jueves, septiembre 25, 2008

FAUSTO Y MEFIST'OFELES

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Fausto y Mefistófeles

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El polémico vínculo entre los intelectuales y el poder: De los 'tontos útiles' a los detractores.
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Por Manuel Pereira
México DF | 25/09/2008


El vínculo entre política y literatura es muy antiguo y se manifiesta de múltiples maneras. Platón escribió el libro más politizado de la historia: La República. Aristóteles fue el maestro de Alejandro Magno. Séneca fue tutor de Nerón. Petronio también formó parte de la corte neroniana. Tanto el filósofo estoico como el primer novelista terminaron mal: suicidándose.

Goethe admiraba tanto a Napoleón que se convirtió en su candoroso propagandista. En este sentido, fue el primer "tonto útil" de la historia. "Tontos útiles" llamaba Lenin a los intelectuales simpatizantes de los bolcheviques que no eran comunistas, pero que apoyaban su causa en un derroche de credulidad. Chateaubriand odiaba a Napoleón, pero al mismo tiempo lo admiraba y le dedicó un libro entero.

Durante la Edad Media la Iglesia ejercía el mecenazgo, al igual que en el Renacimiento lo fomentaron familias como los Médici. En busca de patrocinio, o agradeciéndolo, abundan las dedicatorias halagadoras. Por ejemplo, la de Cervantes en El Quijote al Duque de Béjar, a quien también Góngora dedicó sus Soledades.

( El escritor chileno Pablo Neruda elogió a Batista y también a Fidel Castro. )

Hasta cierto punto todo esto es normal. Los escritores y los artistas (también los científicos) necesitan apoyos para realizar sus sueños, sobre todo si carecen de recursos.

En 1920, H. G. Wells se entrevistó con Lenin en Moscú. Ambos sufrieron un amor a primera vista. Wells fue otro "tonto útil", sonreiría Lenin para sus adentros.

Quien no hizo el papel de "tonto útil" fue André Gide. Invitado a la Unión Soviética por Stalin en 1936, cuando volvió a París publicó un libro muy crítico con la dictadura del proletariado titulado Regreso de la URSS.

En 1932 el gran poeta Ezra Pound se acercó a Mussolini, hizo programas radiofónicos a favor del fascismo, contra Norteamérica, y terminó enjaulado —como una fiera salvaje—, acusado de loco y de traidor por sus compatriotas.

Otro gigante, César Vallejo, puso su pluma al servicio de la España republicana.

Casi todos los escritores evolucionan en sus relaciones con la política. Unos se desplazan de la izquierda a la derecha, otros van en dirección contraria, otros zigzaguean. Jorge Luis Borges publicó en 1920 un par de poemas a favor de los bolcheviques. Luego se volvió conservador hasta el final de su vida.

Pablo Neruda —conocido por sus ditirambos a Stalin y a Lenin— publicaba el 27 de noviembre de 1944, en el periódico El Siglo, un texto titulado "Saludo a Batista", en el que lo cubría de elogios. Más tarde encumbraría a Fidel Castro en su Canción de gesta (1960).

La diferencia entre el chileno y el argentino es que cuando Borges escribió sus versos utopistas tenía 21 años mientras que Neruda compuso su alabanza a Batista a los 40 años y su Canción de gesta a los 56.

Una máxima muy conocida afirma que "quien no es revolucionario a los veinte años no tiene corazón y quien lo sigue siendo a los cuarenta, no tiene cabeza".

En ocasiones, estas alianzas con la política —o pactos diabólicos— pueden llegar a costar la vida. Los poetas rusos Maiakovsky y Esenin, después de estar comprometidos con el ideal comunista, entraron en contradicción con sus "camaradas" y fue tanta la hostilidad y la decepción que sufrieron que terminaron suicidándose.

En 1941 la poetisa rusa Marina Tsvetaeva se ahorcó después de que su hermana fuera enviada a un campo de trabajos forzados, su esposo fusilado y el hijo arrestado. Osip Mandelstan terminó sus días camino de un campo de concentración en Siberia por escribir un poema contra Stalin, y al narrador Isaac Bábel —injustamente acusado de espía— lo fusilaron en 1940 tras un juicio que duró veinte minutos.

Todas estas muertes fueron políticas, pero casi nadie las conoce. ¿Por qué? Porque fueron víctimas de una dictadura de izquierdas, y en tal caso, se suele echar un tupido velo sobre el tema. Por ejemplo, todo el mundo sabe que los franquistas fusilaron a Federico García Lorca durante la Guerra Civil Española, pero casi nadie sabe que también el bando republicano fusiló al ensayista Ramiro de Maeztu y al dramaturgo Pedro Muñoz Seca en aquel fatídico año de 1936.

Unamuno apoyó al principio la sublevación de Franco, pero no tardó en desengañarse al ver tanto horror. Tras enfrentarse valientemente al general Millán Astray, perdió su cargo de rector de la Universidad de Salamanca y murió a los pocos meses en arresto domiciliario.

En Japón, Yukio Mishima adoptó posturas nacionalistas a favor del resurgimiento del Imperio Japonés. En 1970 intentó dar un golpe de Estado que fracasó. Mishima se suicidó mediante el ritual del seppuku.

Jean Paul Sartre, a pesar de su inteligencia, fue otro "tonto útil", fascinado con Fidel y con el Che. Hemingway cayó en la misma trampa carismática. Thomas Mann —mucho más lúcido— emitió un montón de charlas radiofónicas contra Hitler invitado por la BBC londinense.

Vender el alma al diablo o engañarlo

El polémico vínculo de los escritores y artistas con los políticos a veces se debe a la ingenuidad de los primeros, ya sea por convicción o por conversión. En ocasiones, no es más que un pecado de juventud, bien sea por idealismo, por romanticismo ideológico, o por despiste político. En unos casos esa relación es fruto de la coacción, en otros pareciera obnubilación ante el poder; o una mezcla inextricable de todas estas circunstancias…

Hitler —él mismo pintor fracasado— no careció de "tontos útiles". Tuvo a su lado al arquitecto Albert Speer, quien escribió: "Como Fausto, habría vendido mi alma por hacer un edificio. Ahora había encontrado a mi Mefistófeles". El dictador alemán también contó con la colaboración de la excelente cineasta Leni Riefenstahl y con la guía intelectual del periodista Dietrich Eckhart. La poetisa norteamericana Gertrude Stein —que era judía— llegó a proponer por escrito a Hitler para el Premio Nobel de la Paz. No faltaron en las letras francesas los colaboracionistas: Céline, La Rochelle, Brasillach, este último condenado a muerte por orden directa de De Gaulle.

Muchos escritores han sido diplomáticos: Rubén Darío, José Martí, Alfonso Reyes, Pablo Neruda, Alejo Carpentier, Paul Claudel… André Malraux llegó a ser ministro de Cultura. Sarmiento en Argentina y Rómulo Gallegos en Venezuela fueron presidentes en sus respectivos países. Nada de esto es malo, ni censurable, en sí mismo… siempre y cuando uno sea capaz de renunciar cuando el asco resulta insoportable, como hizo Octavio Paz en 1968.

Frente a Satanás —que adopta los más disímiles disfraces para tentar y seducir— se pueden hacer dos cosas: venderle el alma para siempre, o engañarlo con sus mismas artes durante un tiempo, hasta que uno pueda escaparse de la Isla del Diablo.

* Publicado en la revista Día Siete, del diario mexicano El Universal.
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Fragmento del texto Saludo a Batista

En su 'Saludo a Batista' Neruda afirma: "Otra hora ha llegado al mundo, la hora del pueblo, la hora de los hombres del pueblo, la hora en que Batista se confunde con los héroes populares de nuestra época, Yeremenko, Shukov, Cherniakovsky y Malinovsky, que hoy golpea y deshace las puertas de Alemania, los guerrilleros de España y de China, Tito y la Pasionaria. A Batista, en esta hora que también, por desgracia, se ha caracterizado por incubar traidores y cobardes, lo ponemos en el marco de los americanos totales".

Y sigue: "Batista, como hombre del pueblo, ha comprendido mejor que muchos demagogos el papel de los intelectuales, y honra a toda América (…) Los chilenos damos hoy la mano a Fulgencio Batista… Saludamos en él al continuador y restaurador de una democracia hermana". Y así todo, más saludos de Neruda, hasta definir a Batista como libertador, uno de los grandes "que han ayudado a que su fulgor nos ilumine en el camino de la libertad y de la grandeza de América "