones sobre un futuro cercano ni a larg o plazo sobre el destino de la isla, mientras nuestra sociedad no vea el desfile de varias generaciones de cubanos que se purifiquen y no sean obligadas a actuar con hipocresía para poder sobrevivir.
Mientras exista el hombre que pueda sonreír por algo que detesta y aplaudir a quienes verdaderamente odian. Mientras ese hombre no goce las garantías que ofrece una verdadera libertad, nos encontramos arando en el mar. No es una tarea que se pueda resolver con un cambio inmediato hacia la democracia, tomará varios años lavar las mentes de los cubanos para obtener al hombre sincero que siempre fuimos, el que solo puede vivir con el rostro que observa frente a su espejo. La falsedad del hombre nuevo ha sido otro de los precios pagados por los cubanos en esa loca aventura llamada “revolución”.
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