viernes, agosto 22, 2008

EL INGENIO Y LA VOLUNTAD QUE LLEVAMOS DENTRO

El ingenio y la voluntad que llevamos dentro


Por Juan Carlos Linares Balmaseda

22 de agosto de 2008

La Habana – www.PayoLibre.com – No podíamos suponer que Joaquín, en pleno apogeo del llamado “periodo especial”, construiría por sí solo la casa; modesta pero decente. Mucho menos imaginar el empeño conque salía a recoger piedras y tablas en la parrilla de una bicicleta.

Construirse una morada con manos propias es uno de los más sublimes méritos que un hombre consigue. Mérito que en la Cuba del presente se convierte en delirio, consecuencia no sólo de la generalizada escasez de recursos monetarios y de elementos constructivos que angustia a los cubanos, sino en mayor proporción como consecuencia del asedio al ingenio y a la voluntad popular perpetuado por el gobierno.

Contrasta la personalidad ingeniosa y voluntariosa de Joaquín con la de otro amigo. Este amigo está enfermo. Su vivienda es en extremo húmeda, motivo por el cuál necesita cambiar de vivienda. Él pretendía denunciar públicamente a una funcionaria de la Oficina Municipal de la Vivienda porque ella desatendía sus reclamos de cambio. Bastó parafrasear a Martin Luther King para que este amigo mío comprendiera: “Las leyes injustas, y además absurdas e impuestas, merecen ser violadas”.

Ahora solucionará el problema suyo con objetividad, sin sumisión a burócratas -en su mayoría corruptos- ni a instituciones infuncionales. Venderá su apartamento y comprará otro. Después legalizará ante la Vivienda una permuta fantasma que es lo que están haciendo la mayoría de los cubanos. Todos los trámites relacionados con casas y terrenos requieren de la enmarañada autorización del Instituto Nacional de la Vivienda.

Volviendo al ingenio y la voluntad de Joaquín. En un terreno de aproximadamente cuatro metros de ancho por ocho de largo, erigió una pequeña cabaña con paredes rústicas de piedra y tabloncillo de madera. Ambientó el local con jarrones para plantas y figuras talladas por él en piedra y madera. En un reducido patio cavó un hoyo y construyó una fuente, que en los días de calor se convertía en piscina.

Le sacaba lasca a la jocosidad. Subía sobre un banco de carpintería para improvisar una alocución dirigida a sus ocho compañeros:

“Querido pueblo. Integren mi partido 31 de diciembre. Yo no los defraudaré. Haré que el arroz, los frijoles y la carne de puerco sea tan abundante que se amontonará en las esquina, y el buen ron les llegará a través de las tuberías del agua”.

Antes Joaquín era ateo. Hoy es cristiano. Se le conoce solamente dos labores oficiales: ayudante de carpintero, la que interactuaba con el de sereno nocturno en el mismo taller de carpintería. Con savia de bohemio cantaba e imitaba al Bárbaro del Ritmo, Benny Moré, dibujaba en papel y tallaba en madera. No lo hacía mal. En otros intervalos, aguzaba su ocurrencia de bohemio y clamaba: “¡Un mulato como yo: inteligente, fuerte y bien parecido, que hace aquí!”.

Siempre eludía las responsabilidades, al extremo de anhelar el oficio de acomodador en los cines: “Para ver muchas películas, conocer muchas gentes importantes y únicamente alumbrarle las butacas vacías a los cinéfilos”, decía. El problema actual de Joaquín está en el terreno en que construyó. Es propiedad del gobierno. La Oficina Municipal de la Vivienda le impugna legalizar la propiedad. Una oficina con poca razón de ser si indagamos:

¿Resuelve efectivamente la crisis de la vivienda esta institución gubernamental?

-¡NO!

¿Controla eficazmente la maleza legal que crea?

-¡TAMPOCO!

¿Concretamente cual función realiza?

-OBSTRUIR EL INGENIO Y LA VOLUNTAD.