domingo, agosto 03, 2008

EL LUNÁTICO DE LOS PALITOS CHINOS

El lunático de los palitos chinos


Por Armando Añel

En la última de sus reflexiones publicadas, “El equipo asediado”, Fidel Castro aborda un tema anímico: tras recordar a sus lectores la intensa depresión de los peloteros cubanos –luego de saberse criticados por la afición nacional, tras su derrota contra un equipo de universitarios norteamericanos en Holanda, los integrantes de la selección cubana de béisbol se pusieron deprimidos-, el moribundo máximo responsable argumenta que su voto de confianza hacia dichos atletas los habría animado. Y agrega, en referencia al fogueo previo a las Olimpiadas que los susodichos desarrollan: “Habían aprendido a manejar los condimentados alimentos coreanos con palitos al estilo del oriente asiático”.

Lastimosamente, el moribundo responsable no nos deja claro si la animación de los peloteros cubanos responde únicamente a su benevolente actitud o si el descubrimiento de los palitos jugó algún papel en la recuperación. Es decir, el descubrimiento del uso adecuado de los palitos. O tal vez del uso adecuado de los alimentos coreanos.

Cabe preguntarse cómo a estas alturas del partido nadie es capaz de introducir a Fidel Castro –a lo que queda de Fidel Castro- en una camisa de fuerza o, más sencillamente, administrarle sedantes sistemáticamente, de manera que su depauperado cerebro descanse en paz. Es vergonzoso para la dirigencia cubana –ya de por sí profusamente desvergonzada- que un hombre que ha perdido prácticamente el juicio, que apenas puede hilvanar dos ideas seguidas y cuyos “razonamientos” recuerdan los de un párvulo o un mequetrefe, continúe publicando en los principales diarios oficialistas textos que luego son reproducidos en Internet, o viceversa. Comparativamente, uno se imagina a El Caballero de París, el célebre lunático que en su momento caracterizara una época habanera, teorizando sobre la realidad cubana e internacional con la solícita aquiescencia del gobierno. De locos.

La delegación cubana se apresta a realizar un papel decoroso en Beijing y El Caballero de París debe estar encantado de que la cita olímpica tenga lugar en la China comunista, país en el que los deportistas cubanos apenas tendrán margen de maniobra para escapar. El final de su última reflexión, ya citada arriba, es de antología. En referencia a la fuga constante de atletas del patio, conscientes de que en la Isla no habrá futuro mientras persista el totalitarismo, el máximo responsable rezonga: “Es un toque a degüello contra Cuba robándonos cerebros, músculos y huesos… ¿A qué se debe el temor de los ricos y poderosos hacia nuestra pequeña y bloqueada isla?”. Delirante.

La pregunta sigue siendo hasta cuándo la nomenklatura castrista estará dispuesta a aceptar que el padre fundador restriegue por los suelos, como si de una frazada de piso se tratara, la ya paupérrima credibilidad del régimen vigente en Cuba. Hasta qué abismos dicho régimen está en condiciones de descender hundido por el lastre de El Caballero que no es caballero. Hasta cuándo permitirá que el lunático continúe revolviendo su excremento mientras aprende a comer con los palitos chinos.

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