sábado, septiembre 20, 2008

CODO CON CODO

Codo con codo


Por Ariel Hidalgo


Ningún percance carece de sentido, ni siquiera la muerte, que no es más que el paso a otra etapa de la vida. El ojo de Ike entró a Cuba el 8 de septiembre, Día de la Caridad, muy cerca de las aguas donde por primera vez la Virgen apareciera a tres almas angustiadas por una tormenta. Aquellos hombres, donde ya estaban sin saberlo los primeros gérmenes de la cubanidad, se salvaron y desde entonces fue adorada por sucesivas generaciones. El pueblo cubano también se salvará. Así lo expresó alguien en medio de la devastación: ''Quizás la Virgen ha querido un baño de agua para que no haya un baño de sangre''. Es preciso que la angustia presente no sea en vano y que la tragedia remueva en el fondo de los corazones, la fuerza que enderece nuestros caminos torcidos y que encienda la luz que ilumine nuestro andar.

Y esa luz ya parece que empieza a encenderse entre muchos desterrados cuando ponen a un lado mezquinos intereses políticos y discuten las mejores formas de hacer llegar la ayuda humanitaria a los hermanos de nuestro archipiélago, todo lo contrario de una casta de políticos que se han pasado la vida levantando muros a ambos lados del Estrecho de La Florida.

La verdadera tragedia no son los desastres naturales que recientemente han azotado a Cuba, sino la incapacidad gubernamental para reconstruir lo destruido y al mismo tiempo dejar al ciudadano en la indefensión para enfrentar por sí mismo esta calamidad, situación aun más trágica que dos ciclones juntos: los huracanes naturales y un huracán político que lo desarma y le impide salir adelante. Los estragos de esta combinación de conflictos no durarán semanas, ni meses, sino años. Un gobierno realmente preocupado con la suerte de sus ciudadanos, en vez de pedir la suspensión del embargo y la concesión de créditos a sabiendas de que no se lo concederán, permitiría que les llegaran todas las ayudas posibles de sus compatriotas del exterior. Por otra parte, Washington negó la suspensión temporal de las restricciones sobre viajes y remesas mientras ofrecía en su lugar una donación cuyo rechazo, por el gobierno cubano, se conocía de antemano. Si supuestamente ese gobierno va a apropiarse para otros usos de una parte de lo que se da de cubano a cubano, ¿cómo, entonces, no iría a desviar completamente una donación que se entrega de gobierno a gobierno? Si estás en contra de algo, pero quieres hacer creer que lo apoyas, haz en su favor aquello que tú sepas que no va a funcionar. Concluyentemente, para ambos gobiernos las razones políticas pesan más que las humanitarias.

Los cubanos debemos seguir insistiendo para que esos muros se derrumben en ambas orillas, para que Washington suspenda las restricciones y para que La Habana acepte la entrada masiva de desterrados que quieran llevar dinero a los damnificados y a trabajar codo con codo y hombro con hombro para levantar nuevamente sus hogares. Muchos años hemos hablado en futuro de la reconstrucción nacional, y esa reconstrucción, tanto en las calles como en las almas, empieza ahora. El cambio no será el principio de la reconstrucción, sino que la reconstrucción será el principio del cambio. Y ese cambio debe empezar dentro de nosotros mismos, con la comprensión de quiénes somos y cuáles son nuestras raíces. Esa no es la casa del enemigo, sino nuestro hogar materno. Esos que sufren no son nuestros adversarios, sino nuestra familia.

Hay que dar no sólo a los que piensan como nosotros, sino también a quienes discrepen, porque más importante que las ideas de la gente es la gente, los seres humanos, y si alguien en el pasado nos hizo una mala acción, no perder la oportunidad de pagarle con un bien. La bofetada en el cuerpo crea mayores resentimientos en una espiral de odio y violencia. La que se propina en el alma con un acto de bien estremece desde lo más profundo del espíritu y deja una simiente turbadora, pero que es el principio de un renacimiento interno. Alguien que vivió cuatro siglos antes de Cristo, Lao Tsé, lo resumió en pocas palabras: ''Hay que ser bueno con el que es bueno y bueno con el que no es bueno, para que sea bueno''. Quien no da amor es porque no ha recibido amor. No se puede dar lo que no se tiene. Pues hay que ir a dárselo, no sólo con donaciones materiales, sino también sudando la camisa junto a nuestros hermanos en la reconstrucción de su hogar, para demostrarles que no somos diferentes a ellos, que no se trata de un simple acto de caridad, sino de compartir los mismos esfuerzos, el mismo plato, las mismas esperanzas y el mismo sueño de una patria donde reine la paz y el amor.

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