EL EPÍTETO DE VICTIMARIOS
Un amigo mio ya fallecido, viejo comunista que fue profesor de marxismo, me dijo que en la primera mitad de los años 90s y al terminar un conversatorio del ya también fallecido Jorge Enrique Mendoza ( exdirector de Granma y Director en ese momento del Instituro de Historia de la Revolución Cubana ) en el Instituto Superior Pedagógico de Pinar del Río, éste le dijo: ¨ Que falta hace una agresión para unir a este pueblo ! ¨.
El Castrismo cuando no tiene agresiones, las inventa o provoca: A mitad de los años 90s, un infiltrado en la dirigencia de la organización Alfa 66, hizo que un comando improvisado desembarcara en Cuba. El comando fue esperado y capturado y pese a que no habían realizado ninguna acción de guerra o sabotaje, el jefe, un matancero casi recien llegado al exilio, fue fusilado, pese al que el Papa pidió que no lo fusilaran. Una persona, que estuvo muy conectada con la alta dirigencia política del país, dice que en Jibacoa, en la costa norte de La Habana y cerca de la provincia de Matanzas, había una unidad de misiones especiales para autoagresiones; esa persona dice que Amado Padrón Trujillo, fusilado en la causa Ochoa - La Guardia, pertenecía a esa unidad que existió en las primeras décadas del Castrismo.
EL EPÍTETO DE VICTIMARIOS
Por Guillermo Fariñas Hernández
Esto ocurrió en las cercanías de una fecha nacional: el 10 de octubre del 2008. Una conmemoración histórica que recuerda el día cuando el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, les dio la libertad a sus esclavos. Esta jornada es celebrada tanto por los castristas, como por los más acérrimos anti-castristas.
Al instante, la entidad, regentada por el Ministerio de Salud Pública, fue evacuada en su totalidad. Unos aterrorizados pacientes ingresados salieron precipitadamente de sus camas para no sufrir o morir ante la inminente explosión. Los visitantes y trabajadores del lugar también corrieron, carcomidos por el miedo.
Los primeros en llegar y cercar el hospital de La Villa de los Laureles fueron los bomberos locales, quienes desplegaron sus vehículos antiincendios. Después aparecieron los uniformados agentes de la Policía Nacional Revolucionaria, encabezados por el jefe de la policía de la municipalidad, mayor Vilariño.
Pasado algo más de 30 minutos, hizo su aparición el Teniente Coronel Julio Cesar Hernández, el jefe de la Seguridad del Estado en ese conflictivo municipio de la provincia Villa Clara. Venía secundado por sus oficiales, vestidos de civil y montados en sus respectivas motocicletas Suzukis.
No había pasado una hora cuando arribó una caravana de autos de la Dirección de Investigaciones Criminales y Operaciones (DICO) de la Policía Política en la provincia. Al frente del convoy se destacaba el Teniente Coronel Carlos Fidel Rodríguez Machado, quien se hizo cargo de todas las operaciones.
En ese momento, el pueblo placeteño observó con asombro a unos agentes que portaban trajes amarillos y cascos transparentes. Eran el Teniente Coronel Adrián Fiallo, jefe de la Sección de Peritos en Explosivos y dos de sus subordinados. Las peculiares vestimentas son capaces de soportar altas temperaturas y deflagraciones.
Ninguna bomba fue encontrada por los expertos en el minucioso análisis realizado. Dicen trabajadores de allí que lo único anormal hallado por los versados en municiones resultó ser una anónima jaba de latas desechables. Los propios represores se encargaron de decir a los presentes, que todo era una falsa alarma.
Con los ánimos aún caldeados por el susto, se comenzó a urdir una conspiración por militantes jubilados del Partido Comunista de Cuba (PCC), así como en las reuniones de la paramilitar Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC) y hasta en los parapoliciales Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
Todo dio inicio con reuniones en un lenguaje ambiguo y críptico de ex-oficiales retirados de la Seguridad del Estado, quienes comentaron en sus respectivas reuniones de esas entidades, que ellos sabían que los opositores pacíficos del municipio estaban involucrados en la colocación de la supuesta bomba. Que no se podía develar las fuentes reveladoras de estas acciones terroristas, sin sacar a la palestra pública a los infiltrados agentes del G-2 en las filas del enemigo. Por eso, se pedía informar de cada paso que diese dentro de Placetas el líder opositor de allí, el emblemático ex – prisionero político Jorge Luís García Pérez (Antúnez).
La cuestión como tal es lograr romper, con manipulaciones y mentiras, la percepción de pacifista que ha ganado la reconocida disidencia cubana. Algunos observadores de la realidad nacional creen que lo que ocurre en Placetas, es solo un experimento para neutralizar de una vez y por todas a los oponentes al gobierno.
De obtener lo planificado por los organismos represivos con la tarea de asegurar la continuación del poder totalitario en la isla, será mucho más fácil justificar una ola de encarcelamientos de los opositores más activos. También sería el modo de paralizar la protesta ciudadana ante la profundización de la crisis económica.
cocofari62@yahoo.com
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