LA CASACA ROSADA
Tomado de El Nuevo Herald.com
La casaca rosada
Por Manuel Vázquez Portal
Un grupo de ex jerarcas menores cubanos que disfrutan del poco confortable ''plan pijama'', tras usar por mucho tiempo el inflexible corset rojo, decidió cambiar su indumentaria por una inusitada casaca rosada y ha hecho un estrambótico, aunque no errado, análisis de la realidad actual cubana, la cual califica de socialismo pobre y sin perspectivas, y ha divulgado un documento que no quisiera pasar por alto, aunque lo que pide en realidad es un perfeccionamiento del sistema imperante.
No quisiera pasarlo por alto porque ese análisis tardío de quienes mientras ejercían sus funciones revolucionarias no tuvieron tiempo para ver y razonar sobre la enajenante realidad cubana, y exponerla mientras gozaban de la posibilidad de ser oídos, coincide en algunos tópicos con los argumentos que han esgrimido representantes de la oposición.
La necesidad de cambios es el centro del análisis del documento. Pero cambios para la supervivencia del socialismo, y ahí, precisamente, es donde el rojo furibundo toma un matiz rosáceo conciliador y se me torna sospechoso. No logro definir si es prudente ductilidad política con propósitos futuros o ramplón oportunismo ante la inminente explosión social que vaticinan ellos mismos.
La oposición desea cambios que consoliden un estado soberano en el que la alternancia política en el poder coadyuve al fortalecimiento de una nación democrática, próspera y cuyas relaciones internacionales se basen en el respeto mutuo a la independencia.
Los de la casaca rosada afirman que la continuidad está en el cambio. Continuidad, por supuesto, del socialismo, cuya perpetuidad fue establecida en la constitución de la república, lo que los mantiene alejados de la línea roja que demarca con celo la cúpula de poder por medio de la policía política, y los salvaguarda de las condenas que han padecido aquellos que han propuesto dotar de una dinámica democrática al país.
Ellos desean, según su proclama, avanzar hacia un sistema descentralizado que consolide al socialismo, pero con un rostro democrático. Y es donde el espíritu traiciona a la letra y hasta caen en la trampa de proponer la revisión de las condenas a los presos políticos en vez de la anulación de leyes que permitan el encarcelamiento por esas razones.
Parecería ingenuo si los firmantes no fueran de elevada formación académica y experiencia política. Ellos saben que para que exista socialismo democrático ha de existir primero democracia. Esto es: un estado de derecho que permita la competitividad política, y ésta se dirima por medio de elecciones plurales en las que los partidos tengan igualdad de condiciones.
O lo que sería lo mismo: el estado no puede tener otro adjetivo que soberano. Si el estado, como en el caso de Cuba, es calificado de socialista, según la última modificación a la constitución, la democracia es una engañifa porque todos los gobiernos estarían obligados a ser socialistas para no violar la carta magna y entonces ese socialismo no sería democrático.
Europa serviría de ejemplo. Mitterrand, en Francia, llegó al poder por las urnas y gobernó a la manera socialista; Rodríguez Zapatero, en España, de igual modo, y aún gobierna según esa tendencia, pero ninguno tuvo ni tiene capacidad para oficiar de facto y sin oposición, la Constitución no lo permite.
Esto es porque en ambas naciones estado y gobierno son entidades independientes. Porque el estado cuenta con leyes que establecen las normas por las que ha de regirse cualquier partido que llegue al gobierno. Así la izquierda, el centro y la derecha están obligados a ser democráticos. Por lo tanto el calificativo sobra y ello se debe a que el estado es soberano, sin matiz político preestablecido.
En Cuba, estado, gobierno y Partido Comunista son un todo único y el sistema electoral aunque parezca estar regido por el estado lo está por el partido. Si a ello se añade la inexistencia de partidos opositores, formalmente legalizados, no se puede hablar de competitividad política y por tanto ni soñar con alternancia, que es la esencia de la democracia.
Los firmantes de la casaca rosada saben también que lo primero en el caso cubano es un gobierno de transición que siente las bases institucionales de un nuevo estado donde la democracia esté garantizada por leyes inviolables por cualquier tendencia política que acceda al gobierno. Pero decir eso sería acercarse demasiado a la disidencia y traspasar la línea roja que cuida con celo la policía política.
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