POSTALES DEL DESASTRE
Postales del desastre
Por Jorge Olivera Castillo
Sindical Press
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Inmejorable el ángulo. Exacta la iluminación. Es una fotografía que pone al descubierto la indisciplina, el descrédito, el caos. Toda esa banda criminal que protagoniza los asaltos a las instituciones del estado.
El atraco fue y es en la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). Hay problemas serios en la única entidad de este tipo que permite el partido comunista. Eso del orden, la profesionalidad de los dirigentes, el óptimo funcionamiento de las estructuras de base, era pura fabulación.
Alrededor del 60 por ciento de los funcionarios desconoce los asuntos que deben contener los convenios colectivos de trabajo. No es una tomadura de pelo decir que cerca de dos tercios de los principales burócratas son analfabetos en lo que se presume sea parte sustancial de sus obligaciones.
El solo hecho de pensar en tal barrabasada basta para sentir en la piel el ardor de la vergüenza. ¿Cómo encontrar una explicación creíble a un error sostenido durante tanto tiempo y causante de una serie de fenómenos que han contribuido a la desarticulación del ámbito laboral?
Si esto viene sucediendo entre la clase dirigente, ¿qué se podría esperar de los trabajadores? Una vez más quedan al descubierto las pronunciadas anomalías del sistema
El descalabro toca fondo. Por más maniobras de rescate que se articulen, no hay salvación posible. Demasiada la altura y el tiempo, desde que aconteció el accidente. Además, la soga que anuncian como una obra maestra de la artesanía es la misma con que pretenden sacar del hueco a la salud pública, la educación, la agricultura.
El margen de las esperanzas en relación a soluciones concretas es mínimo, apenas visible entre tantas ruinas y discursos. Estos últimos menos delirantes pero todavía escritos con el influjo de la utopía.
Para darle mayor visibilidad al disparate en lo concerniente al sindicalismo oficial, se conoció que solo el 32 por ciento de los trabajadores había participado en la discusión y aprobación de los convenios colectivos, menos de la tercera parte. Cifra que subraya el poco interés en algo que la mayoría considera un ritual insulso y sin una pizca de credibilidad.
Entreabrir las puertas a la crítica es saludable, pero no me fío de las intenciones de quienes obedecen una orden, quizás castrense. Esos periodistas, antes de escribir, deben aguzar el oído para captar el sentido de la estrategia que desdibuje un escenario algo más tolerante. Todo en función de modelar un esquema afín a la supervivencia y legitimidad del socialismo a la medida de la época y de la filosofía raulista.
Este es un nuevo retrato de la debacle. Apareció recientemente en el periódico Trabajadores y puede incluso que aparezcan otras postales de lo que nunca debió ocurrir y mucho menos dejar que se enquistara a lo largo y ancho del país.
No creo que Raúl tenga ánimos suicidas. Sacar en público el álbum completo de la devastación tendría consecuencias embarazosas para la nomenclatura. No obstante, tal vez la herencia del caudillismo es demasiado pesada y debe soltar algún lastre.
Ahí están frescas las fotografías de una nación desintegrándose. Cuba al pairo, en el vórtice de la anarquía. Mientras tanto, para no perder la costumbre, escribo las incidencias. Mis nietos, aún por nacer, deben tener una copia fiel de una tragedia salpicada de actos propios de Buster Keaton.
Para entender esta extravagancia ideológica es preciso haberla padecido desde sus albores hasta las intermitencias de lo que parece ser el ocaso.
oliverajorge75@yahoo.com
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